La edición 2013 de Cosquín Rock estuvo dominada por los pesos pesados de antaño. Con listas de temas imbatibles y el poder de convocatoria intacto, los dinosaurios lograron destacarse por encima de los músicos más jóvenes.
A lo Krusty con Lisa en el estudio de grabación, así se comportaron los músicos más importantes que pasaron por Cosquín Rock 2013. “Esto es ser un profesional, nenes”, pareció ser el mensaje de Fito Páez, Charly García, Pedro Aznar, David Lebón, Babasónicos, Massacre, Almafuerte y los IKV; que pasaron y convencieron a todos de que el rock en nuestro país todavía no encuentra lugar para una renovación verdadera. En CR2013 no hubo lugar para los débiles. Las bandas nuevas o emergentes van a tener que esperar para intentar destacarse un poco, ya que ninguno de los factores que se encontraron el fin de semana (escenario, horarios, predisposición del público, oficio) jugaron a su favor.
El sábado 9 fue la primera fecha. La que más prometía desde el vamos. Y las predicciones se cumplieron. Fue el día más convocante (se habla de 50 mil personas), el de las figuras más importantes y los resultados más victoriosos.
El festival se abrió con Amel, la banda de Gustavo Spinetta, hermano del Flaco, baterista de Artaud y ex percusionista de IKV (se lo puede ver bailando en el video de “Jugo”). La que faltaba, banda del bajista piojoso Micky Rodríguez, siguió la grilla hasta que empezó el primer set nostálgico dinosaurio: David Lebón hizo brillar a su guitarra, que resplandecía ante el sol que caía sobre el escenario principal a las seis de la tarde.
Pedro Aznar fue una sorpresa por el apoyo que recibió de la gente. El público era pro Charly y Fito, por lo que el bajista fue acompañado de manera masiva. Fue el primer set muy aplaudido del festival. Las canciones de Ahora (2012) fueron las dominantes del mini concierto, que tuvo momentos destacados como “Mientes” y la versión de “Rompan todo”, de Los Shakers, a dúo con un Sandro virtual.
Luego llegó el mejor show del primer día y probablemente de todo el festival: Fito Páez sencillamente la rompió. Armó su set con las canciones clave de El amor después del amor y lo adornó con hits que todo el mundo conoce, canta y disfruta. Así pasaron “El amor después del amor”, “La rueda mágica”, “Polaroid de locura ordinaria”, “Al lado del camino”, “Un vestido y un amor”, “Tumbas de la gloria”, “Brillante sobre el mic”, “A rodar la vida”, “11 y 6” y “Mariposa Tecknicolor”. Al rosarino se lo veía feliz, arengado por el clamor popular que lo coronó justo en el día rollinga, en el festival en el que Patricio Rey dominó todo afuera del predio (música, remeras). Ese careta que todos desprecian porque suelen ser más pappistas que Pappo les ganó por goleada en su cara y en su cancha. Les pasó el trapo que agitaban y se fue a tomar un Pinot Noir al camarín.
En el escenario dos, el rollinguismo argento tiró uno de sus últimos manotazos de ahogado. Este subgénero ya es insostenible. Pocos de los que pasaron por allí merecían el lugar que tuvieron. Gardelitos y El Bordo fueron las escasas excepciones de un movimiento que se puede resumir en el nombre de uno de los grupos que tocaron el sábado: un segundo es demasiado. A la medianoche, cuando el frío se hacía sentir, Gardelitos apareció con su nueva versión en trío. El set recordó los primeros años de la época post Korneta, cuando la banda se transformó en un relojito cargado de ensayos y precisión pero carecía de la energía y la frescura que le daba la segunda guitarra.
