Entrevistas

Sin ninguna careta

Influenciado por Daft Punk, Bruno Arias se propone renovar el folclore. El lento y firme camino de un artista hacia la consagración popular.

Foto: Ignacio Babino

El Carmen es un pueblo chico de Jujuy. Está a una hora y media de Salta Capital, por Ruta 9. Es el lugar de Jorge Cafrune, uno de los músicos más politizados que tuvo el NOA en el siglo XX. La versión oficial dice que murió al caer del caballo. La historia, que a veces dice la verdad, reza que al barbudo lo boletearon por no callar en los años de plomo.

El contexto es significativo. Hacer un reportaje cualquiera, un 24 de marzo, podría pasar desapercibido. Pero en la historia de Bruno Arias, que carga en su historia familiar con un tío desaparecido, no lo es. Jujeño, de 35 años de edad, es uno de los que desdibuja la línea entre folclore y rock. Incluso, y es un dato poco señalado, grabó en un disco de Peteco Carabajal (Chayna Kunan, 2005), la “Canción del brujito”, junto a Charly García. Pero no confundamos. Es un músico popular, y su repertorio aborda ritmos de raíz folclórica, como huaynos, carnavalitos, tinkus o ritmos propios de la Patagonia. Sin embargo, su actitud fuera del escenario es claramente “rebelde”, si es que cabe aún ese tipo de caracterización. Y arriba de las tablas es un fenómeno, uno de los artistas que logra sacar vibrantes pogos en sus shows, que rompe el acartonamiento que tiene la mayoría de artistas folclóricos.

Bruno Arias es quizás la próxima estrella a ubicarse en el panteón de los convocantes. Y en un ambiente donde sus virtudes pueden ser defectos, logró expropiarle el premio Consagración 2013 a cualquiera de esos artistas del folclore actual que pagan para tocar en horarios centrales del Festival de Cosquín. Así, Bruno tiene mucho más rock que varios rockeros bonitos, y educaditos.

– Tenés un tío desaparecido, montonero. ¿Cómo creés que impacta en tu obra, en lo que escribís y en lo que cantás?

– Uno va pasando por diferentes etapas y también en un constante aprendizaje. Y en ese andar uno va sacando afuera cosas que no las tiene desarrolladas, o que siempre estuvieron adentro. Entonces yo creo que esa parte dormida estaba ahí, en el inconsciente, porque ya desde que nací, desde que estaba en la panza de mi vieja seguramente, el llanto de mi mamá de algún momento de esos se ha ido transmitiendo. Ese dolor de antes que nazca. Entonces, creo que en estos tiempos donde yo me conecto desde otro lugar con la música, por ahí desde mirar, no solamente el paisaje y la vivencia de la gente, sino también de poder transmitir a través de las letras la necesidad de la gente, como que uno comienza a tomar conciencia de lo que es subirse a un escenario, decir cosas arriba de un escenario y del poder que tiene la palabra desde un escenario. Yo creo que siempre que hay una temática “desaparecidos” es como que el cuerpo solo ya se estremece, o lo toma desde otro lugar más sensible que otra cosa. Entonces, a la hora de cantar y de tener eso adentro es como que cambia la historia, en la voz, en el sentimiento y es como que lo que cantás te nace de verdad. No es que vos estás transmitiendo algo, es tu herencia, y es como que también eso te impulsa. Si a alguien en tu familia lo mataron por un ideal o por un pensamiento, por una dirección o por un rumbo que tomó, es fuerte; es muy fuerte y te compromete, sin que vos te des cuenta. Entonces, influye mucho para mí tener este tío desaparecido. Ha hecho que también me interese por otras cuestiones, por otro tipo de cantautores, de músicos, como Violeta Parra, Víctor Jara, Chico Buarque, Mercedes Sosa, Atahualpa, Cafrune, el mismo Cuchi Leguizamón, que tenían un pensamiento por ahí de izquierda o un pensamiento…  sería… libertario.

