Alika cerró una fecha gratuita de gran convocatoria en pleno invierno. El público disfruto a Jardineros y se bancó la helada y a los MC locales.
La previa al show se vivió por Facebook desde mediados de junio: ahí se anunció el recital y la metodología para conseguir las entradas. Y es que a pesar de ser gratuito el lugar cedido por la municipalidad, tenía una capacidad limitada. Por eso se dispuso que para ingresar se tenía que conseguir el ticket correspondiente. La sorpresa llegó cuando se desató la locura salteña por Alika y se agotaron 1500 entradas en menos de dos días. En ese momento, el evento armado en la red social se transformó en un hervidero donde muchos descargaron la bronca por no haber obtenido el pase; y otros mostraron mucho desconocimiento de lo que predica en sus letras la princesa del reggae. La organización manejó bien este tema, a pesar de (lógicamente) verse superada por la demanda.
El reggae todavía mantiene una fuerza importante hoy en día, pero en la difícil convocatoria salteña es muy llamativo que más de 1500 personas quieran ver a un artista en formato sound system. Más cuando la artista en cuestión había venido con banda en 2008 y (siendo generosos) convocó la décima parte de público. Sin dudas, el vuelco hacia la cumbia y otros ritmos latinoamericanos que hizo Alika a partir de 2008 tiene muchísimo que ver, pero a pesar de esta buena actualidad de la cantante, ¿cuánta gente hubiera asistido si la entrada hubiera costado $15, $30 o $50?
Que el show sea gratis es algo que moviliza al público local y si el artista tiene que ver con el palo reggae seguramente dará su frutos y está perfecto que la municipalidad brinde los medios para que suceda, para que no pase sólo en el palo del folclore berreta, léase Guitarreros y similares. No estaría mal soñar con una fecha bancada por la municipalidad con la actuación de Tren Loco, Eruca Sativa o Cielo Razzo, por ejemplo. Eso sin meternos en la histórica negación de la autoridades para brindar espacios fijos y sonidos acordes a las bandas locales; pero si alguien está prestando atención esta actualidad puede cambiar tomando como ejemplo lo vivido con Alika el viernes 6 de julio.
Todo arrancó a las 20.40 con el Candombe Atalachurti: aparecieron desde el fondo, golpeando sus tambores, y se colocaron en el centro de la gente y al frente del escenario durante los quince minutos que duró su actuación. Desde la vereda se podía ver todo porque la división era una tapia de metro y medio, luego continuada con rejas para completar más de dos metros. Por esto, varios se habían agolpado en la puerta y vereda esperando alguna entrada salvadora o que dejen pasar.
Luego de controlada la entrada estaba el cacheo policial, que resultó bastante exhaustivo. Al frente del cacheo se encontraba una decena de baños químicos y una ambulancia. A pesar que estos parezcan detalles insignificantes, demuestra la dificultad y los costos que llevan brindar un show para tantas personas. Más allá del frio que hacía, el estacionamiento del Centro Cultural Dino Saluzzi (un típico patio de escuela) ya contaba con más de 300 personas. Con el transcurso de la noche seguirían llegando espectadores hasta lograr alrededor de mil, aunque la cifra exacta no se brindó de manera oficial. Luego del candombe llegaría el turno de DJ Luchex y más tarde el de Morena, habitual colaboradora de El Barco del Abuelo y La Yugular Reggae.
Con muchas dificultades en el sonido (se escuchaba demasiado agudo), la gente se bancó hasta donde pudo las extensas performances de estos dos MC, que a pesar de contar con varios invitados, cansaron. Primero, porque el formato de cantar encima de pistas (justamente, lo que se denomina sound system) nunca fue bien recibido en la ciudad. Y si bien está bueno mostrar artistas locales, también hay que saber retirarse cuando la noche no acompaña: el frio era brutal y la gente fue por Alika y nada más. Escuchar mil veces “Fiesta en el salón, baila todo el salón” harta a cualquiera, pero la gente se comportó y no pasaron de algunos silbidos.
A las 22.30, Jardineros subió al escenario y transformó la fecha en propia. La banda mostró un ska trabajado con algo de cumbia y ritmos de la región; letras combativas, más una buena instrumentación (ahora son siete integrantes). Su lista estuvo compuesta por nuevas versiones de temas que solía hacer Santo Domingo, algo así como un grupo pre Jardineros. El cantante Daniel Murillo definió a esa breve agrupación como “reggae croto”, pero ahora todo creció para bien, ya que cuentan con la base de El Barco del Abuelo, además de un viento que le da sonidos característicos del género. La gente armó buenos pogos, tanto que se tuvo que pedir desde el escenario que no empujen hacia adelante porque había muchos menores cerca de las vallas. Los climas cambiaron mucho de acuerdo a la propuesta de la banda: de la aceleración en “Babylon Show” y “Sigo luchando” al vaivén en las románticas “Quisiera” y “Para ese cielo”.