Ciro y Los Persas fue el punto más flojo del escenario principal durante la primera fecha y quizás la decepción mayor de todo el Cosquín Rock. La banda es muy buena (la incorporación de Nico Raffeta en teclados sumó bastante) y Martínez es un gran frontman; pero su ritual anacrónico empieza a desgastarse y las canciones de su nuevo disco no estuvieron a la altura del horario ni de la duración de su set (una hora y media). La canción “Héroes de Malvinas” directamente da vergüenza. El recital fue demagogia pura, terminó con las menciones a las banderas (¿a quién le importa de dónde es la gente? ¿No es que somos todos iguales?) y con el chauvinismo del Himno Nacional en la armónica. Hoy, Ciro es como el personaje de Francella que salía en blanco y negro y tiraba frases viejas que ya nadie compartía. Sólo su (ya no tan numeroso) público lo sigue y continúa con la futbolización del rock, la lavada de manos eterna sobre el caso Cromañón y el aguante como máxima número uno. El no pensar. El no cambies nunca. La estructura de concreto del rock argentino.
En el escenario principal, Charly García se hizo esperar más de media hora, como en las viejas épocas. Lo que se vio correspondió más a la etapa Sol sin Drogas de García que a la de Drogas sin Sol. Fue una nueva edición del partido homenaje constante. Todos juegan para él: sus músicos hacen el trabajo sucio para que Charly sólo haga gestos, tire algún destello en el teclado e intente cantar. Lo cierto es que la buena performance del grupo (“el que siempre soñé”) no alcanzó para cubrir los huecos más profundos que rodearon a García durante su presentación. A Charly no se lo escuchaba y cuando se lograba captar algo, su voz era algo complicado. Su buena onda, el repertorio intachable, el cariño de la gente, las ganas que le puso al concierto y la necesidad de no ser rigurosos con él ayudaron a que la balanza se haya inclinado a su favor. La reunión de Seru Giran para dos canciones (“Perro andaluz” y “Seminare”) fue tan caótica como la del 92 en River; con García en la suya y haciendo lo que podía, Lebón poniendo cara de “toqué a las seis de la tarde” y Aznar cargándose el equipo al hombro, metiendo voces, virtuosismo y actitud por partes iguales.
El día dos arrancó con Utopians, la banda nueva que había que ir a ver. Los pocos que estuvieron allí a las cuatro de la tarde confirmaron los rumores y notaron que sus guitarras van al frente, para adelante, como las tetas de su cantante; y que son uno de los grupos que en pocos años tendrá mucha más chapa, cartel y presencia. Como Eruca Sativa, que al estar de local se mostró casi consolidado.
El domingo también fue el de los sets olvidables, como el de Guasones, que pasó sin pena ni gloria, inexplicablemente en el escenario principal. Viejas Locas resultó ser un grato recuerdo. El presente del Dr. Álvarez, en cambio, es otro. Su voz no lo acompañó y el piloto automático fue el que manejó todo el show, para mal. El Tributo a Bob Marley, a cargo de Nonpalidece e invitados (Ciro Pertusi, Pablo Molina, Malena D’Alessio, Negro García López, Doreen Shaffer) fue un grato momento, donde el impecable sonido que (por suerte) dominó las tres fechas se destacó más que nunca con los temibles cañonazos de los Dancing Mood. Pero también fue algo innecesario, ladri, que le restó tiempo y escenario a otros grupos que quizás merecían una mayor exposición.
Catupecu Machu, La Vela Puerca y Las Pelotas cerraron el escenario principal con sets potentes y ajustados, que no se corrieron de sus habituales presentaciones. Hits, algunos temas nuevos, palo y a la bolsa. Todos contentos. Oficio, que le dicen,
El escenario dos estuvo dedicado al heavy y allí brillaron, como era esperable, Exodus, Carajo y Almafuerte. El grupo del Richard cerró la noche con muchas canciones de Trillando la fina (2012) y algunas perlas de su discografía como “Toro y pampa”, “El visitante” (homenaje a los veteranos sin necesidad de caer en la demagogia), “A vos amigo”, “La máquina de picar carne” y “Triunfo”. Iorio, ese personaje mezcla de Robert De Niro, Jorge Corona y Luis Landriscina; estaba como siempre, pero bien. Entre tema y tema hablaba y no paraba de betocasellearla, pero a la hora de los bifes (¿del asado?) asumía su papel de prócer del heavy nacional y junto al enorme Tano Marciello, comandó una banda que funcionó a la perfección y dejó con ganas de más.
