Reseña del quinto disco de estudio de Perro Ciego. Con más de 25 años de carrera, la banda regresa a las fuentes del rock´n´blues para dejar una nueva marca en el rock del Norte argentino.
Voces Porvenir
Lo nuevo por decir de Perro Ciego
«Ya no soy el mismo, no puedo evitar cambiar». En una postura argentina tan actual, donde esperar el milagro sin hacer nada no es la solución, Ronco (2015) propone al menos una intención. Después de varias repasadas en su escucha, con el propósito de encontrar su punto más noble, el nuevo álbum de Perro Ciego se traduce en parte como un necesario refresh de tanto estupor rockero. Ese amistoso desgaste de las formas clásicas que lima sobre tanto rock´n´blues escuchado y aplicado por la banda, posiblemente translucido en el grito sereno de «ladra ronco mi valvular». La otra gran parte del disco, histórica y pujante de su propia identidad, continúa siendo el alisado camino. Esa ruta donde sus canciones reposan con un cada vez más afilado profesionalismo, pero que luego de 25 años de trayectoria ha sido demasiado transitada.
Dentro del abanico sonoro, las novedades asoman al final del coreable “Jazz cantado”. Un placentero standard jazzero, pero con un gusto a que podría haberse explotado más. Una refrescante brisa, colmada de swing y espeso humo de habano, que alerta un reaccionar ante una mirada perdida, distante. Otro signo con brillo propio es el alto grado de groove transeúnte, impostado en temas como “Tan extraños”. Como si un setentoso y bailable Bowie, ayudado por productores hiteros como Nile Rodgers, hiciera eco en las necesidades funk-pegadizas del disco. Como postre, el traslado mental a zonas sureñas de los Estados Unidos donde la americana y el country rock dejan su marca de manera osada. La potencia blues rock, a lo Mark Knopfler, de “Cero man” y “Blues en tu nombre” dan el puntapié con mucha elegancia folk. Guitarras acústicas y pedal steel, suaves órganos y arreglos desde Nashville, coros ultra refinados y mucho slide del prominente guitarrista Martin «Gamba» Aguilera.
En el resguardo de las raíces, lo cuadrado nunca deja de hervir en la sangre de Perro Ciego. Rocknroll ochentoso, diccionario stone, en “Manos gitanas”. Zapadas argentas de los 70 en código shuffle, en Implosión. Blues clásico en todas sus velocidades (“Perro fiel”, “Simple blues”) y el tal vez demasiado prolijo cover de “Rock and Roll y fiebre”, junto a Ricardo Tapia de La Mississippi. Quizás una buena apuesta radial, gracias a la eterna retribución de honores hacia el virtuoso e imborrable Pappo. Mejores flores tuvo un íntimo racconto a los Beatles, post Lennon, en la bajada de tempo “Soplo”. Aire fresco desde los cerros, donde el preciso slide enseña otra vez que la quietud y la emoción pueden cohesionar como uno solo.
Ronco parece reírse también de su título, si invocamos el trabajo técnico de voces plasmado en las ondas sonoras. Lo gastado o rasposo no existe en esta producción cero timidez, y la imaginación como sorpresa se encarna en cada canción. Al frente, optimista, juguetón, con diferentes timbres, efectos y quiebres, que terminan por remarcar un instrumento más con propio DNI. Acompañan los riffs contundentes (“Cero man”), cambios de ritmo y vuelo propio en solos (“Mi valvular”). Por último las bases descaradas y al unísono, mérito del Pelado Vega y Pablo «Jopo» Zenteno, son el motor esperado a estas nuevas composiciones.
El aterrizaje de la adultez y el balance inevitable sobre todas sus experiencias vividas, se distancia del estado holgazán y cómodo que prometía su anterior Pelafustán (2010). Ello tal vez reflejado cuando Marcelo «Salchi» Dique reza «es mi otra cara que nadie quiere ver», una especie de auxilio por lo nuevo a decir. El romance más acentuado con otras variantes musicales hace que se espere más atrevimiento en el futuro. Y, junto a él, más voz para escuchar.
Perro Ciego – Ronco (2015)
(01) Cero Man
(02) Blues en tu nombre
(03) Manos gitanas
(04) Jazz cantado
(05) Tan extraños
(06) Perro fiel
(07) Implosión
(08) Mi valvular
(09) Soplo
(10) Ilusiones
(11) Simple blues
(12) Rock and Roll y fiebre (con Ricardo Tapia)