– ¿Cómo era ser “sobrino de desaparecido” previo a ser el Bruno cantor? ¿Era “de eso no se habla”? ¿Te señalaban como “familiar de algún zurdito”?

– En realidad en mi familia siempre ha estado esa asignatura pendiente, de hacerse cargo de eso. Como que ha estado silenciado. A veces se ha escuchado el dicho ese “muerto el perro se acaba la rabia”, que yo le he escuchado de mi abuelo. Siempre ha estado silenciado eso y tampoco la familia ha estado involucrada en lo que hacía mi tío. Tampoco se sabía qué es lo que hacía mi tío, en dónde militaba, qué cargo o qué función tenía en Montoneros, o por qué viajaba, qué hacía. Entonces, es como que siempre ha sido un misterio para mí, de ver la foto de mi tío desaparecido, y como máximo: “él es un tío”, y nunca entendí bien lo que pasó. Entonces, en estos tiempos, después de treinta años, yo recién empiezo a descubrir la historia y el pensamiento de lo que ellos buscaban. No es que yo comencé tocando, y sé que soy sobrino de desaparecido, y ya te cantaba un tema que tiene que ver con la temática.       

-¿Pensás que la música te llevó a entender todo eso que contás?

– No me lo imagino fuera de la música, como que lo veo difícil. Sólo que trabaje en una fábrica comunitaria, o lugares recuperados, lugares de resistencia. Yo creo que la música ha sido un punto clave, a través de los festivales donde había luchas de diferentes cosas. Por ejemplo, desde un padre que lucha por un hijo muerto por un patovica, o por un padre que lucha por su hijo asesinado en un festival de rock, o madres que luchan contra el paco, a docentes reprimidos, a pueblos originarios. La música ha hecho vincularme a esos ambientes, y ha hecho que comience a entender y a diferenciar los distintos pensamientos.

– Después de la última dictadura militar, y salvando artistas aislados, como la Negra Sosa, por ahí Peteco Carabajal, Raly Barrionuevo o vos, hubo cierto silencio. ¿No pensás que los artistas masivos del folclore están teniendo una deuda con las causas populares?

– Depende desde dónde se lo mire. Porque un artista que canta cosas de pueblo, y llena un estadio y le da alegría a treinta mil personas para mí no está teniendo una deuda popular. Me parece que le está dando alegría a la gente y eso yo no lo mido por si tira un mensaje que sea comprometido o no. Son puntos de vista. Obviamente yo prefiero a los artistas que también dejan un mensaje. Pero nunca voy a desmerecer a alguien que llena un estadio y que le da alegría a la gente. Porque yo quiero ser un artista popular también.

La búsqueda de la estrella

– Te fuiste de Jujuy buscando ser un artista popular y con una convocatoria limitada al circuito festivalero de Salta y Jujuy, ¿Considerás que tras este tiempo, diez años en Buenos Aires, sos un artista popular?

– Yo creo que eso uno nunca lo va a saber. Un artista llega a ser popular cuando la gente lo legitima. Creo que si uno no es aceptado por su propia gente (y en mi caso, en esta provincia donde hay mucha diversidad cultural) no lo es. Cuando uno va a un lugar alejado de tu pueblo, de la capital, y te metés en la puna, te metés en los valles, en las yungas, y un lugareño de ahí te acepta, con tu música, yo creo que ahí uno llega a ser popular. Cuando voy a caminar por un pueblo cerca, como San Antonio, y hay un obrero de la construcción, por darte un ejemplo, tomándose un vino en una esquina y uno pasa y te gritan “vení, eh, Bruno, tomate un vino”, yo creo que ahí llegás a ser popular. Pero eso uno no lo elije.

– ¿Pero uno nunca va a saber o desde la humildad cuesta decir “soy legitimado”? ¿No pensás que por abajo y por arriba hay suficientes indicios para pensar “soy popular, sólo que me cuesta hacerme cargo”?

