Hablan la madre del joven que está en coma y un representante de la productora Fénix, encargada de la organización del evento. RS te lo cuenta.
Pasan los días y los casos de Rubén Carballo, en particular, y de la represión que se vivió en la puerta del estadio de Vélez antes del concierto que brindó Viejas Locas el pasado sábado, en general, van entrando en una zona gris. Quizás, una zona gris parecida a la que alberga ahora al propio Rubén, que permanece internado en el Centro Gallego con un delicado estado de salud, luchando por su vida.
Mientras tanto, la Justicia toma cartas en el asunto: luego de la denuncia que hizo el padre de Rubén en la comisaría 44ª, la Fiscalía en lo Criminal de Instrucción II, a cargo de Eduardo José Cubría, lleva adelante la investigación. En la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, la Defensora Alicia Pierini ya recibió más de veinticinco denuncias. «Todas hablan de una represión descontrolada de la Policía y una pésima organización», explicó.
«Nosotros tenemos veinte años de shows: hemos trabajado con todo tipo de público. No nos sorprende ni nos desborda. La verdad que no pasó nada de eso, sino que hubo un grupo de violentos que generó esto», explica Marcelo Dionisio, el gerente general de Fénix, la empresa que organizó el show. En los días siguientes a los incidentes, mientras la opinión pública se preguntaba cómo se organizaban los recitales, Fénix mantuvo un perfil bajo. Pero ahora, frente a Rolling Stone, llegó el momento de tomar la palabra: Dionisio calcula que había 40 mil personas en Vélez el sábado pasado y descarta la sobreventa. «Los tickets que se vendieron fueron 37.900», dice. «La municipalidad autorizó 40.500, pero un día antes, por una cuestión de impacto ambiental, nos bajó el número a poco más de 36.000. Eso es una locura. Lo que hicimos fue no vender más, pero dejar pasar a los que tenían tickets».
La organización del show había comenzado en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde Fénix presentó el plan del evento: «Explicamos cómo iba a ser el formato, si iba a haber gente sentada o sólo parada, para cuánta gente lo queríamos habilitar, cuáles eran las puertas de acceso, cuál era el plan de emergencia, bomberos, ambulancias, etcétera. La municipalidad aprobó el proyecto y exigió un acuerdo con la Policía Federal».
¿Y qué hay de Vélez? Dionisio no involucra al club en los hechos: «El club sólo nos alquila el estadio y nosotros nos hacemos cargo de la seguridad interna y la policía de la seguridad externa». Se habló, también, sobre la presunta participación de la barra brava del Fortín en los incidentes. ¿Planearon sus integrantes una venganza por haberse quedado sin entradas de Viejas Locas para la reventa? Responde Dionisio: «Eso es una pavada total. Te lo descarto de plano».
Eso sí: el despliegue policial fue digno de un partido de fútbol caliente. «Todo se hizo en conjunto con la policía, acá no hubo decisiones unilaterales: por la envergadura del evento le pedimos que hubiera un nivel de seguridad de un partido como el de Huracán-Vélez de la final del torneo Clausura», sigue Dionisio. «Y además se tomaron medidas adicionales: se puso un vallado de 400 metros con cuatro pulmones, se hizo cacheo cada cien metros, se sacaron elementos que pudieran ser contundentes o de riesgo, como los encendedores, y contratamos personal de limpieza adicional».
Pero algo salió mal. «Pensamos que había más de 30 mil chicos que venían con su entrada en la mano, totalmente entusiasmados, pero hubo un grupo que, como siempre, rompió el formato y quiso entrar de prepo: se enfrentó con la policía y la seguridad privada, y cuando se armó el desmán la policía decidió aplicar los procedimientos para este tipo de casos, decidió reprimir», considera Dionisio. «Lamentablemente, un grupito terminó empañando lo que era una fiesta para todos los chicos del rock. Armamos todo para que se disfrutara, no para que terminara así».
¿Qué pasó con Rubén? Todavía es difícil saberlo. «Él mandó un SMS a las doce de la noche, pero su amigo no lo recibió. Ese amigo lo llamó después, a la una, pero Rubén ya no respondía», cuenta su madre, Alicia Ortiz, y agrega que su hijo está gravemente golpeado: habla de marcas de bastonazos y de balas de goma, y dice que además el chico está bañado por la pintura que arrojaban los carros hidrantes. Es decir, que pudo haber quedado en medio de los disturbios. Lo que Alicia no puede aclarar es qué pasó con Rubén desde el momento en el que se separó de sus amigos (en medio de los incidentes, en la avenida Juan B. Justo, cerca de la puerta 6 del campo) hasta las dos de la tarde del domingo, cuando unos pibes que jugaban al fútbol lo encontraron inconciente y en coma, en el Polideportivo Ferroviario, a un par de cuadras. Esa es, por ahora, otra zona gris de esta lamentable historia.
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