A mediados de los 90, Luis Alberto Spinetta, Daniel Wirzt y Marcelo Torres formaron Los Socios del Desierto, un trío crudo y virtuoso que marcó una nueva etapa legendaria en la carrera del Flaco.
Ocurrió el 16 de diciembre de 1995 sobre el escenario del Roxy de Avenida Rivadavia. Levantó la cabeza, cabellera color naranja, remera negra, guitarra roja. Miró al frente en silencio durante cinco segundos. Advirtió: “No esperen otra cosa que no sea rock”. La ovación, siempre exagerada, burlona (“¡Grande Francescoli!”), dramática, de fanático insoportable y devoto. Fue dos semanas después de la serie de recitales en el Teatro Opera. Conciertos en los que la prioridad había sido un repertorio inédito trabajado durante un año y medio de ensayos y pocos shows en vivo. Una propuesta cruda, potente y visceral, repleta de riffs, solos y volumen altísimo. Era la nueva reinvención de Luis Alberto Spinetta, el amante de hacerse la contra a sí mismo que mantuvo la mirada desafiante y agregó: “Vamos a abrir con ‘Nasty People’. Dedíquenselo a todos los caretas posibles”.
En 1992, Spinetta continuaba con la presentación de Pelusón of Milk, publicado en noviembre del año anterior. El disco le había otorgado una buena repercusión gracias al hit “Seguir viviendo sin tu amor” y a una gran recorrida mediática que había incluido entrevistas y shows en vivo en programas como Peor es nada, Telemanías (donde tocó en plan sinfónico con la Orquesta Juvenil de Córdoba), Hacelo x mí y Ritmo de la Noche. Incluso se había sometido a una linda pero por momentos incómoda charla en el programa Parece que fue ayer, conducido por Pinky y Enrique Llamas de Madariaga (“¿No se sienten agredidos cuando mucha gente, sin pensarlo dos veces, dice ‘los festivales, todo droga’?”).
Pelusón of Milk era pop íntimo, hogareño, armado con pocos recursos. Los conciertos con los que Spinetta lo presentaba, en cambio, se parecían más a la etapa del disco Exactas, grabado en vivo en 1990. Los shows se armaban con un mix de canciones nuevas, clásicos estándar y algún que otro rescate, de esos que desprendían el clásico “uhhh” del público más fanático. Los músicos que lo acompañaban en ese momento eran Guillermo Arrom (guitarra), Javier Malosetti (bajo), Jota Morelli (batería), Mono Fontana y Claudio Cardone (ambos en teclados).
Una fuerte descarga eléctrica sufrida durante un concierto en La Plata provocó que Spinetta dejara de tocar en vivo. La falta de shows motivó además un silencio que sólo fue interrumpido por la edición, en 1993, del disco Fuego Gris, banda de sonido de la película del mismo nombre dirigida por Pablo César. Un álbum que mantenía la veta casera de Pelusón. Durante dos años no se supo mucho más del Flaco.
En medio de la autoveda, Spinetta se encontró con Daniel “Tuerto” Wirzt en un ascensor del local que Promusica tenía en la calle Florida de Buenos Aires. Se conocían desde los años 80, cuando habían compartido la grabación y los recitales de La la la, el disco que Luis había editado en colaboración con Fito Páez. Wirzt venía de tocar la batería en trabajos clave del rosarino como Giros y Ciudad de pobres corazones, pero había dado un vuelco total a su carrera con el debut, en 1988, de La Sonora de Bruno Alberto, un grupo que lo tuvo como líder y cantante, alejado de los parches.
Las letras repletas de doble sentido y las canciones armadas en base a cuarteto y ska, muy de la época, convirtieron a La Sonora de Bruno Alberto en una de las bandas destacadas de una generación que también incluía a Los Calzones Rotos y a Los Auténticos Decadentes. Hoy completamente olvidada, la banda del Tuerto influenció en grupos posteriores como Kapanga y hasta en Yayo y el Cuarteto Obrero (escuchen cómo canta Wirzt en “Tú tienes que entregármelo”, la primera canción de Pérez – Troika, el disco debut, y después vayan a “Si te agarro te parto en ocho”, de la banda del cordobés). El éxito llegó en el tercer disco, Cuando debuté, de 1991, que incluía “La canoa”, el tema que les abrió las puertas de la masividad y dejó atrás las distintas censuras que les había aplicado el Comité Federal de Radiodifusión.
“La canoa” sonó hasta el hartazgo. Probablemente haya competido con “Seguir viviendo sin tu amor” en los rankings. La Sonora de Bruno Alberto empezó a tocar seguido en Ritmo de la Noche. El Tuerto se casó y tuvo dos hijos con Virginia Querejet, la morocha de pelo corto de Las T-Nelly’s, la más conocida del recordado grupo de baile del programa. En 1992 apareció Amor privatizado, otro título que remitía a la discusión política del momento. “Enamorado de ti” fue el corte, una balada que dejaba el doble sentido de lado y se parecía más a la música que estaba haciendo el hermano menor del Tuerto, Manuel, que ese año tuvo rotación alta en las FM gracias a la canción “Dondequiera que estés”. Pero el grupo no logró sobrevivir mucho más. Wirzt había quedado agotado de tanta exposición. En medio de la decadencia de La Sonora, se encerró en un sótano y volvió a tocar la batería para exorcizar demonios. Cuando se encontró con Spinetta, se topó con alguien que también estaba sin rumbo definido y con la necesidad de comenzar de nuevo.
