El libro repasa la historia de Serú Girán.
La tapa de este libro dice que estamos ante la presencia de “la banda que lo cambió todo”. ¿Los Beatles? Casi. Los Beatles argentinos, Serú Girán, el grupo que Charly García formó en 1978 después de aburrirse de La Máquina de Hacer Pájaros. Un conjunto (para hablar con términos de la época) con músicos enormes en todas sus filas. Además de Charly lo integraban David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro, artistas que merecen un libro para cada uno.
La comparación con los Fabulosos Cuatro es un clásico. Por suerte Serú Girán fue mucho más que un reflejo de los de Liverpool. Entre lujurias y represión (Sudamericana, 2019), de Mariano del Mazo, aborda de manera excelente la trayectoria de la banda que duró apenas cuatro años, entre el 78 y el 82, y luego tuvo un plus de unos meses en 1992 con aquel regreso errático y deshilachado que los llevó a llenar River en un par de oportunidades.
Todo fan del grupo va a disfrutar mucho con la lectura de este libro. Las anécdotas y el análisis de los discos y canciones de la banda hacen que las páginas avancen con entusiasmo encendido. El que quiera acercarse para empezar a conocer a Serú se va a encontrar con una guía excelente, detallada y precisa de lo que este cuarteto significó en su momento y de la importancia que aún mantiene.
Es para destacar la introducción donde el autor confiesa su fanatismo por la banda y repasa momentos de su juventud. Un retrato que toda persona que tenga a la música como un eje dentro de su vida sabrá apreciar. Además, en esta época de autorreferencias de red social, días en que las anécdotas personales o las selfies a veces abundan más que las del muerto de turno, se agradece que Del Mazo haya compilado esos recuerdos al principio y no los haya desparramado por todo el libro.
El autor, nacido en 1965, es uno de los periodistas de música más conocidos del país. Entre sus trabajos recientes se encuentran los libros Fuimos reyes, la historia de Patricio Rey, escrita junto a Pablo Perantuono; y Sandro, el fuego eterno. Conversamos con él sobre Serú y algunos aspectos de su trabajo para el libro.
– El recuerdo de Serú con aquellos conciertos desparejos del 92 se manchó un poco. ¿No te parece que el disco en vivo de 2000 reivindicó de alguna manera esa imagen final y puso las cosas en su lugar?
– Yo creo que ese disco en realidad lo que pone en su lugar es la historia en vivo de la banda en su período original, porque son unas grabaciones que corresponden a diciembre del 81 y superan ampliamente lo que salió como discografía oficial en su momento, que fue el disco en vivo No llores por mí, Argentina (1982). Ahí la banda no refleja exactamente el sonido de lo que ocurría en vivo. Lo que tiene de interesante el disco aparecido «misteriosamente» en el año 2000 es que nos viene a recordar lo que eran en vivo en el 81. Una locomotora, una máquina ensamblada. Sonaban bárbaro, estaban en un estado de gracia. Estaba todo en un punto justo de fuerza, de melodismo, de equilibrio. Lo que era Serú Girán realmente. Me parece que lo del 92 fue otra cosa. Lo del 92 jugó con la emoción más que con lo musical. Fue toda una movida a destiempo, ya había pasado toda al década del 80, había pasado muchísima música y lo más interesante en ese momento lo estaban haciendo otros artistas y otras bandas. Es un momento clave de los Redondos, de Soda Stereo, de otros grupos. Pero sí me parece asombrosa la aparición de esa grabación, que es finalmente el mejor registro en vivo de Serú Girán.
– Siempre pensé que “No puedo dejar” es un anticipo de algunos rasgos de la etapa Say No More. Que es la primera vez que Charly se muestra en un disco como alguien capaz de descontrolarse en cualquier momento. ¿Coincidís?
– Más que anticipar el período Say No More, que no es tan cancionístico, tan melódico, es prácticamente como un tema de discos como Filosofía barata. Es un tema muy espejado en lo que Charly estaba haciendo como solista en algún momento a fines de los 80 y principios de los 90. Me parece que tiene todo ese condimento. La letra por supuesto refiere a un estado tóxico pero no tenía la confusión cancionística que tuvo el período Say No More. Pero me parece que eso pasó con muchos temas. Me parece que «No puedo dejar» puede llegar a ser como el «Llorando en el espejo» de la década del 90 en Serú Girán. «Llorando en el espejo» también es un tema confesional, en primera persona, un tema cuya letra y música son más individuales que grupales. Creo que va por ahí.
– ¿Si los Serú fueron los Beatles argentinos a Moro aún hoy le cabe la misma subestimación que padece Ringo?
– Sí, creo que sí. Igual no deja de ser una broma porque todas las analogías son un poco forzadas. Pero sí es cierto que ocupó ese lugar y quizás raspando un poco la olla uno puede pensar que la banda podría haber funcionado igual con otro baterista, que es algo que ocurrió también con Los Beatles. Y también en cuanto al carácter que tenía Moro, que era una suerte de unión entre las vanidades. Yo creo que un poco se acaba ahí, pero coincide en que ocupa ese lugar. Distinto es si hubiese sido un batero como Javier Martínez. Lo de los «Beatles argentinos» yo lo hablo en el libro, tiene como una suerte de sentido, por un lado, y por otro no deja de ser un eslogan del periodismo o de los libros de la época.
– Escribiste libros sobre Sandro y Los Redondos, ahora Serú. ¿Cómo lográs abordar historias de artistas tan grandes sin entrar en un camino de investigación inabarcable?
– Creo que es cuestión de tener más o menos claro a dónde uno quiere ir con un libro. El de Serú lo tengo más identificado con el de los Redonditos, en el sentido que traté de aplicar tres registros: uno periodístico, biográfico, de contar la historia de un modo más o menos objetivo; después otro registro que es más analítico, más musical, ver de qué iba cada disco, pensar qué relación tenía con algunos discos de la época; y finalmente el contexto histórico político, que en el caso de Serú y en el de los Redonditos de Ricota fue muy importante. El de Sandro es otro libro, yo lo dejaría un poco al costado. Tiene un tratamiento más específico. Creo que hay un momento en el que menos es más y que cuando la historia está más o menos redondeada hay que poner un freno porque si no se hace un libro eterno y no es ése mi objetivo. Mi objetivo es que sea un libro que tenga una prosa disfrutable, entretenida y ágil. A veces se logra y a veces no.