– Yo creo que es un comienzo a ser popular. Un artista popular también tiene que ser convocante.

– ¿Y cómo venís de convocatoria?

– He crecido bastante y convoco mucho más, pero tampoco es que llevo mucha gente como llevan otros artistas. Yo creo que todavía falta desarrollar la carrera. Todavía tengo que seguir creciendo, invirtiendo, apostando, a tener un nuevo disco, a sonar mejor, a ser más profesional. Y no es de modestia, sino que uno también sabe con el tiempo a dónde puede llegar, las cosas que hay que mejorar y los pasos que hay que seguir. Sin desesperarse, firme y lento, para poder desarrollar una carrera a futuro, que sea una carrera que dure, como la hicieron los grandes referentes, como Mercedes Sosa, no de pegar con un éxito, desaparecer y después no te conoce nadie, sino desarrollar una carrera a futuro, que deje algo y como así yo aprendí de discos, de referentes del folclore, mi música, de acá a diez años pueda servir para nuevas generaciones, a que puedan aprender algo. 

El norte, ahí 

– Hablando de las nuevas generaciones y las referencias a los artistas, ¿qué te provoca saber que La Yugular Reggae en algún momento de su repertorio mete un tema tuyo?

– Es importante que haya cruces de géneros, sacarse todos esos prejuicios: si es folclore, es rock, es tango, porque la música es una sola. Entonces, lo importante es que la música interactúe desde lo verdadero, desde lo espontáneo, y desde una forma más comunitaria, colectiva, despojándose de los egos, y de los celos artísticos.

 – ¿Y cómo es tu relación hoy con la escena, no sólo musical, sino cultural del Norte?

– Un sueño que se cumplió fue llevar músicos de la Quebrada, de Maimará y Tilcara, al Escenario Mayor de Cosquín. Chicos que nunca tuvieron la oportunidad de estar en el festival mayor, de salir en horario televisivo. Después, estoy relacionado mucho con la gente de la Quebrada, de la Puna, donde puedo voy y toco. Me gusta también que haya cruce de géneros. Por ejemplo, últimamente en los recitales nuestros está tocando el guitarrista Juan Acosta de La Gallega y suena distinta la banda, con un sonido eléctrico, una guitarra distorsionada, porque no es que somos folcloristas tocando eléctrica. Es alguien que toca rock, tocando folclore. Y últimamente, buscando un sonido nuevo, hemos incorporado esta guitarra. En el próximo disco va a estar presente la guitarra eléctrica más que en otros discos anteriores, donde el sonido que predominaba era la zampoña y el charango, y ahora va a tener ese color que por ahí, sin darnos cuenta, nosotros arriba del escenario tenemos una actitud rockera, pero tocando folclore. Pero eso también se nota con la gente, y cuando se arma un pogo con un carnavalito es como si estuviéramos tocando rock, pero es folclore. Y yo creo que tiene que ver con los momentos que nos toca vivir.

Bruno, el Rock y Karicia 

-¿Cómo llegaste a Juan en este caso, o a querer incorporar al rock? ¿Vos fuiste público de rock, ibas a ver alguna banda?

– A mí me gusta siempre ir a ver diferentes bandas. Alguna vez he ido a ver La Yugular, a un festival de rock, a ver una banda de metal, y alguna vez pude conocerlos. Me acuerdo que cuando era adolescente iba a ver una banda de Jujuy que se llamaba Carbono 14, que siempre los seguía a todos lados. Cuando podía también iba a ver La Gallega, y es como que ahora después de varios años me doy el gusto de poder compartir con ellos. Y por ahí sí, me gustaría en algún momento, qué sé yo, como anhelo lindo, sería poder compartir algo con la gente de Divididos, conocerlo al Indio Solari, o ir a un recital de La Renga, y compartir más de cerca con esos artistas que yo admiro mucho su rock desde lo popular, lo que generan en la gente.

– Y antes de tu carrera musical, de chico, adolescente ¿cuáles eran tus escuchas musicales?