“Mi primera banda importante fue Tantor, cuyo baterista era Rodolfo García, así que ahí empieza un poco una conexión con el mundo Spinetta de manera natural e inconsciente”, dice Marcelo Torres en la casa que comparte con su esposa Verónica en el barrio de Liniers, cerca de la cancha de Vélez. Tiene puesta una remera del disco Estrelicia. La vestimenta no parece haber sido preparada para la entrevista. Más bien forma parte del ambiente spinetteano que flota en la vivienda del bajista, adornada con fotos del trío y un box set de Las Bandas Eternas firmado y dedicado por el propio Luis Alberto.
Torres ingresó en la última etapa de Tantor, que completaban García (ex miembro de Almendra), el guitarrista Héctor Starc y el tecladista Babú Cerviño. Sólo grabó en Mágico y natural, el último disco del grupo, publicado en 1982. “Spinetta Jade ensayaba en el depósito de Héctor Starc. Yo estaba mucho con Héctor en ese tiempo, tenía veinte años, así que iba, me metía en la sala, chusmeaba los equipos”, agrega.
En 1987, Torres ingresó al Lito Vitale Cuarteto, donde compartió escenario con diferentes músicos, como Jota Morelli y Cristian Judurcha, que también pasaron por bandas del Flaco: “En la última época tocábamos en la tele, a la medianoche en Canal 13. Me parece que Luis miraba esos programas. Yo iba a los conciertos, lo saludaba, pero no teníamos una conversación. Teníamos un acercamiento”.
El contacto directo ocurrió en enero de 1994 por intermedio de Ciruelo, encargado del arte de tapa de Fuego Gris. “Ciruelo es como un hermano para mí -sigue Torres-, nos conocemos hace muchos años. Vive en Barcelona. En uno de sus viajes para acá, lo ve a Luis. Yo había dejado de tocar con Lito y le había comentado a Ciruelo que quería volver a tocar rock. Y cuando Ciruelo tiene esta reunión con Luis por temas de amistad entre ellos, Luis le comenta que quiere formar un trío, porque hacía dos años que ya no tocaba. La descarga eléctrica en La Plata para él fue como una señal y consideró que tenía que parar. Entonces, Ciruelo le dice ‘qué casualidad, Marcelo justo me comentó que también quería volver a tocar rock’, y arregla una entrevista para mí pero no me dice nada. Me llama y me dice ‘Marcelo, mirá, tenemos una entrevista el martes con Spinetta’ (risas). ¡La puta madre!”.
Torres, conocido por tocar con bajos poco ortodoxos para el estándar rockero, fue a la reunión con Spinetta con un instrumento más conservador. “Me fui con ese bajo (señala uno de cuatro cuerdas que está a dos metros de su asiento). Yo tocaba bajo de seis ya, pero a veces a los músicos de rock no les gusta mucho la cuestión estética o de sonido. No sé cuál es el punto, pero yo por las dudas no quería hacer mucho lío. Él estaba justo terminando de montar el estudio La Diosa Salvaje. Estaba laburando junto con los demás, al mango. En ese sentido, Luis era muy apasionado. A mí me encantaba esa forma de ser de él porque de alguna manera yo soy un poco así también. La excitación de tener un instrumento nuevo, de armar un estudio, te retroalimenta energéticamente. Ver a Spinetta tirando cables, laburando a la par de los demás, era muy inspirador. Así que saqué el bajo, él empezó a tocar y lo seguí. Tocamos algo informal. Después me fui de vacaciones, hice mi vida”.
Casi tres meses después, el 2 de abril, sonó el teléfono en la casa de los Torres.
– ¿Hola? -atendió Verónica.
– Sí, habla el Flaco Spinetta.
– Ja, no, no me jodas -respondió la mujer, curada de espanto, porque ya le habían hecho una cargada similar alguna vez.
– ¿Qué querés, que te cante “Muchacha”?
“Entonces viene sacada: ‘¡Marcelo, está el Flaco Spinetta!’. Eso habrá sido a la una de la tarde, una y media”, cuenta el bajista.
– Hola Luis, ¿qué tal?
– Hola Marcelo, ¿querés a venir a tocar conmigo un rato?
– Sí, ¿cuándo?
– Y ahora.
“Todo el tiempo estamos tomando decisiones. Demorar una respuesta es una decisión. Yo no dudé un instante. Y quizás si le hubiera dicho ‘no, mañana’, no hubiera existido dentro de ese proyecto, porque en la música, en varias cosas, un llamado a veces es para resolver un problema, un impulso que vos tenés que saber decodificar. Así que yo respondí al cien por cien, agarré mi bajo y me fui. Y ahí me encontré con el Tuerto”.
En el primer encuentro, Spinetta mostró algunas de las canciones que había compuesto durante los dos últimos años. La jornada fue productiva: sacaron seis temas que luego fueron a parar al disco doble. “El grupo salió andando. Fue tremendo cómo conectamos musicalmente. Luis tocaba, hacía una vueltita del tema y a la segunda vuelta salíamos tocando”, recuerda Torres.
