La historia del rock en Salta es más vieja de lo que parece. Cuando empecé a interesarme en el tema (hace una década), los antecedentes llegaban a fines de los 70. Investigando, llegó la sorpresa, y podemos hablar de un rock local que anda rondando los 50 años. Con ustedes, el primer disco editado por una banda salteña.
No sé si fue Chinato Torres, o quién, el que me avispó. Hace cinco años organizamos con un equipo de investigación de la UNSa, un encuentro por el Día del Historiador. El jefe del equipo, abierto a mis inquietudes, sugirió: “Hacete un panel sobre la historia del rock en Salta”. Así fue, y lo integraron: Pelado Vega (bajista de Perro Ciego y colega, profesor de Historia) y Chinato (decano de la batería en Salta). Allí surgió el nombre de Héctor “Mono” Gómez, miembro de la primera banda de rock en Salta, Los Thunders. Él fue el tercer disertante. Y es el informante clave en este híbrido entre reseña y entrevista, en versión LP.
Gentilmente me acercó, allá por 2007, un CD artesanal y me dijo: “Este es el primer disco de rock en Salta”. El combo se completó con un par de fotos de la época. Luego vino una charla de 10 o 15 minutos de ensueños. Así pudimos conocer aspectos (casi bizarros) de la historia de la música popular de la provincia.
La historia del rock en Salta no puede desvincularse de la historia a nivel nacional y mundial del género. Hay algo así como una irradiación cultural que (más allá de la velocidad y los soportes) termina llegando. De todas maneras, a mi me sorprendió.
Los Thunders aparecen a mediados de la década del 60. “Debe ser el año 1965 más o menos”, me dice el Mono Gómez cuando le pregunto por la época de formación de la banda. “Eran tiempos de ensayar todas las noches y sacar los temas de moda”, sigue. Esos temas de moda tienen más que ver con el cruce entre la música beat y el rythm and blues, que con lo que hoy llamaríamos rock, estrictamente. Los Teen Tops (del mexicano Enrique Guzmán), Bill Haley y sus Cometas y Little Richard (Ricardito) fueron las influencias reconocidas.
La formación inicial de la banda fue: Miguel Ángel Chuchuy (¡el peluquero!) en teclas, “Peti Gran” Rocha en voz, Julio Oliva en redoblante (aún no tenían la batería completa) y el Mono en guitarra eléctrica. El quinteto se completó con Juan Carlos Caballero en bajo, luego de la primera presentación de la banda, en un baile del Club Gimnasia y Tiro.
Para tiempos como los 60 en Salta, esto era muy moderno. Así, la primera guitarra eléctrica que usaron fue armada artesanalmente, pintada por un chapista del automotor (ver foto). Idéntico fue el caso del bajo, armado con cuerdas de piano. Después llegaría la posibilidad de equiparse, como sigue pasando hoy en día, de menor a mayor.
La banda tocaba mucho. El circuito comprendía la ciudad de Salta, el interior de la provincia y las vecinas Tucumán y Jujuy. Y también había un movimiento de dinero impensado para la actualidad. Dos postales ilustran esta situación: en algún momento, Miguel Ángel dejó la banda para estudiar peluquería en Córdoba. Así, fue reemplazado por una segunda guitarra, a cargo de Bucky Ovando. Mono Gómez completa esta primera anécdota: “En el 69 se fue el segundo violero y ponemos un órgano, Jesús Rodríguez, y le compramos un órgano, lo mejor que existía”. Si quedan dudas, va la segunda: “Compramos un vehículo, económicamente nos iba bien. Compramos un Rambler 0 Km con la guita que hacíamos laburando. Cuando fuimos a la concesionaria sacamos un maletín lleno de billetes con talco, pintura… era la cosecha del carnaval.”
