Bersuit, La Franela, Pier, Cuatro Pesos y Adobe compartieron escenario generando una excelente noche de rock para el disfrute de los salteños que apoyaron la primera fecha del Festival Cultura Itinerante.
Fotos de Martin Ázcarte
Medios de gran llegada se cansaron de aseverar en las últimas semanas que la música que más les gusta a los argentinos es el «rock nacional», afirmación que hace un ruido enorme cuando un festival encabezado por bandas populares y referentes de ese género cancela fecha tras fecha a lo largo del país por escasa venta de entradas, sin poder siquiera empezar su gira, mientras Abel Pintos o Ricardo Arjona convocan multitudes. Las radios de rock hoy están lejos de encabezar los ratings en cada ciudad y encontrar en un quiosco un par de revistas que hablen de rock sin ningún artista de Disney en su interior es más difícil que las doce tareas de Hércules, pero de todas maneras estos medios insisten en que el “rock nacional” es la música que más le gusta a la gente, generando discusiones de tinte etimológico e histórico social, en lugar de ejemplos palpables: ¿cuál será la verdad de la milanesa?.
Anunciado a fines de julio, el Festival Cultura Itinerante es una nueva propuesta que presenta a Bersuit Vergarabat, Pier, La Franela y el grupo uruguayo Cuatro Pesos de Propina, girando por el país a un precio accesible (casi lo que costaría ver a una de estas bandas por separado). A priori supone una oferta tentadora para el oyente de rock argentino, apuntando a una convocatoria superior en conjunto y generando para los músicos una buena forma de llegar a lugares de difícil acceso desde el punto de vista individual. Pero el éxito le ha sido esquivo. En esta primera etapa de seis shows, cuatro se cancelaron por una serie de motivos, que tiene en la baja venta de entradas la razón principal. Gracias un enorme esfuerzo de la productora local, agradecido por Bersuit desde el escenario al cerrar su show, la fecha en Salta se pudo concretar el jueves 2 de octubre, mudando todo a un recinto nuevo como The Bond, que cuenta con un tercio de la capacidad del Microestadio Delmi (cercana a las dos mil personas) lugar donde se iba realizar originalmente el festival.
Una conferencia de prensa realizada al mediodía dejó en claro la buena disposición de los integrantes de cada grupo y los vínculos que los unen. Ademas dio por satisfecho el pedido por una banda local por parte de la prensa salteña.
En el lujoso local de la calle Balcarce, cambiado totalmente de aspecto respecto a lo que era La Megaestación y ya pisando las 21, Adobe, el grupo elegido por la productora de la fecha, cerraba su presentación con la “Chacarera del expediente”, tema censurado en la época de la dictadura. Antes de fin de año, ésta acelerada versión, junto a otras del enorme Cuhi Leguizamón, será editada en un disco homenaje realizado por músicos de rock salteño.
Con media hora de espera, tiempo que sería fijo entre banda y banda para dejar todo listo por parte de los plomos, los uruguayos de Cuatro Pesos de Propina debutaron en la región mostrando un ska embebido en sonidos rioplatenses como el tango o la murga. Repasaron principalmente temas de su último material, Surcando (2013), como la encantadora “Naufrago”, pero no se olvidaron de otras canciones que los tienen girando hace catorce años. El cantante Diego Rossberg, que porta una enorme y curiosa barba colorada, saltó la molesta baranda ubicada en el borde del escenario para cantar “Glu glu” en medio de la gente, se notan las ganas de trabajar y crecer por parte del grupo, continuando la mentada avanza uruguaya en el país.
El turno de Pier llegó a las 21.45 momento en el que empezó la parte más caliente del festival, porque los seguidores de esta banda se hicieron sentir, coreando y saltando cada éxito del grupo, e incluso elevando con sus manos banderas de Los Redondos. Con «La ilusión que me condena» y “Sacrificio y Rock ‘n Roll”, los hermanos Cerezo terminaron adueñándose de la noche desde el punto de vista del agite rockero, y no es para menos si tenemos en cuenta que hace casi diez años que el grupo no se presentaba en nuestra ciudad. Curiosamente su última fecha fue en un malogrado festival realizado en el Estadio Delmi junto a Intoxicados, Kapanga, Karamelo Santo, entre otros, que por la poca convocatoria destruyó a la entonces organizadora, la recordada disquería Twins. Tanto fue el apoyo para Pier que varios se retiraron luego de terminado su show, aunque de todas maneras siguió ingresando gente durante el resto de la noche pero en menor medida.
Para hacer juego con el lujo del lugar, The Bond cuenta con un policía o seguridad privada cada dos metros. Situación que deja obligatoriamente fuera mucho de la liturgia del rock y nos acerca al sueño de Micky Vainilla.