El 25 de mayo de 1994 Luis organizó una reunión en un restaurant japonés, propiedad de un amigo, en la que les ofreció formalmente a Torres y a Wirzt ser parte del proyecto Spinetta y Los Socios del Desierto. “Esa fue una prueba de fuego para nosotros. Nos dijo ‘yo no tengo mánager, no tengo show, no tengo nada. Es Spinetta y Los Socios del Desierto. Somos socios pero no hay nada’”, cuenta el bajista, que explica que no era lo mismo aceptar la invitación a tocar en una banda en esas condiciones a los 18 años que a los 33 (“que era mi edad”): “Spinetta nos estaba ofreciendo un proyecto que no tenía nada en contraprestación material o profesional, pero ninguno dudó. No era una seguridad que cualquier músico aceptara esa invitación y estuviera tanto tiempo trabajando con él sin tocar, sin recibir alguna ganancia. Nosotros aceptamos esa condición y creo que eso a Luis le dio un aval para decir ‘bueno, estos flacos están conmigo’. Así que fue un buen punto de partida, de confianza. Además ya habíamos tocado, la parte musical estaba aprobada. Eso le cerró completamente”.
El primer show de Spinetta y Los Socios del Desierto se realizó el 18 de noviembre de 1994 en el velódromo de la ciudad de Buenos Aires. Antes de comenzar, Luis tomó la palabra: “Ustedes saben que esto es una mano Pentrelli: o sea, toco y me voy”, fue lo primero que dijo. Hacía referencia al ex jugador Luis Pentrelli, cultor de la famosa frase futbolera. “Me gusta el calor de ustedes, pero otras cosas no me gustan, por eso no estoy muy seguido en los escenarios. Pero ahora volví”, agregó, y le dedicó el concierto a Charly García, que por esos días sufría una de sus recordadas internaciones.
La primera canción que Los Socios del Desierto tocaron en vivo fue “Despiértate nena”, en una versión más Hendrix que Pescado que, a juzgar por la reacción que cosechó, nadie se la esperaba. Al finalizar el clásico de bienvenida, Spinetta volvió a dirigirse al público, esta vez para dejar las cosas claras: “Todos los temas que vamos a hacer a partir de ahora, menos uno, son todos nuevos. No son de Fuego Gris ni son de Pelusón. No sé de dónde son, pero este se llama ‘Tony’”. En el bache entre la presentación y el comienzo de “Tony”, el audio del concierto deja escuchar a alguien del público que comentó, como al pasar, “está bueno el trío, ¿no?”.
Algunas de las canciones que se escucharon por primera vez esa noche fueron “Espejo en una sombra”, “Cuenta en el sol”, “La orilla infinita”, “Bosnia”, “Las olas”, “Se convirtió en la noche” y “La luz te fue”. “Hacía mucho tiempo que no hacía un rock y ahora hice uno”, dijo el Flaco antes de estrenar “Cheques”, que fue aceptada inmediatamente por el público. La influencia de la Experience se percibía, además del formato, en la interpretación vocal de Luis Alberto, algo que pulió con el correr de las interpretaciones. Torres ya había dejado los miedos de lado y tocaba el bajo de seis cuerdas sin ningún problema. Wirzt aporreaba la batería de una manera tan precisa y potente que hubiese sido imposible que alguien lo relacionara con el hombre que hasta hacía unos meses cantaba cosas como “Tirá la goma” en el programa de Tinelli. “Los libros de la buena memoria” fue uno de los escasos momentos retro. También sonó “Mi Chevy y mis franciscanas”, de los por entonces jovencísimos Illya Kuryaki & The Valderramas, presentes sobre el escenario.
“Yo estaba tocando con IKV y es como que volví a ser un espectador más de Luis”, recuerda Claudio Cardone desde su casa en Funes, provincia de Santa Fe. El tecladista estaba presente esa noche en el velódromo, que, según cuenta, estaba “colmadísimo”: “Fue una sensación extraordinaria ver toda esa gente que estaba esperando hacía tanto volver a escucharlo en vivo, como yo mismo estaba esperando. Y sorprendente escuchar ese trío que era una aplanadora por un lado, pero con pasajes armónicos increíbles, letras tremendas”.
Durante 1995, Los Socios del Desierto se afianzaron como grupo con shows en Bariloche, Córdoba y Chile. En noviembre realizaron los shows en el Opera. “Íbamos a hacer uno solo y llegamos a hacer cinco. Luis estaba encantado. Llamaba y decía ‘arreglamos un show’. Después llamaba de vuelta: ‘Marcelo, vamos a hacer dos shows’, ‘¡vamos a hacer tres!’, hasta cinco”, recuerda Torres. “Increíble, muy feliz -sigue-. Porque aparte no había ningún disco, nada. Por eso a mí esa historia en Los Socios me retrotrae a cuando yo empecé a tocar. Y para Luis y el Tuerto también, en el sentido que cuando empezás a tocar no estás pensando en que vas a grabar o va ir gente a verte. Lo hacés por gusto. Ya en esos tiempos no se tocaba hasta presentar el disco nuevo, ya había una mecánica industrial que él rompió completamente. Se salió de eso, si alguna vez estuvo. Imaginate una banda del nivel de Spinetta que salga a tocar con un proyecto nuevo, sin prensa, sin disco y con veinte temas nuevos. Eso solamente lo hace Spinetta”.
