Virus, Raúl Porcheto y Vilma Palma llevaron a los 80 a la gente que asistió buscando la nostalgia de la música de antaño en el festival retro realizado en el Estadio Delmi.
Fotos de Eduardo Pece
«Honestamente, creo que en la década de los 80 afloraba la libertad por venir de un proceso de dictadura. El rock no era un negocio. Los grupos eran grupos de amigos y no productos inventados, como lo son hoy los artistas”, respondía Marcelo Moura a la revista Rock Salta hace unos meses atrás, consultado acerca del regreso a esa década que se ve últimamente en el mundo del espectáculo. Justamente, aglutinar esa movida en el estadio más grande de la ciudad es lo que buscó el Retro Rock Tour 2013, ofreciendo en vivo a las glorias radiales de esa época, desde la comodidad de tu asiento.
Con una demora de más de dos horas, el festival retro inició cerca de las 23 con Alan Decall, la voz de la histórica banda cordobesa Pasaporte, que dejó hits como “Impondré el amor” o “Amor sin flash”, cuyo estribillo dice “Lastima, plástico” y vale recordarlo porque los ochenta y su constante exposición radial dejaron melodías o letras que mucha gente tiene en la memoria a pesar de no saber ni los nombres de las bandas ni los títulos de los temas. Con un look rockstar y acompañado por músicos jóvenes, Alan repasó los temas clásicos mientras la gente seguía llegando al estadio y ocupando sus ubicaciones. Cabe aclarar que Pasaporte actualmente está girando comandada por su hermano Marcelo Decall y visita seguido el norte, en especial la provincia de Jujuy.
Al llegar la medianoche, Raúl Porchetto subió al gran escenario y empezó con su clásico “Noche y día”. El cantautor prescindió de su lado acústico folk y le aportó a la noche su estilo blusero y cancionero con mucho de rock’n’roll, incluso rebelándose a la premisa del festival y presentando temas de Dragones y Planetas, disco editado en 2010 de manera independiente.
Porchetto homenajeó a Pappo, “un gran amigo”, con su versión de “Juntos a la par”, que como se sabe no es de la autoría del Carpo pero estará siempre ligada a su figura. Mientras presentaba temas históricos como “El fantasma de Canterville” o “Che pibe vení vota” (de asombrosa actualidad con la decisión del voto joven), fue repasando anécdotas vividas con León Gieco y Charly García. El músico supo integrar a mitad de los setenta PorSuiGieco, una de las primeras experiencias entre artistas consagrados, lo que hoy en día se llaman supergrupos.
Para despedirse eligió “Reina madre”, canción con un enorme peso emotivo para la mayoría de la gente presente, que vivió el delirio de Galtieri y su Guerra de Malvinas, logrando el momento conmovedor de la noche. Al finalizar, la ovación no se hizo esperar y llegó el bis obligado con “Bailando en las veredas”. Todo el Delmi se puso de pie y es para remarcar cómo pibes de 10 a 15 años acompañados por sus padres movían la patita al ritmo del tema que también supo interpretar Sandro.
Con “Pecado para dos” y ya pasada la una de la mañana Virus comenzó a desandar una seguidilla de éxitos, envidia de cualquier músico que quiere “pegarla en la radio”. El viaje en el tiempo fue inmediato, todos regresaron a los ochenta. Marcelo Moura corría por el escenario, se pegaba al lado de su hermano Julio en cada solo de guitarra que el excelente violero profesaba con un enorme gusto. El año pasado, Rolling Stone lo destacó como uno de los mejores buceadores de las seis cuerdas del llamado “rock nacional”.
A miles de kilómetros de distancia, Los Fabulosos Cadillacs, otra banda iniciada en los ochenta, estaba a horas de dar un nuevo y multitudinario showen en suelo azteca . Al respecto de estos regresos de LFC y en especial de los históricos shows de Soda, Marcelo le explicaba a la revista Rock Salta: “Yo creo y sé que esos regresos se hicieron por una cuestión comercial, me consta absolutamente. Pero al mismo tiempo la gente tenía ganas de verlos en vivo nuevamente, nadie les puso un revolver en la cabeza diciendo ‘andá a ver a Soda’. Ganado se lo tienen. De eso han sacado un rédito que hoy les permite estar tranquilos para toda la vida, prácticamente. Personalmente sé que no estaban en una buena relación. Estuve con Gus (Cerati), por ejemplo y lo viví: lo que pasó fue un negocio inmenso, y no se cometió ningún delito, así que bienvenido sea.”
En la segunda guitarra estaba el tercer miembro histórico, Daniel Sbarra, que en dialogo con Rock Salta contaba que es el encargado de armar la lista de temas y de proponer las acertadas ideas de pegar algunas canciones como “Soy moderno no fumo” (con Marcelo pitando un rubio sobre el escenario) y “El probador” o la acertadísima unión de «Sin disfraz» y «Encuentro en el río musical». Sin dudas, los temas de Superficies de placer (1987) fueron sumamente adelantados a su tiempo.
La banda se completa con Fernando Monteleone, en una atinada tarea en teclados y sintetizadores, más los ex Zanahoria Ariel Naón y Nicolas Mendez en bajo y en batería respectivamente.
En un set perfecto y sin fisuras, el estadio no paraba de bailar y de pedir más canciones, por lo que el grupo regresó y en los bises arremetió con “Wadu Wadu” y “Hay que salir del agujero interior”. Antes de la despedida, Marcelo le gritó a los salteños: “Viva el Cuchi Leguizamón forever” y la banda empezó con “Carolina”, el tema final, repitiendo lo hecho el año pasado en el Teatro Provincial de Salta.
Luego de una demora considerable debido al cambio de equipos en el escenario, los esperadísimos Vilma Palma e Vampiros salieron a escena pasadas las 3.15, custodiados por la policía. Con un Mario «Pájaro» Gómez en plan frontman total y el resto del grupo en las sombras (salvo por las coristas). Repasaron hits bolicheros de fines de los 80 y principios de los 90: “Verano traidor”, la bizarra “Travestis”, “Auto rojo” y “La Pachanga”, entre otros. La banda incluso se permitió homenajear a Soda Stereo con una versión del inoxidable “De música ligera”.
La extensa noche del Retro Rock Tour 2013 fue un buen evento que tuvo momentos que se hubieran disfrutado más en un boliche, en lugar del Delmi. Al mismo tiempo, la fecha permitió que padres e hijos pudieran ver sentados la música que todavía los sigue atrapando, aunque el estadio una vez más hizo todo lo posible para que esto no sucediera, como pasó con Calamaro hace unos días. A esta altura ya sería hora que lo remodelaran y le encontraran la vuelta con unas buenas refacciones acústicas porque no es posible que el complejo cerrado más importante de Salta suene pésimo cuando las entradas que se cobran oscilan entre los $180 y los $300.