El local, presentó puntos a favor y en contra similares a lo que fue el show de Mimi Maura a mitad de año. El sonido estuvo a la altura salvo algunos detalles lógicos y esperados al tocar cinco bandas en una noche. Las luces, con una gran dotación de robots, fueron excelentes. Por el lado de las pálidas, está la existencia de un escalón que es un peligro, en la zona más caliente del pogo. Mas la molesta baranda en el escenario. Algo que es inadmisible para futuros shows en el lugar, a menos que se anuncie que la gente va a pagar su entrada para ver una suntuosa valla plateada.
La falta de venta de bebidas alcohólicas, algo que siempre se discute en los shows, queda explicada por la disposición municipal, que prohíbe su venta en caso de presencia de menores de edad, algo que parece no correr en los habituales festivales de folclore de la provincia. En otras ciudades esto se solucionó con un lugar (entrepiso o sector cerrado) exclusivo para mayores donde sí se venden bebidas alcohólicas, que como saben bien los productores locales en muchas oportunidades son la diferencia entre perder plata o no, organizando una fecha.
Apenas pasada la medianoche, La Franela subió al escenario arrancado el show con “Siempre”, corte de su reciente disco Nada es tarde (2014). La banda más radiable de los últimos años del rock argentino repasó en la voz y guitarra de Piti Fernández, ex Los Piojos, y en los “coros” del fundamental José María de Diego temas gancheros como «Price for freedom», «Todos los vientos» o «Maikel Focs». El contraste de agite con lo visto en Pier fue absoluto, más que saltar un poco el público no se movía demasiado hasta que llegaron los clásicos piojosos “Vine hasta aquí” y “Bicho de ciudad”, más la sumamente coreada «Lo que me mata» y el hitazo “Hacer un puente”. El repertorio remitió a lo realizado en el Teatro Provincial hace algunos meses atrás cuando la banda formó parte del ciclo Cultura da la Nota junto a Cachetada de Loco. Con cincuenta minutos de un show cancionero, la numerosa agrupación se despidió celebrando la oportunidad de compartir escenario con el resto de las bandas.
Con «Huayno 14» y «Espíritu de esta selva», la espera de casi una hora por Bersuit, llegó a su fin pasando la 1.30. El baile interior (2014) fue la vedette en su lista de temas mechando esas nuevas canciones: «Hay pelado para todas», «Cuatro vientos» o «Para bailar» con clásicos inoxidables de una banda cuya obra fue banda de sonido de la Argentina a fines de los 90 y durante toda la década pasada. Los vocalistas Daniel Suárez y Cóndor Sbarbatti siguen creciendo y demostrando que hay vida de sobra después de la ida de Gustavo Cordera.
La sonrisa en sus rostros, los habituales pijamas sumamente coloridos y la fiesta que saben generar transforman al grupo en ese jugador que siempre cumple sea la cancha que sea. Como en este caso en un magro show para menos de 600 personas o como el año pasado donde hicieron bailar a más de 40 mil almas en el festival gratuito Boombox. Convocatoria similar al Indio Solari en el Estadio Martearena en 2011.
El sobrevivir al éxito absoluto es un lujo que pocas bandas pueden darse y en eso están ellos desde el 2011 y con dos discos bajo el brazo. Piti Fernández instalado en el entrepiso del local vio como la gente celebraba “Perro amor explota” y “La soledad”, o esa perfecta canción de amor que es “Desconexión sideral” sin dudas una de las mejores de todo el rock echo en este país.
Para el falso cierre llegaría la cumbiamba con “El viejo de arriba”, una vigorizada versión de “Sr. Cobranza”, dedicada “a los buitres de afuera y a los de adentro” y “Me voy” una de las mejores de su último disco, que ya se pegó en la gente a pesar de que en vivo no cuenta con los vientos de NTVG como en el álbum.
En la vuelta el guitarrista y exitoso productor Oski Righi jugaría al “guitar hero” con la gente, antes de que regresen sus compañeros y la banda de su golpe definitivo con la dupla imbatible de “Yo tomo” y “La bolsa” el reloj dictaba las 3.00, y la sonrisa en la cara de los que se iban retirando evidenciaba la alegría que solo puede dejar una larga noche de rock, por más que en un par de horas había que ir a trabajar, a la facultad, o a la escuela.
A pesar de los contratiempos que está sufriendo el Festival Cultura Itinerante vale el reconocimiento a arriesgarse y auto gestionarse fechas por parte de los músicos y no quedarse cómodamente esperando que llegue el llamado de empresarios o gobernantes de turno.
Son épocas de transición en la industria de la música y a pesar de que sobresalgan fenómenos como NTVG, Ciro y Los Persas o Las Pastillas del Abuelo la realidad es que la aparente popularidad en encuestas del “rock nacional” no se condice con la convocatoria en los recitales ni por asomo.
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