La bola empezó a correrse: Spinetta otra vez, hacía rock furioso, ése que le reclamaban desde mediados de los 70. Los shows del Opera tuvieron mucho que ver para establecer el mito. También ayudó que el trío incorporara canciones de Pescado Rabioso a las listas, especialmente “Como el viento voy a ver” (la versión del 26 de noviembre es sencillamente increíble) y “Credulidad”. Pero lo cierto es que el Flaco ya había tocado algunas de estas canciones en la etapa de Pelusón. Sin embargo, eran más cercanas a Los Socios en sonido y actitud. Además se percibían links entre los temas nuevos y aquellas viejas glorias (“La luz te fue” y “Ámame peteribí”, por ejemplo). “Empezaron a volver todos los que de alguna manera habían dejado. Luis era tan cambiante en cuanto a la dirección musical que a veces perdía y a veces crecía su masa de oyentes. Pero la gente empezó a decir ‘uh, Spinetta empezó a tocar de vuelta más pesado, rock, power trío’, entonces eso fue creciendo”, explica Torres.
Justo antes de los shows del Opera, entre agosto y noviembre de 1995, la banda completó la grabación de las canciones destinadas a formar parte del disco debut, que era mucho más que una simple acumulación de temas rockeros con buenos riffs. El trío tenía versatilidad y abrazaba la crudeza funk blusera con la misma facilidad con la que podía sensibilizarse con baladas y piezas pop. Para Torres, reducir a Los Socios a power trío es simplificarlo. Opina que el álbum “tiene una dinámica muy amplia”. “Porque vos tenés un tema corrosivo tipo ‘La luz te fue’ y tenés ‘Diana’, como si fueran dos grupos diferentes -explica-. Y temas elaborados como ‘Así nunca encontrarás el mar’ (tararea la intro), esa fusión, cosas tipo Invisible. Algunas, porque no teníamos el sonido, porque el Tuerto tenía un margen de volumen que iba de 6 a 10, más abajo no llegaba. Entonces había un umbral que de alguna manera fue el sello del grupo. Bajábamos pero no a una cosa mínima. ‘Paraíso’ era un tema más elaborado. O ‘Los duendes’. Pero después tenés ‘Holanda’, que es una canción más beat, si se quiere, un estilo que contrasta, y es hermosa”.
“Los temas que grabé en el primer disco de Los Socios los escuché básicamente por primera vez en el momento de grabarlos”, dice Cardone. El tecladista fue el único músico que participó como invitado en el álbum. “Tengo recuerdos muy gratos. Me tocó grabar canciones muy hermosas como ‘Jardín de gente’, o ‘El rebaño del pastor’ -sigue-. Eran momentos de mucha alegría en general. Charlábamos, nos reíamos mucho. Se armaba un hermoso grupo humano entre todos”.
“Cuando hay un líder empieza a haber horarios: de dos a tres, de tres a cuatro. Pero acá era como un grupo. Nos juntábamos cuatro días a la semana desde las dos hasta las ocho, nueve o diez. Eran muchas horas. Para grabar arrancábamos a las once hasta las once. Pero no es que estábamos grabando, por ahí grabábamos dos horas (risas). No había horario. El mundo Spinetta es así. Si te gusta te quedás y si no te tenés que ir. Yo estuve con Luis seis años, pero esos dos primeros fueron como seis (más risas). Después hice otros laburos y era de dos a cuatro, tipo tarjeta. Laburos grandes, muy importantes, que son el anti rock. Pero bueno, son maneras de trabajar”, agrega Torres, que hasta 2016 fue bajista de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la banda del Indio Solari.
“Tocábamos en real time. Spinetta quiso hacer el disco así. Nosotros íbamos grabando pero grabamos tomas enteras, dos o tres tomas. No agarrábamos un pedacito de una y un pedacito de otra. Se planteó como una banda en vivo. De hecho grabamos así”, dice el bajista. Cardone recuerda que a veces, como en “El rebaño del pastor”, Spinetta le transmitía indicaciones verbalmente. “Tanto en ensayos como en grabaciones, Luis jamás escribía nada, ni cifrados ni en pentagrama”, cuenta.
Con la grabación terminada y la mística a su favor, Spinetta se sintió cómodo para empezar a negociar con las discográficas para editar el álbum. Pero las empresas no respondieron como esperaba. Se negaban a pagar el dinero que demandaba para entregar los másters. De esa manera, la aparición del disco se fue dilatando.
En marzo de 1996, Spinetta fue noticia nuevamente cuando se conoció su romance con la modelo y actriz (y actual cantante) Carolina Peleritti. Una noche, acorralada por los fotógrafos, la pareja decidió exponerse. Luis Alberto accedió a posar junto a Carolina pero primero se colgó un cartel alrededor del cuello que se lee nítidamente en la portada de Gente que los inmortalizó: “Leer basura daña la salud, lea libros”. Una de las opciones fue “Diego, pasame los balines que te sobraron”, en referencia al recordado episodio en el que Maradona disparó a algunos de los periodistas que hacían guardia en la puerta de su quinta. “Era involucrar al Diez. Jamás”, recordaba, divertido, el propio Flaco en la entrevista que poco tiempo después le concedió a Dolores Barreiro en Miami para el programa El Rayo.