– Y mirá, es jodido, porque culturalmente Jujuy es cumbiero y de folclore carnavalero. Es difícil ver muchos recitales de rock en Jujuy, es más fácil ir a un boliche y ver a un grupo de cumbia. Entonces, yo creo que he comenzado escuchando cumbia, más que nada.  

– ¿Veías a los históricos de Jujuy, como los hermanos Torres (de los grupos Green y Red), Ciclón, toda esa onda? ¿O por dónde iba?

– Siempre escuchaba grupos que venían, como Karioma, Los Bybys, Karicia, toda esa mano, Sonido Master. Pero escuchaba cumbia porque es lo que se escuchaba en la radio, porque es lo que escuchaban mis compañeros en la escuela. Y aparte folclore, más que rock. Después, cuando empecé con la música, era folclore. Era como un sectario del folclore.

– ¿El rock te llega estando afuera?

– Sí, de estar en Buenos Aires, poder estar en diferentes eventos donde veía bandas. Escuché una banda como Jericó, que nada que ver, u Oconnor. Bueno, Hermética, obviamente. Seru Giran y Pedro Aznar, en todo lo que es el último tiempo, también lo he escuchado.

– Nombrás a Jericó, Hermética, alguna vez hablaste de Megadeth y Iron Maiden, ¿qué es lo que te llama la atención del metal? No creo que sea lo único que escuches dentro del rock.

– Me gustan mucho los cantantes. Me parece, la personalidad, la forma de moverse en el escenario, la entrega, el rock que tienen adentro en la expresión, es terrible. Después me gustan mucho las guitarras eléctricas, los dúos de guitarras eléctricas. Me encanta. Y bandas que tienen un sonido. Yo te puedo escuchar desde Sting, The Police, a una banda de ahora como Linkin Park, porque me gusta el cantante, cómo varía la voz. También admiro mucho a Foo Fighters, al cantante. Puedo pasar a Brasil, a Lenine, en los conceptos. Y también Radiohead me gusta, o paso a Uruguay, a Jaime Roos, nada que ver. Todavía el rock es como que lo estoy descubriendo.

–  Y en todo este rompecabezas que tenés en el oído, te gusta Daft Punk.

– ¡Me encanta! (risas)

– ¿Por qué? ¿Qué es lo que te llama la atención, porque lado te ha pegado?

– Me encanta el violero ese, que tenía una banda antes, que no me acuerdo como se llamaba (N. de R: Neil Rodgers, que graba en Random Acces Memory, fue violero del grupo de funk Chic, sesionista de Duran Duran, entre otros).

–  Es todo lo opuesto al mundo del folclore, tanto laboratorio musical.

– Pero lo que más me gusta de Daft Punk, es sí o sí los yeites de la viola, cómo el violero conceptúa con los acordes, cómo toca, el swing sobre todo. Y el groove de la banda es tremendo. El bajo con la batería, tremenda. El sonido, el audio es muy profesional, tienen como un audio re mil procesado, que vos lo ponés en cualquier equipo y va a sonar el bajo y la bata con todo, eso está buenísimo. Me gustaría también, en un futuro disco, poder lograr un concepto así, donde el bajo y la batería estén presentes, como que tenga también el folclore mucho groove.

Balance sobre el folklore 

– Dame un diagnóstico general del folclore argentino.

– Me parece que obviamente hay un negocio atrás en muchas cuestiones, donde muchos artistas pagan para tocar. Si vos pagás para tocar en un lugar, vos valés lo que vos pagás. No respeto a los que pagan para tocar, no los respeto como artistas, por más que sean talentosos. Y otra crítica que puedo hacer al folclore es que hay mucha gente que se queja de lo que pasa, y que no tocan en los lugares grandes; no aportan a que en esos lugares grandes se cambie la historia, como decir en el escenario que no le gusta el festival y mostrar a la gente que lo que él hace le da una opción de decir “ah, mirá cómo toca este chabón, y ahora sube esta banda y no, esta banda es una cagada”. Por eso yo trato de ocupar todos los espacios. Si me invitan a tocar a Canal Chirolita voy a ir, si me invitan a TN voy a ir, si me invitan a la TV Pública voy a ir.