El lunes 11 fue el de menor convocatoria de los tres días de festival. También el de la mayor fiesta gracias al combo Manos de Filippi y Kapanga. La banda del Cabra debutó en el escenario principal y obligó a los del VIP a cantar “corte de ruta y asamblea”. El grupo del Mono fue más de lo mismo, pero estuvo bien. Nadie le pide a Kapanga suites conceptuales o piezas exquisitas. Massacre y Molotov pasaron en el modo automático y con eso les alcanzó para separarse del resto.
Illya Kuryaki & The Valderramas arrancó cerca de las diez de la noche y fue el otro gran momento del festival, junto al set de Fito. El concierto de Dante y Emmanuel se destacó porque fue oscuro, áspero por momentos; pero también fuerte como pisada de elefante y emocionante como todas las obras verdaderas. “Chaco”, “Jaguar House” (en gran versión), “Jennifer del estero”, “Jugo”, «Mi Chevy y mis franciscanas», «Remisero», “Latin geisha”, “Expedición al Klama Hama” y “Abarajame” levantaron al público y recordaron que el rock argentino de los noventa fue algo más que pizza, birra y faso. Los Molotov se sumaron para cantar “Madafaka” y el homenaje a Luis Alberto Spinetta se hizo presente con “Águila amarilla”, una de las canciones más lindas del nuevo disco. Luego, los Babasónicos brindaron un gran show que no se pudo apreciar del todo en semejante escenario. Sería mejor verlos en un lugar cerrado, más pequeño e íntimo.
El lunes, el escenario dos fue para el reggae. Por allí pasaron y se destacaron Kameleba, Dancing Mood y Nonpalidece, esta vez con su propio repertorio. El festival cerró con el concierto de Las Pastillas del Abuelo en el escenario principal. A la banda de Piti Fernández todo le quedó grande. Desde el cierre hasta la chapa y la convocatoria. El grupo no estuvo a la altura de las expectativas y demostró que estar de moda no alcanza para consagrarse o cerrar un evento tan importante. La gente se iba en masa durante su performance, llenaba la carpa de Onda Vaga o bailaba con Nonpalidece en el escenario dos. Fue un final descolorido que no alcanzó a opacar el buen balance general.
Durante los tres días, Cosquín Rock estuvo repleto de actividades paralelas a los dos escenarios principales. El Hangar fue lo más under del festival, con un escenario pequeño, un sonido precario, poca asistencia y mucha actitud. Por allí brillaron algunas bandas de Córdoba, como Sur Oculto, Paris Paris y Los Frenéticos. En otro sector, FuerzaBruta ofreció varias funciones diarias y reducidas de su extraordinario espectáculo. Fue de lo mejor que se pudo sentir (es la palabra adecuada). Las fiestas reggae y Bubamara (el domingo y el lunes, respectivamente) fueron una buena opción para alejarse un poco del estado permanente de rock.
La organización fue perfecta, todo funcionó como debía. Casi no hubo demoras en la grilla, el sonido fue excelente casi siempre (el dos, a veces, se veía perjudicado por la potencia del principal) y las actividades paralelas (FuerzaBruta, las fiestas, la vuelta al mundo) sirvieron para que los espectadores no se aburran y tuvieran siempre algo para hacer. Los puntos flojos fueron algunos precios (diez pesos un alfajor, veinte el agua, ¡cuarenta! un pancho) y la demora en el acceso al predio.
Cosquín Rock se ha consolidado definitivamente como el festival más importante del país y crece con cada edición. Para el 2014 se anunció la posibilidad de contar con Andrés Calamaro y Ska-P. Si José Palazzo no se queda sólo con lo más convocante y le encuentra la vuelta para seguir haciendo un buen negocio y además brindar sus escenarios para que el rock argentino muestre todo lo que tiene para ofrecer hoy en día, hará historia.
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