El cantautor presentó su último disco en nuestra ciudad. Repasos de una noche íntima.
En un bosque íntimo colmado de salteños, el universo musical de Adrián Berra tuvo su recorrido en El Teatrino. Un repertorio amplio, representativo, clásico y moderno para la presentación de Respirar bajo el agua, su último disco.
Todo ocurrió el sábado 20 de abril, en medio de una gira que también tuvo paradas en Tucumán y Jujuy. Adrián y Tomás Sanguinetti iniciaron con «De dónde vengo» y fueron surfeando con tablas-guitarras en la noche, que se abría suave con brisas otoñales, dando una atmósfera perfecta para hacer el fogón musical en donde explayar los sueños.
Refugiados entre los cerros del valle, Adrián y Tomás tocaron desde el llano de su corazón musical. Desplegaron colores, sabores y atmósferas. «¿Dónde vas a dormir?», preguntó Adrián en su tema «Impulso», y permitió reflexionar, hablar con las fantasías, con el niño interior. Sanar las heridas, marcar el camino más humano posible, sin dejar de ser sinuoso e inusitado.
Con un público fiel y nutrido, Adrián fue anudando temas clásicos y contemporáneos, amalgamando entre el imaginario musical de los presentes con temitas recién salidos del horno lirical en la experiencia de lo que es girar con la música en las bandejas-escenarios del NOA.
Todos cantaron «Un beso en la nariz», «Evolución» y «Efecto de sincronicidad», donde Adrián explicó que era un concepto de un sorpresivo “desaprender” a mitad de concierto que dejó a todos perplejos. Antes de hacerlo, tiró «¡Ya fue!», dejó que el público vaya eligiendo temas, saliendo algunos muy conocidos y sacando a relucir otras joyitas. También cantó/leyó unas instrucciones y recomendaciones que dejó de una casa que habitó en Uruguay. Más que instrucciones, sonaban como consejos de vida.
En un momento, ya con dos copas de vino cafayateño en el escenario, pidió al público silbar un temita que había compuesto hace poco, por lo que a las guitarras se sumó un coro de silbidos que ampliaron y profundizaron la conexión. El clima distendido y la confianza se extendieron. Adrián solicitó ruidos de la selva, dando un colchón musical para que se desplieguen los sueños vívidos de lograr un encuentro cultural frente a la desidia liberal.
Después de amagar irse como cuatro veces, cerró con «Sigue» en un homenaje al rock nacional, aquellas canciones que alimentaron las letras berrianas y las fantasías de todo un pueblo. Hoy más que nunca, frente al avance bestial del individualismo y el neoliberalismo feroz, clama por la posibilidad de encontrarnos, llorar nuestras penas, cantar las alegrías y reconocernos en esa comunidad imaginada que abraza la canción.