– Y algo positivo que veas del folclore.

– Positivo, muchas cosas. Hay mucha movida de changos jóvenes que están componiendo y están renovando el cancionero popular, y muchos que están, digamos, con sus canciones, con su búsqueda, desenmascarando lo superficial del folclore. Por ejemplo, Luciano Cañete, que tiene el disco Tierra y mentira. Horacio Banegas con el disco Inmediaciones; el disco que sale ahora de los Che Joven. Hay unos cambios: Vislumbre del Esteko de Santiago del Estero me gusta mucho, sobre todo con la temática de sus letras, las formas de expresarse en el escenario, que va más allá de una simple puesta en escena, va desde lo visceral.

Eventos desafortunados 

– Hay una anécdota: Cafayate, el año pasado. Un video te muestra tocando en la plaza, y la cana está maltratando a la gente que te está haciendo un círculo. ¿Qué te viene a la cabeza? ¿Qué querés contar?

– Ahí me sentí un artista popular, en ese momento, custodiado por el pueblo. Yo creo que ahí he cumplido un sueño, que la gente me cuide. Esas son cosas que no te olvidás más, son muy profundas, muchos sentimientos. Y a la vez, también te inspira a muchas cosas.

– ¿Cómo se armó? ¿No pudiste tocar, o te acortaron el set y ahí surgió la idea de la plaza?

– Fue así: justo, por problemas técnicos, y porque se desborda el festival, quedan muchos artistas sin tocar. Entonces, comienzan a acortar los tiempos y tenía dos opciones: cobrar la plata e irme a mi casa, o tocar sin batería, sin armar un set grande, adelante, dos canciones. No me iba a ir a mi casa sin tocar y cobrando, era como una estafa para mí. Entonces decido tocar aunque sea dos canciones sin batería, para la gente. Cuando estoy tocando, y me estoy yendo, me gritan del público “eh, pagué la entrada para verte a vos y tocás dos temas”. Entonces, por micrófono, me vuelvo y le digo a la gente “los que vinieron y pagaron la entrada para verme a mí nomás, yo voy a  la plaza ahora y voy a tocar en la plaza ya, para los que me quieran escuchar”. Entonces fui, y cuando llego (me demoré 45 minutos) había veinte personas ya esperándome. Cuando me siento a tocar ya había treinta, y cuando me di cuenta, había cien, y luego ya estábamos tocando y toda la gente bailando en la calle. Y al rato, en el séptimo tema (será que mis temas duran muchos minutos) la policía nos empieza a correr a todos. Y ahí nos fuimos tocando por las calles hasta que llegamos al río.

– ¿Y después de eso te llegó algún comentario, o alguna manifestación de disgusto de alguien, o ahí quedó todo?

– No. El intendente de Cafayate me habló, y me dijo que para el año yo iba a tocar mínimamente en el horario central, en la noche central y mínimo media hora.

– Fue este año.

– Sí.

– ¿Y la experiencia de este año qué tal estuvo?

– Y este año toqué con la Plaza llena, en el horario central, antes de Soledad, después venía el Chaqueño (Palavecino), y en el medio de mi show tiraron como no sé cuánta plata de fuegos artificiales y encima estuve acompañados de niños, Moxotoros, de Vaqueros, que son todos chicos que tocan sikuris.

– Y ahí te legitimo la gente, también.

– De una. Y lo que sí, ahora, si voy el año que viene a la Serenata, voy a tocar en la plaza, antes del festival, a la tarde. Quiero que sea un clásico: cada vez que vaya a Cafayate, toco en la plaza. Pero esta vez lo vamos a llevar con sonido y esas cosas.

