Ciro y Los Persas tocó por primera vez en Jujuy, en lo que fué su segunda visita al NOA en poco más de un mes. RS se hizo presente en el show y te lo cuenta.
“Nunca morirá este amor”
Hasta que, de campera verde musgo, remera negra, bufanda al cuello y pantalón negro, acompañado de cánticos, silbidos y gritos, el líder Persa se hizo ver y escuchar con los acordes de “Antes y después”. Luego siguió con “Ximenita”, un tempranero tema “piojoso” para calmar las ansias de los melancólicos y seguir con la potencia y locura del show.
Entre el fervor y un sonido excelente, la banda se tomó 5 minutos de descanso, y sorprendieron saliendo de saco blusero en “Servidor”. También sonó “Vas a Bailar”, con mucho sentimiento y guitarra colgada, Andrés hizo delirar a la multitud. Juan Ábalos, primera viola, se lució en una zapada improvisada en el final de “Malambo para Luca”. ”Banda de garage” y todo su rock Stone, hizo bailar a más de uno y la garganta de Ciro detonó en “Blues de la ventana”.
En cuanto temas de Los Piojos, la armónica se lució en “Pistolas”. El romanticismo en la noche llegó de la mano de los coreados “Todo pasa” y “Tan solo”, y con los pogueros “Pacífico” y “ Babilonia”, el estadio parecía querer caerse.
Las luces se encendían de a poco. Las ganas de querer escuchar, aunque sea, un tema más se desvanecieron cuando los asistentes desenchufaban las guitarras de Juan Avalos y Juanjo Gaspari o se desarmaban en varias partes la batería de Lulo Isod. Muchos se resignaron cuando el teclado de Pablo Mano (reemplazante de Chucky” de Ipola), era llevado hacia camarines. Los más ingenuos se terminaron de convencer en el momento que el bajo de Broder Bastos desapareció de allí.
Todo en paz, por suerte. Los cánticos de los giles de siempre en la entrada, que confunden un recital con un partido de fútbol, se hicieron humo en los oídos de la gran cantidad de salteños que se acercaron a vivir una fiesta.
En fín, una velada que quedará marcada en las retinas de esta nueva generación de jóvenes, en la de los más grandes también, por estar acompañados de sus hijos y de toda una ciudad que pedía a gritos una visita de tamaña magnitud.