El extraordinario bajista se presentó en la capital de la vecina provincia y deslumbró a un público que se entregó desde el primer momento. RS estuvo ahí y te cuenta lo que pasó.
Noche peculiar y deslumbrante
Texto y fotos: Alejandro Wierna (corresponsal) – awierna@rocksalta.com
Los que aún no llegamos a los treinta años tuvimos que lidiar mucho tiempo con el fantasma de los shows internacionales que habían pasado por Tucumán. En una mezcla de envidia y dudas escuchábamos historias de cómo habían visitado la provincia (a principios de los noventa) bandas como Duran Duran o Roxette.
Afortunadamente, desde hace poco más de un año las cosas comenzaron a cambiar, incluso para el norte (con los memorables shows góticos/metaleros de Salta). Y si el año pasado nos sorprendimos con un show de The Wailers a sólo unas cuadras de casa, la posibilidad de ver a una figura de la talla de Tony Levin no era algo menor.
El trío Stick Men llenó el Teatro San Martín a mitad de semana, en lo que fue una de las noches más peculiares que se pudo vivir en los últimos años, si de rock hablamos. El público estuvo compuesto, casi en su totalidad, por cuarentones/cincuentones que acompañados de sus parejas y con disco bajo el brazo (se vendía como pan caliente en la entrada), intentaban revivir sus épocas de frenesí.
El show arrancó a las 22, tras la bienvenida e indicaciones brindadas por una voz femenina en off (como en un avión). En un falso, pero respetable, español el mismo Levin se despachó con un “Hola Tucumán” y la magia comenzó.
Definitivamente el lugar fue el perfecto para su propuesta, el sonido acompaña y la comodidad de hundirse en una butaca era impagable.
No hubo una gran apuesta escenográfica, ni mucho menos. Es más, cada músico tuvo a mano su pc para disparar efectos y loops, y no reparó en salirse de su pose para acercarse a la misma. Lejos de la desprolijidad que esto podría haber creado, se logró un clima intimista, que pudo haber pasado como un perfecto ensayo público.
El trío que gira en estos momentos está compuesto por Pat Mastelotto (ex baterista de King Crimson), y Markus Reuter (en reemplazo del guitarrista Michael Bernier), un repuesto alternativo que sorprende por su excelente performance y técnica deslumbrante.
El track list fue bastante variado, incluso con varios covers de King Crimson. Los momentos más álgidos fueron “Hand”, “Indiscipline”, “Big Dog” y “Absalom”. No se trató de músicos exquisitos, sino de unos “trabajadores del sonido”; tipos mecánicamente precisos como relojeros y con una energía muy envolvente.
El sonido fue arrasador, los solos de Levin se respetaron tanto que ni siquiera hubo gritos o fotos en ese momento. Podemos afirmar que Tony es el cerebro, pero Pat es el dueño del escenario. Cual pulpo, Mastelotto coordina, toca, usa todo recurso a su alcance y juega con el público. Es la fuente de calor que requiere tanta precisión y calma presente en los otros dos músicos.
A la hora y media del show hicieron un mini break, con su obligado retorno. La ovación de pie y esa suerte de “arenga” improvisada que se formó emocionaban. No había una postura en ese jueguito de me voy, y llámenme para que vuelva; tanto músicos como público querían un poco más.
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