En octubre del 96, cuando las negociaciones por el disco doble estaban estancadas, Spinetta envió un comunicado a los medios titulado El disco y el tiempo. Allí despotricaba contra la industria discográfica, que no aceptaba las condiciones que había establecido:
Ante la negativa de los sellos discográficos más importantes de aceptar mis exigencias para la publicación de mi último trabajo Spinetta y Los Socios del Desierto (…) me siento en el compromiso de aclarar las cosas. Mi vida creativa y la llama rebelde y artística que siempre me guió no sufrirá merma alguna de no publicarse éste, mi último trabajo. Tarde o temprano algún sello reclamará mi obra y aceptará mis exigencias. Eso me fortalece. Quizá mis discos se hayan vendido de a poco, y sin un boom de ventas, pero han vendido constantemente desde siempre, hasta convertirse en material de catálogo o colección. Estos mismos sellos discográficos que ofrecen sólo viles miñangas por una nueva obra de Spinetta se licencian entre sí los antiguos masters de Invisible y Pescado Rabioso, cambiando el arte original y sin ningún respeto por los artistas que los realizaron, ya que a cambio pagan la antigua regalía, la cual avergüenza. Estos sellos han escapado, hasta ahora, de ser el blanco de juicios y demandas importantes por haber publicado material clásico como Jardín de los presentes, de Invisible, adulterando los nombres de los músicos, como sólo un ejemplo de otros errores imperdonables, provenientes de diferentes firmas y responsables (el disco Spinetta-Aznar, hecho sin autorización alguna por parte de los artistas, o Artaud, de Pescado Rabioso, que apareció con la mitad de un disco de Nito Mestre por error, etcétera).
Hoy, desestimando todo excepto el poder de venta inmediata de un artista, estos sellos ofrecen propuestas para publicar a Spinetta, aunque gasten enormes sumas en producir música para tarados que no sólo no venden de inmediato sino que jamás venderán. Spinetta vende siempre, siempre vendió así. ¿Dónde están los discos de oro que nunca me entregaron? Señores: no me constituiré en empresa ya que se contradice con mi filosofía de vida; ni siquiera consideraré las intenciones que se esconden en su mediocre propuesta, que es la misma que han tenido para con todos los artistas verdaderos. Con esto quiero aclarar, a mis fans y al público en general, que nada me gustaría más que este álbum lleno de canciones nuevas llegue a sus manos tal cual lo concebí y al precio correcto. (Aclaración: los sellos consideran que un disco doble es demasiado caro para ser vendido masivamente, pero la verdad es que vendiéndolo a un precio muy razonable, aun así se obtendría mucho dinero para todos.) Para ello buscaré opciones alternativas y seguiré con nuevos trabajos sin cesar; no se olviden de que soy el artista de las autovedas. Ja. Por supuesto, para aquellos que bajaron cifras sin lograr conmoverme el disco de Spinetta y Los Socios del Desierto automáticamente aumenta de precio, y mis hijos y herederos -aunque yo muera- se beneficiarán con creces con este esfuerzo. Es sólo cuestión de saber esperar.
Debo aclarar también que ciertos medios gráficos, supuestamente rockeros, son sólo seudópodos del poder de ciertas discográficas y es por ello que actúan reptilmente en contra de los músicos. Es sólo una cuestión de ignorancia. Es cierto que nunca antes me esforcé tan directamente para hacer pública una declaración como ésta; pero es mi obligación como padre la de advertir, a todos los pibes que hacen buena música, de las trampas que les esperan y alentar en ellos el valor que necesitarán para sortearlas. La polución y la contaminación de este planeta no es sólo aquello que afecta a los ecosistemas, también es lo que late en los cerebros envenenados que restringen la creatividad, sólo para ambicionar aún mayor poder. Así se destruye el campo donde florecerían las nuevas generaciones de músicos argentinos.
Luis Alberto Spinetta
El comunicado fue difundido inmediatamente por los medios, que remarcaban que Spinetta había realizado recientes recitales multitudinarios que comprobaban su vigencia. Sólo ese año había reunido a 150 mil personas en dos shows al aire libre. El texto del Flaco también hacía referencia a errores garrafales propios de las primeras reediciones en CD que hubo en el país, como la del último disco de Invisible, que rezaba SPINETTA – MORO – MACHI en la portada, confundiendo a Pomo Lorenzo con Oscar Moro, baterista de Los Gatos, Color Humano y Seru Giran, y omitiendo a Tomás Gubitsch, el cuarto integrante de la banda.
Pocos días después, el domingo 13 de octubre del 96, el diario Clarín publicaba un artículo en el que entrevistaba a diferentes representantes de las discográficas descalificadas por Spinetta. Las declaraciones de los ejecutivos del disco hoy suenan ridículas y disparatadas, pero así eran las cosas. Hugo Casas, que se desempeñaba como director artístico de EMI, aseguraba: “Spinetta propone un disco doble y tiene que convencernos de que es necesario un disco así”. Adrián Muscari, director artístico de Polygram, decía: “La plata que pide Spinetta es importante pero, de hecho, hemos comprado discos más caros. Hay trabajos que son obras de arte y no tienen precio. Lo que pide Spinetta nos pareció excesivo, lo que no quiere decir que sea caro. Pero no es caro para un artista que vende medio millón de copias”. También opinaba Juan Pedro Zambón, de MCA, que afirmaba: “Spinetta tiene razón. Es cierto que nadie le paga lo que él pide y también es cierto que las compañías están detrás del negocio rápido. Pero él también puede editar por un sello independiente. Y no lo hace”.
