La banda volvió a Salta con un show distinto y con los clásicos de siempre. Ante gran cantidad de público, presentó Madera Microchip.
Texto de Pablo Choke Torramorell
Fotos de Gastón Iñiguez
Un viaje de ida. Esa fue la consigna para el show que Catupecu Machu brindó en el Teatro Del Huerto, tras cinco años de ausencia en nuestra provincia. Algo así como tres discos nuevos, un dvd y un nuevo baterista.
Algo más de cuatrocientas personas pudieron disfrutar Madera Microchip, que plantea un espectáculo semi desenchufado con una fuerte apuesta a la re-interpretación de ellos mismos, recreando grandes canciones de viejas batallas bajo aspectos más oscuros e íntimos. El espectador cautivo por lo que sucede en el escenario, algo que quedó bien registrado en el DVD en vivo grabado en el Teatro Gran Rex. Lo del Huerto no fue muy distinto, una puesta con rasgos teatrales jugando con la gama de luces, los cuatro músicos en una misma hilera, el silencio y los contrastes.
“¿Quieren un show largo?”, preguntó un Fernando Ruiz Díaz vestido de negro, mano a mano frente al público que escuchó atentamente una advertencia antes de comenzar el show. “No saquen fotos. Esto es un viaje de ida que se termina si se ve interrumpido por sus cámaras o celulares”, repitió antes de presentar lo que catalogó como “un libro con muchas historias para contar”.
Los primeros momentos sirvieron para poner en sintonía al público de lo que serían las siguientes dos horas. “El grito después”, “Ritual”, la recuperación de un tema como “Klimt…Pintemos” y “Para vestirte hoy”, el cover de Lisandro Aristimuño que incluyeron en esta etapa. Las interpretaciones de “Viaje del miedo” y “Dialecto”, esta última con el baterista Búho Rocino haciéndose cargo del bajo, terminaron de sellar el pacto con el espectador. Canciones de viejas épocas traducidas al nuevo lenguaje del grupo.
Fernando dejó en claro que estando “con buen humor” y cómodo puede hacer mucho más que un “show largo”. Por momentos, su fuerte personalidad centró la atención de todos en su persona y un extenso discurso que tiñó la situación a una charla casi íntima. Sin la banda presente, el primer intermedio del show nos regaló un Ruiz Díaz anecdótico, entusiasmado en compartir cada experiencia y recuerdo con su público. Desde el primer beso de Lila, su pequeña hija, hasta la intimidad de un viaje hacia Córdoba en su vehículo particular. El stand up sincero fue un gran condimento a modo de pausa de la historia musical que el libro vino narrando con el show.
Así presentó “Plato solar”, una nueva canción usando el hang, un extraño instrumento de percusión: «un regalo de un amigo”. Canción inspirada en la paternidad que hace cuatro años protagoniza en carne propia. El resto del grupo reapareció con una distendida presentación uno a uno por parte del cantante. Sebastían Cáceres en bajo y guitarras, el Búho Rocino en percusión y Macabre González en sintetizadores, teclados y coros. “Los quiero muchísimo, son hermanos” siguió describiendo Fernando.
Las últimas páginas del libro fueron producto de la seguidilla de algunas de las canciones más representativas dentro de la historia de Catupecu Machu. “En los sueños”, “Entero o a pedazos” y el popurrí que mezcló “Cuadros dentro de cuadros”, el clásico Beatle “Across the universe” y “Cuentos decapitados”. El otro cover de la noche, “Plan B: Anhelo de satisfacción” y “Mil voces finas” marcaron la recta final de un viaje que seguía su rumbo. “Magia veneno” y “Y lo que quiero es que pises sin el suelo” fueron las últimas canciones en una lista que no dejó nada por tocar y tuvo su cierre con la misma intensidad que un show eléctrico, con gente agitando sin remera y parada de las butacas.