“Ahí surge la posibilidad de ir a Bolivia. Nos fuimos en el auto y llegamos a La Paz. Al otro día fuimos a la grabadora más grande que hay aún hoy en Bolivia, Discolandia, y nos escucharon. Y ellos eligieron los temas; entre ellos ‘El extraño de pelo largo’, y un par que estaban de moda acá. Sacamos un disco doble y fue un éxito tremendo en Bolivia. Era impresionante la difusión que tenía. Me acuerdo que un día íbamos llegando a la radio y había una cola como de una cuadra para entrar y yo le decía a los changos ‘qué loco sería si esa gente fuera para nosotros’, ¡y era para vernos a nosotros! Íbamos con el auto pintado, decía ‘Los Thunders, Argentina’, y firmamos muchos autógrafos.”
Los Thunders en vivo, con su primera formación, en 1965.
Pasemos un poco al disco: tiene cuatro canciones, dos por lado. Del Lado A, “El extraño de pelo largo”, todo un clásico del rock argentino. Aprovecho para desagraviar a Roque Narvaja, el autor, un hombre ninguneado por parte de los escritores dedicados a la temática. La segunda es la única de composición propia de la banda: “El OVNI”, con un motivo muy cercano al surf rock, que tiene un solo de viola demasiado rockero para la época. La anécdota en torno a la canción es casi psicodélica: “Cuando nosotros íbamos llegando a La Paz habíamos visto muchas luces que se movían en los cerros. Capáz eran estrellas, pero a nosotros nos parecía un plato volador, y nos pusimos a fantasear el tema. Sacamos el tema durante el viaje y compusimos el tema”. No puedo contenerme y le pregunto al Mono por la distorsión utilizada: “En el transcurso de ese tiempo apareció el distorsionador, era como un plato volador para nosotros. Así nos pusimos con Juan Carlos Caballero a investigar y en una revista de radiotécnica salió cómo hacerlo. En Salta había los elementos, y lo hicimos. Medía 30 x 10 x 5 cm, los pedales que iban de switch eran los de cambio de luz de auto, y sonaba muy bien. En Bolivia todo el mundo nos quería comprar el aparato. Aún lo tengo guardado por ahí.”
El Lado B está compuesto por “El Baile de la Serpiente” (un shake de Néstor Rama, del grupo Rama y su Combo) y “La cosa está negra, negra”; un tema muy beat, del italiano Lucio Dalla, que formaba parte del staff de Alta Tensión, artistas que luego (y cada vez con más énfasis, a medida que se miraba desde más lejos en el tiempo) no fueron muy bien considerados por los rockeros. Pero las condiciones de la escena salteña (o paceña, para el caso) no eran las mismas que las de Buenos Aires.
Este primer disco no fue la primera vez que Los Thunders intentaron registrar algo. A propósito del tema, Mono comenta, con autocrítica incluída: “Había representantes en Salta de RCA Victor, CBS, Philips; y nos rebotaron una grabación mala que se envió, que habíamos registrado en vivo en Radio Nacional. Es que no había una propuesta de temas nuevos, tocábamos los temas de moda, de México, Estados Unidos… Luego surgiría gente con temas nuevos.”
No obstante, y volviendo a la grabación, registrada en 1969 para el sello Discolandia, el Mono aún recuerda: “El equipamiento era de primera en el estudio de Bolivia. Las consolas eran Ampeg, que es como decir Mercedes Benz en autos, y los micrófonos Neumann, que a precio de hoy, valen $25 mil cada uno. Tenían 8 o 10 micrófonos de esos.”
Hay una tensión, aún parcialmente inexplorada, entre una tendencia rockera argentina que tendría mucho que ver con la difusión generada desde el tándem Capital Federal-Rosario (acaso las ciudades más cosmopolitas de Argentina), y otra, que sin desconocer el peso del primer elemento, brinda mayor margen de autonomía al desarrollo de experiencias en espacios culturalmente marginales o periféricos, como el caso de nuestra ciudad. Espero que este pequeño adelanto de los orígenes del rock en Salta sirva para echar luz sobre este problema, pero por sobre todo para valorar a estos viejos locos que se animaron a romper esquemas en esta provincia que, aún hoy, destila tradición por donde uno pueda oler.
* Nota publicada en la edición número 13 de la Revista Rock Salta (diciembre de 2012)