Spinetta pedía 200 mil dólares, que en ese momento también eran 200 mil pesos. “200 mil más IVA”, aclara Torres. ”Ya que estaba embalado, decía ‘ah, ¿no me editan?, 200 mil más IVA’”. Para el bajista, la polémica obedece a que los empresarios discográficos “son bastante mediocres”. “Son ex músicos que no les ha ido bien o no son buenos músicos. Eso les impide ver, es como una sombra que tienen. Todo lo negativo que tienen por no ser se les presenta como un velo que les impide ver lo bueno en otras personas. Entonces pasó eso. Así que no fue soberbia lo de la carta, porque es muy desagradable ser un artista tan reconocido musicalmente y que nadie te quiera editar un disco. La prensa lo respaldó después de la carta y al toque la Sony se hizo cargo”.
El disco doble Spinetta y Los Socios del Desierto apareció en abril de 1997 a través de Sony Music. Por esos días, Oscar Finkelstein, de Clarín, escribió: «De haber sido otro, Spinetta hoy sería juzgado como un oportunista que aprovechó las idas y venidas de su dilatado y conversadísimo contrato discográfico para generar una expectativa que sí consiguió, pero sólo con las canciones que fue haciendo escuchar en sus contadas actuaciones en vivo de los últimos años. Un prolijo trabajo de marketing que, en su caso, es apenas una muestra de la libertad de elección. Con este disco, Spinetta prueba que el trabajo de un creador tiene su precio. Y que no necesariamente todos los hombres tienen el suyo”.
El álbum tenía 29 canciones y cuatro tracks sueltos armados con extractos de canciones o efectos. “Hay pequeños fragmentos instrumentales tocados por Los Socios y unos audios utilizados como separadores que creo que eran algo que trajo su técnico de grabación, Mariano López, si mal no recuerdo”, duda Cardone. El disco empezaba con “Cheques”, que consiguió una buena difusión. Como había sucedido con “Seguir viviendo sin tu amor”, Spinetta sonaba en las radios. “Cuenta en el sol” también llegó a rotar, en menor medida. Con el tiempo, “Jardín de gente” se convirtió en una de las más reconocidas gracias a la mezcla entre melodía dulce y una letra poética pero muy directa. “Y parece que cada día esas letras adquieren más relevancia, más actualidad -agrega Cardone-. En mi ciudad natal, Rosario, los concejales acaban de echarse atrás con la prohibición del uso del glifosato, un hecho totalmente vergonzoso para toda la humanidad. Y ves en tu cara parte del collage de la depredación humana”.
“Una vez que apareció el disco empezamos a tocar más pero nunca todos los fines de semana. Eso no le gustaba (a Spinetta), al contrario, cuando salía un show era ‘pará, ¿en qué condiciones?’. Fuimos a tocar a Chile. Varias veces a Córdoba, a Rosario, Tucumán”, recuerda Torres. En vivo, Los Socios eran, según el bajista, “como una formación tipo Who o Zeppelin: bajo, batería y guitarra, los tres juntos, cerquita”. “Yo tenía el equipo de bajo del lado de Luis y Luis tenía el equipo de guitarra de mi lado para monitorearnos mutuamente, pero no teníamos monitor. El monitor era la voz de Luis nomás. Nosotros tocamos para cien mil personas en Palermo con una mesa de 16 canales porque no hacía falta más. Eso también era el motivo del sonido del grupo, porque no había muchas cosas abiertas, no había mucha parafernalia técnica”, dice, y agrega: “En San Luis estuvo Ricardo Mollo, que cantó ‘Como el viento voy a ver’. Después se arman diferentes proyectos. Se arma el unplugged, se hizo el video de ‘Cheques’”.
El video de “Cheques”, dirigido por Eduardo Martí, fue otro de los momentos inolvidables de aquella etapa. A diferencia de filmaciones previas, caseras y rudimentarias, armadas con lo que había a mano, como la de “Seguir viviendo sin tu amor”, esta vez Spinetta y Martí tenían el presupuesto suficiente como para filmar en plena línea B del subte de Buenos Aires. Ocuparon vagones que iban y venían desde la estación Florida hasta Alem, contrataron actores, extras y la suficiente cantidad de asistentes como para hacer un clip listo para rotar a toda hora. Además, participaba Peleritti, que bailaba con muy poca ropa y encarnaba a la chica de la letra, que exprimía al protagonista y lo condenaba a pagar cheques, cheques, cheques. Se trataba de una filmación cargada del humor surrealista de Spinetta, que siempre se llevó bien con la cámara. La escena final mostraba el rostro de José Luis Cabezas en la esquina del Luna Park, al amanecer, mientras Spinetta se alejaba a caballito de un robusto corredor al que le había hecho dedo en plena Avenida Corrientes.
El video se estrenó durante una de las emisiones de Caiga Quien Caiga. El programa que conducía Mario Pergolini se emitía los martes por América TV y se había convertido en un espacio ideal para difundir al rock. Ese año, Los Fabulosos Cadillacs hicieron lo propio con el video de “El muerto”. En 1998, vestidos con los clásicos trajes que identificaban a los conductores, Divididos tocó en vivo “Alma de budín”, el primer corte de Gol de mujer.
El Flaco oscilaba entre las apariciones súper mediáticas y movidas de perfil bajísimo. Brindó varias entrevistas a la MTV, presentó el disco en el Hard Rock Café ante una prensa más interesada en su romance que en la música pero también estuvo en la Universidad Nacional de Rosario, donde fue homenajeado, y tocó gratis en el festival MaestroRock, en apoyo a los docentes que realizaban una histórica huelga con una carpa blanca instalada frente al Congreso de la Nación.
