En libro cuenta la historia del disco El jardín de los presentes. Un extraordinario recorrido por los días en los que Spinetta estuvo cerca de Borges y Piazzolla y parió una obra que retrató los ánimos de la Argentina del Proceso.
“Quizás el arte nunca sea tan político como cuando es arte y nada más”. La frase es de Tomás Gubitsch y resume Tigres en la lluvia, la aventura de Invisible en El jardín de los presentes, el excelente libro de Martín Graziano que acaba de publicar Colección Vademécum.
Graziano relata la historia del grupo que Luis Alberto Spinetta lideró entre 1973 y 1976, la banda más de culto que tuvo el Flaco. La más “difícil” y volada. La que nada tuvo que ver con el clima social de la época pero que de todas maneras lo retrató en varias canciones de los tres discos que grabó.
Spinetta, que venía de separar Pescado Rabioso y de grabar Artaud en solitario, convocó a Pomo Lorenzo y a Machi Rufino, la base de Pappo’s Blues III, temible y virtuosa, para conformar un grupo horizontal. Pero el peso de su entidad artística fue mucho más fuerte y dominó casi por completo las creaciones de la banda. “Era casi imposible componer en conjunto o tener la misma fluidez creativa de Luis. Yo sentía una gran vergüenza de mostrarle algo escrito por mí”, reconoce Machi en el libro.
Tras repasar la breve e intensa historia de la banda, Graziano se detiene en los elementos que llevaron a Spinetta a componer El jardín de los presentes (1976), una obra que se transformó en uno de los discos más celebrados del rock argentino. Aparece Gubitsch como cuarto integrante, un guitarrista virtuoso de 18 años que funcionó como la representación corpórea de ese puente que se venía gestando entre el tango, el rock progresivo y el jazz a través de compositores e intérpretes clave como el propio Luis Alberto, Rodolfo Mederos, Charly García y Astor Piazzolla. Hay un fugaz encuentro con Jorge Luis Borges en el departamento que el escritor tenía sobre calle Maipú, en el centro de Buenos Aires.
Pero Spinetta no tomó las influencias directas sino que creó en base a una lectura propia. “El jardín de los presentes acusa menos el influjo de las obras de Borges y Piazzolla que la gravitación de sus mundos”, escribe Graziano, y acierta. Spinetta deja de lado las composiciones progresivas y extensas de Durazno Sangrando y retorna a la canción urbana que había explorado en Almendra, pero no busca una estética de porteñidad clásica. Opa, Zappa, el poeta Gary Snyder y Mahavishnu Orchestra se enumeran en el libro como artistas que se encontraban en sintonía con la banda en 1976. El disco también fue resultado de la necesidad de Spinetta de “abrir las cucas”, algo que a una parte de su público, como siempre, le costaba entender.
“Dentro de Invisible se cifraba uno de los dilemas irresueltos del progresismo: la tensión entre la izquierda y la contracultura”, se puede leer en el libro. También que Spinetta, como Dylan, no reclamaba “mejores condiciones para los obreros” sino que “proponían otra vida: la revolución de los sentidos”. Tigres en la lluvia muestra claramente cómo Luis Alberto Spinetta retrató los ánimos de la última dictadura militar a pesar de haber intentado lo contrario. Canciones como “Las golondrinas de Plaza de Mayo” tuvieron una carga simbólica distinta para el público. Spinetta no hablaba de exilios, viajaba directamente al espacio en “El anillo del Capitán Beto”. No fue explícito como Charly en Películas (1977), de La Máquina de Hacer Pájaros, pero transmitió la paranoia del encierro, cierta nostalgia por lo pasado y la sensación de incertidumbre del presente. Era, finalmente, “un cósmico de barrio” que latía con su tiempo.