Mi Amigo Invencible llevó las canciones de su flamante Dutsiland a Córdoba. Cobertura del show junto a Tobogán Andaluz.
Texto: Federico Rodríguez Lescano
Fotos: Matías Egea
Como parte de la gira por el lanzamiento de su nuevo disco, Mi Amigo Invencible se presentó en Studio Theater de Córdoba. Mostrando lo nuevo desde Dutsiland (2019) y un par de clásicos de su extensa discografía, el gran exponente del manso indie se insinuó ante el publico con una fuerza y conexión pocas veces recibida desde otras bandas actuales. El soporte estuvo a cargo de los modestamente iluminados Tobogán Andaluz, con un intenso indie pop de a ratos y una dosis de rock platense. Algunos puntos altos gracias a la respuesta masiva en «Lo que más quiero» o «Canción de navidad» desde su remasterizado Viaje de Luz (2017), reavivaron las energías y abrieron el escenario para los buenos amigos cuyanos.
Cuando fue el turno de MAI, el festejo improvisado del día del amigue largó con el septeto sorteando algunas desprolijidades menores de sonido y una hipnótica introducción cercana al Lado Oscuro de la Luna. Raptando las miradas atentas en un espacio clásico para el indie argentino, los mendocinos supieron encausar el momento y para arrancar el setlist enlazaron la homónima «Dutsiland», con suavidad y fineza en una atrapante red performática. Para ponernos a tono de la velada y continuar con ímpetu el popurrí seleccionado, del reciente material sonaron el magistral «Desayuno Continental», el hitazo seguro «Fósil», el groovero a puro bongos de «Bip Bip No Me Hables» y el coreable «Loco Trópico». De las viejas perlas se repasó «Nuestra Noche», «La Danza de los Principiantes», el ya himno «Máquina de Tiempo» y el agitero, hecho pogo por el público , «Edmundo Año Cero».
Todos los músicos tuvieron su protagonismo, con el balance necesario para un motor correctamente aceitado, aunque con leves momentos de dudas. Pablo Di Nardo en los sintetizadores tuvo un par de entradas y salidas esporádicas del escenario sin razón en medio de las canciones, Mariano Castro tuvo poco volumen y se destacó el trabajo brilloso de Leonardo Gudiño en las percusiones, alentando esa futurista base rítmica con octapad que los ahora casi porteños llevan adelante. Al final del show, luego de los agradecimientos y despedida, el cantante Mariano Di Cesare entre el desarmado comentaba íntimamente la felicidad por la recepción del disco y la importancia de la divergencia en las influencias sobre el grupo.
Una banda enorme por su frescura sonora y creativa, como así también por su atención a los detalles y la simplicidad global. Un tanto tirada a menos por los grandes medios, por la floja prensa reciente desde la capital, y más cuando su último álbum es literalmente una pieza maestra de arte. Por su naturaleza de bomba sorpresiva, tal vez sea una cuestión de tiempo y de asimilación para que la obra comandada por Di Cesare y el guitarrista Nicolás Voloschin tenga sus créditos merecedores.
Acá podes leer la reseña completa de Dutsiland, uno de los mejores discos de este 2019.