El disco Estrelicia fue el siguiente lanzamiento, también por Sony. Era el registro del concierto acústico que Spinetta había grabado en Miami para la MTV. Esta vez, Los Socios estuvieron acompañados por el Mono Fontana, Nico Cota en percusión, Eduardo Martí en guitarra, Rodolfo García en acordeón, Daniel Rawsi en percusión. También participó la Orquesta de cuerdas de Miami. El álbum presentaba catorce de las 18 canciones que sonaron durante el concierto. Clásicos, temas del momento e inéditos.
“El unplugged fue hermoso. Es muy loco cómo laburamos. No tuve otra experiencia parecida. Cada uno llegaba, nos poníamos a tocar y cada uno tocaba lo que tenía que tocar. No había indicaciones, era tan armonioso todo que ni Luis tenía que decir algo. No recuerdo ninguna situación de tensión. En el unplugged hay cosas milagrosas, porque hay temas que tocamos en vivo que no sabíamos cómo terminaban. Y lo ves y todo empieza y termina en su lugar. Eso es una magia total, para mí es emocionante”, recuerda Torres.
El bajista considera que, a la distancia, el concierto se asemeja al formato sinfónico. “Si bien los instrumentos y la música son populares, la atmósfera es de cámara. Todo delicado y en su lugar. No hubo un esfuerzo, no tocamos diez veces el mismo tema. Se manejaba como un grupo de jazz pero con temas que no son estándar. Cada uno iba armando sus arreglos o los iba perfeccionando, pero siempre a partir de una propuesta y aprobación tácita”. Estrelicia fue presentado en noviembre de 1997 en el Teatro Gran Rex con un show que fue mezcla de las dos facetas que Los Socios habían registrado, con una primera parte acústica y una segunda eléctrica.
Pero el estado unplugged duró muy poco. En 1998, el trío volvió al formato crudo. Más podrido que nunca, el grupo se presentó en el Paseo La Plaza, en Buenos Aires, durante tres noches que quedaron registradas en el CD y DVD San Cristóforo, sauna de lava eléctrico, publicado ese mismo año. “Amantes de lo acústico, abstenerse”, rezaba el libro interno del CD, que volvía a representar la necesidad de Spinetta de ir en contra de la corriente, incluso la propia.
En una entrevista con Clarín de julio del 98, Spinetta explicaba un poco la costumbre de cambiar constantemente: “Me gusta laburar con contrastes, no podría enfrascarme, y menos ahora que estoy más grande, cuando naturalmente ya hay un enfrascamiento neuronal”, decía. Más adelante, insistía con un discurso que sí se mantenía coherente: “Yo presento lo mío y si al mercado le gusta, bien. Siempre fue así, hasta cuando concedía treinta notas por mes. Si existe un mercado es porque a alguien le apetece ganar guita con lo mío. Entonces yo quiero un fangote. Me encanta estar fuera del mercado. Me hace reverdecer estar en una actitud incendiaria, que el sello quiera tener al ícono. Me encanta, porque hago lo que quiero y las obras son inmaleables”. Y agregaba: “Estoy más leche hervida que nunca, más cínico frente a ciertas cosas. Cuando quiero dar algo bueno, sé que la gente lo ama. Y eso es lo más grande que un artista puede tener. Con eso ya estoy hecho, no necesito el reconocimiento del público ni del ranking. Es lo más valioso que tengo, el amor de la gente. O de los maestros, que me eligen para llevarme de la mano. ¡Me dicen maestro mientras ellos aguantan adentro de la carpa!”.
San Cristóforo fue grabado a un volumen demencial y recibió críticas diversas. El disco plasmaba en vivo el repertorio de Los Socios y contenía versiones que habían sonado mucho en esos años, como la podrida «Ana no duerme» que solía abrir los conciertos. También «Me gusta ese tajo» y «Rutas argentinas», rocanroles básicos que cuadraban de manera perfecta, y hasta un cover de «Sucia estrella» de Ratones Paranoicos. Había canciones nuevas («Estás acá», «Piluso y Coquito», «San Cristóforo»). El CD venía acompañado por una figura en miniatura del santo en cuestión, que en la portada salía tan encendido como los equipos del trío. En el DVD se percibe de cerca la dinámica entre Spinetta, Torres y Wirzt y también algunos detalles, como los anteojos protectores que utilizaba el Tuerto para que las astillas de los palillos, que estallaban por la fuerza de los golpes, no se les clavaran en los ojos.
“El trío es como una base muy sólida. Te permite volar y al mismo tiempo te permite estar en la tierra. Sin esos tres elementos no estaría completo. Y a la vez, al ser sólo tres, permite una individualidad más presente. Yo pienso que en el próximo disco que vamos a hacer, y que ya estamos elaborando, habrá trío más otras cosas”, decía Spinetta en una entrevista de mayo de 1999, otra vez para Clarín. El Flaco anticipaba lo que sería el sucesor del doble. “Va a ser otra cosa. Más lírico”, agregaba, y detallaba que el futuro tendría “menos distorsión y más tonos”.
Antes apareció Elija y Gane, un compilado de canciones de los 80 seleccionadas por el propio Spinetta. Estaban “Rezo por vos”, “Ludmila”, “Alma de diamante”, “Nunca me oiste en tiempo”, “Resumen porteño”, “Águila de trueno”, “Águila de trueno, parte II”, “Era de uranio”, “No te alejes tanto de mí”, entre otros, además de una versión en vivo de “Muchacha (ojos de papel)” grabada en los mismos conciertos que sirvieron de base para Exactas. El único tema inédito de estudio era “Correr frente a ti”, interpretado por Los Socios, una balada que había quedado afuera de Estrelicia y que formaba parte de las listas de los conciertos de la época.