También versionaron “Zamba para olvidar”, que deja la sensación que las letras de Murillo aportan más que su voz. Con más de una hora de actuación y un raro sketch humorístico, finalmente se despidieron con “Yo me mando”, momento en que se sumó Mauri Maori en guitarras logrando que cinco ¿ex? Barco del Abuelo pasen por el escenario.
Faltando cinco minutos para la medianoche y con una temperatura cercana a los cero grados, Alika subió al escenario, se sacó un poco de abrigo y comenzó a tirar rimas en “No le des fuerza a Babilonia” y “Encendedores”; con mucha buena onda y acompañada de Alex en bandejas y Diego en percusión. El sonido iba y venía, pero como suele suceder en los espacios abiertos, donde mejor se escuchaba era adelante y al centro.
Con “Dem Got No Love” o “Ellos no tienen amor”, la cumbia tomó por asalto el patio del Saluzzi y muchos la bailaron. El siguiente tema vino con dedicatoria (“para toda la gente que quieren que la ganja sea libre. No legal, porque te la va a vender Marlboro, pero sí libre. Para todos los que le gusta plantar.”): “Fuego le vamos a dar”, la cumbia sonidera y ragga que Alika grabó junto a El Traidor (ex cantante de Los Pibes Chorros).
Sin dudas, el romance que vive la cumbia con el reggae en Argentina (y en Latinoamérica también) tiene muchísimo que ver con el ida y vuelta entre los artistas de ambos géneros. El reggae absorbió la gran popularidad de la movida tropical y algunos grupos cumbieros tomaron mucho de la métrica de los distintos estilos jamaiquinos englobados en el reggae. Aunque no viene mal saber diferenciar el Chalchalero del Rolling Stone, porque no es lo mismo Fidel Nadal o Dread Mar-I que Los Umbanda.
El dance hall implica mucho de improvisación, y a los veinte minutos de recital, Alika se despachó con “Estamo acá en Salta, y la gente como está. Los quiero ver cantar, bailar, saltar”. “Para bailar cumbia” levantó a la mayoría, que agitó mucho con esta canción. “Ejercito despierta” sirvió para que la princesa del reggae jugara con el público y mostrara sus dotes de líder de escenario. Pero la memoria le jugó una mala pasada, ya que se le escapó en un par de oportunidades “Acá en Jujuy”, obteniendo una inmediata reprobación del público. Pero ella, tomándoselo con humor, paró todo para disculparse: “Qué mal que estuve, después la de cosas que van a decir, no sé por qué dije eso. Vamos de nuevo para que lo pueda decir bien”.
Después de esto, la ex Actitud María Marta, que portaba un increíble buen humor dijo que sólo quedaban veinte minutos para que todo se terminara, y largó con “Abrazarte (Remix Hold Yuh)”, volviendo a improvisar “Acá en Salta qué está pasando, no veo a la gente que esté agitando. Se quiere quedar, quiere escuchar, quiere bailar, quiere sound system”. Acto seguido, vino la aplaudida versión dancehall electrocumbia de “Pregúntale”. El tema presenta otra colaboración con un artista de la movida tropical, en este caso Jackita.
Luego de 50 minutos, el último tema fue “Costumbre de matar”, a pesar de los gritos y el pedido del público; pero la cosa tenía que terminar ya que el lugar debía de ser entregado antes de la 1. Alika agradeció a los organizadores y los gestos del público que constantemente le demostró un gran afecto. Finalizado el recital, la intersección de Independencia y Santa Fe se transformó en un hormiguero por el egreso de cientos de personas.
A pesar de los detalles para mejorar, la noche dejó un buen sabor y el ex Matadero promete transformarse en una plaza muy interesante para la cultura de la ciudad, y sin dudas que la música en vivo debe de ser un pilar donde apuntalar sobre todo pensando en la falta de espacios que tiene Salta Capital para las bandas actualmente, y así imitar a Jujuy o Santiago del Estero que reciclaron galpones y viejas casas para convertirlos en lugares artísticos.
Riff cantaba “Que sea rock” y hoy en día esa frase está muy en boga, pero la convocatoria de “que sea gratis” o “que sea cumbia” es insoslayable.
Galería de Imágenes de Martín Azcárate