Contra todos los males de este mundo 

– Hay un video tuyo con Susy Shock, y es muy fuerte ver un artista de folclore cantando una canción de cuna con una artista trans, por todo lo asociado a la cuestión de la maternidad y el género. ¿Cómo llegaste a ese encuentro?

– Primero era descontracturar eso del folclore, y para mí era también como ponerme en una postura de “yo puedo tocar con quien quiera, y lo voy a hacer”. No me importa si sos tradicionalista, si no te gusta, no me importa. Yo me siento bien con esa persona, y la respeto como artista, y me parece un músico-música, como quieran llamarla, impresionante, Susy Shock, sobre todo con todo lo que ella dice. Y con todo lo que lucha por su sexualidad y contra la discriminación, porque ese género está despectivamente discriminado, sufren muchos ataques del machismo. Entonces, es una forma también de aprender y de ir en contra de lo que vos tenés culturalmente incorporado: el Norte es un pensamiento machista. Entonces, poder romper con eso. No importa tu sexualidad, lo que importa es el arte. Entonces, es una forma de que el arte siga haciendo inclusión, y no porque sea trans, gay o lesbiana, o lo que sea, o lo que vos decidas ser, yo no voy a compartir un escenario con vos. Está mal eso.

– ¿Hubo repercusiones en el mundo del folclore después de grabar con Susy?

– No, no me interesa. Obviamente uno escucha todos los comentarios, pero yo creo que uno también tiene que estar seguro de lo que uno hace y tiene que proponer cosas, jugarse a hacer cosas, y a decir cosas, y a equivocarse.

– Se te conoce mucho por la lucha con los qom y también con la gente que lucha contra la megaminería. ¿Es fuerte en ciertos lugares del país la presión que ejercen las mineras en las carteleras de los festivales, o no tanto?

– Siempre algo está subsidiado por una minera, obviamente. Se tiene que limitar lo que piden. Es muy probable que en un festival como la Pachamama en Tucumán, en Amaicha, y encima el festival dice de la Pachamama, de la Madre Tierra, Madre Naturaleza, por ahí tenga subsidio de alguna minera, como La Alumbrera, y no sé, artistas como Raly Barrionuevo no puedan tocar. Había alguien de algún festival que dijo “Raly Barrionuevo, Bruno Arias y Dúo Coplanacu no pueden venir a tocar acá, porque siempre hablan en contra de la megaminería a cielo abierto”. Otra vez que estuve en algún festival y hablé de la megaminería, me cerraron las puertas. Me pasó, en La Quiaca, donde yo soy Embajador Cultural. Hice un festival y hablé en contra de la megaminería a cielo abierto, y después de ahí se me cortó todo.

– “Devuelva su embajada”, ¿te han dicho?

– Yo siento que nunca me han censurado, por hablar en contra de la minería a cielo abierto. Es más, yo toco para Cultura de la Nación, en todo el país y siempre hago referencia a la megaminería como algo que está mal, y sigo trabajando por Cultura de la Nación. También me ha tocado tocar en el Fuerte de Andalgalá, en el festival, donde se hizo por primera vez un festival sin el subsidio de la minera, y todo el pueblo y toda la gente pensaba que no se podía. Fue un desafío lindo poder estar en un evento así, donde no dependen de la empresa minera, para poder tener artistas nacionales. Me ha tocado estar en Andalgalá y ver la situación y compartir con la gente que vive ahí, cambia la película. Entonces, uno se compromete más, y cuando canta y habla de esas cosas, tiene un sustento, un fundamento atrás, está sostenida. No están vacías. Trato de que cada cosa, si abro la boca, tengo que saber del tema, o compartir con gente que la ha pasado, o los verdaderos protagonistas, me tienen en cuenta para que yo pueda visibilizar su lucha y difundirla.

* Entrevista publicada en la edición número 20 de la Revista Rock Salta (junio – julio de 2014), conseguí tu ejemplar desde tienda.rocksalta.com y recibilo directamente en tu casa.

RevistaRockSalta 20_Folk

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