A fines de 1999, Spinetta y Peleritti ya no eran pareja. El 13 de diciembre apareció Los ojos, el segundo disco de estudio de Los Socios del Desierto. Catorce canciones que habían perdido la furia y el humor y se movían en un universo lírico de poesía urbana y melancolía. “La electricidad de los últimos años muta en melodías spinetteanas ciento por ciento, con arreglos precisos y certeros. El piano toma protagonismo, el conjunto de cuerdas acompaña en los momentos adecuados y, como en los viejos tiempos, la guitarra acústica vuelve a tener su lugar”, escribió Sebastián Ramos en La Nación.
Las letras del disco desbordaban tristeza y angustia por el amor perdido: “Maldigo que otro pueda ver tu cuerpo prodigioso y desnudo”, “Estoy vaciando mi pena en tu pecho abierto”, “He contado cada gota de lluvia que cayó”. “Ven vení”, “Ave seca”, “Guíame” y especialmente “Perdido en ti” sobresalían en un disco parejo, difícil pero hermoso. Al mismo tiempo, en este álbum se nota claramente el material que Capusotto y Saborido usaron para armar el personaje de Luis Almirante Brown. ¿O acaso “ven a volar en mi ave seca” no es la manera poética y súper culta de decir “acá tengo un canelón con raya al medio”?
Musicalmente, Spinetta cumplió su promesa y agregó recursos al trío. De Los ojos participaron, tal como reza el libro del CD, “otros socios intrépidos cuyos aportes han sido increíblemente buenos”. Ellos fueron Claudio Cardone, Mono Fontana, Tweety González, Javier Malosetti, Didi Gutman y Grace Cosceri, que grabó coros descomunales. Carlos Villavicencio realizó arreglos y dirección de orquesta. De Los Socios del comienzo sólo quedaban los inevitables e inconfundibles golpes que el Tuerto le daba a la batería. Torres no desentonaba pero hoy no parece tener un gran recuerdo. “Los ojos es bastante extraño. No recuerdo mucho, no hubo un trabajo para ese disco. Fueron quedando temas que eran de un momento, que se grabaron, pero él después los produjo. Fue diferente. A partir de unas bases o temas que habíamos grabado, monta arreglos de cuerdas, ya trabaja más. Por eso no es tan Socios. Es diferente al disco doble. De alguna manera, lo que ya estaba craneando Spinetta no contemplaba de alguna forma la impronta de Los Socios. Quizás la incluía pero no era el resultado final”, explica.
Cardone, sin embargo, destaca la participación de la base: “El Tuerto era más de una escuela zeppeliana, digamos, aunque le gustaba escuchar música negra, Litto Nebbia, otras cosas que nada que ver. Mientras que Marcelo tiene un estilo más fusionado. La mixtura de ambos lograba algo original. Escuchar baladas como las que hay en Los ojos pero con ese audio y ese toque de batería, más con esos bajos atípicos, crean un clima muy especial e irrepetible”.
A diferencia del álbum doble, la grabación de Los ojos no fue en vivo. La única foto del disco mostraba a un Spinetta cabizbajo, en sintonía con el ánimo de las canciones, y completamente solo. De los viejos buenos tiempos sólo quedaba el pelo teñido de naranja.
El último show de Spinetta y Los Socios del Desierto como trío fue el 26 de noviembre de 1999 en el estadio Chateau Carreras de Córdoba. “En un momento decide que no va a seguir con el grupo, entonces me llama y me dice ‘Marcelo, no vamos a seguir’. No hubo ningún punto específico, creo que fue más artístico”, recuerda Torres.
Sin embargo, la participación de Wirzt y Torres no terminó allí. El disco de 2001, Silver Sorgo, apareció como un álbum solista de Luis Alberto Spinetta pero fue armado a partir de grabaciones descartadas de Los Socios. “Yo hacía un año y medio que no tocaba con Luis y toco en la mitad del disco”, cuenta el bajista, que recuerda que el Flaco lo llamó para pedirle autorización para utilizar las tomas.
Daniel Wirzt murió en febrero de 2008, a los 49 años. Spinetta falleció en febrero de 2012, a los 62 años. A fines de 2017, Sony lanzó una reedición de lujo del disco doble, un box set con libros y cuatro vinilos que cuesta una fortuna.
En diciembre de 2009, Spinetta, Torres y Javier Malosetti, fan confeso del trío, tocaron por última vez las canciones de Los Socios del Desierto durante el show de Las Bandas Eternas, realizado en la cancha de Vélez. Esa tarde, Torres caminó desde su casa hacia el estadio: “Yo sabía que se iba a hacer ese concierto pero respecto a Los Socios era complicado porque el Tuerto ya no estaba. Así que había decidido ir al concierto como público. Pero por suerte Luis me llamó y me dijo que Javier quería tocar la batería. Me preguntó qué me parecía, si estaba de acuerdo. Le dije por supuesto. Estuvo buenísimo”.
Gracias a Marcelo y Verónica Torres, Juanjo Carmona, Tony López, Sergio Ponfil, Sandro Mansilla y Roque Di Pietro, quienes colaboraron para la realización de este artículo publicado originalmente en el número 27 de la revista Rock Salta.