Como excusa para caminar voy desde la casa de mis viejos hasta la mía. Es decir, desde Universitario hasta Ciudad del Milagro. No es lejos pero hace tiempo que no uso un tiempo muerto para hacer otra cosa que no sea dormir. Por suerte no hace calor y está empezando a oscurecer. Voy tranqui.
En la esquina escucho un silbido. Voy enchufada a mis auriculares pero aun así lo escucho. No me siento intimidada, lo dejo pasar. Para llegar a mi barrio tengo pasar por Castañares, la República de Castañares. No tengo miedo. Todo me da miedo, en general, pero no este camino. Menos el barrio donde pasé la mayor parte de mi vida. Mi barrio.
Siempre soy miedosa y precavida, creo. No importa por dónde camine. Siempre uso los mismos mecanismos: camino rápido, pienso quién vive cerca, camino rápido. Parece que estoy muy en la mía porque siempre voy enchufada. Nada como andar por ahí escuchando música o la radio.
Para las salidas nocturnas nunca elijo tacos, por si hay que correr. Por suerte nunca me pasó nada, ni en mi barrio ni en ningún lado. No quiero decir toco madera. Nunca me pasó nada, repito. Colgada y atenta, si es que acaso eso se puede.
En una esquina unos chicos juegan a la escondida. Me da ternura uno que parece demasiado grande para el ligustro en el que está escondido. Me recuerda tantos veranos en los que nos quedábamos jugando con los amigos del barrio. No vale dar la vuelta a la manzana, decíamos, y de todas maneras esperábamos que se de vuelta al que le tocaba para correr hasta lo que estaba prohibido.
Creo que no éramos nosotros los que poníamos la regla, eran los grandes, que esperaban que no nos pase nada. Y no, nunca me pasó nada en mi barrio. Aunque, ahora que recuerdo, una vez uno de los grandes intentó tocarme con el cuento de enseñarme a ponerme una toallita femenina. No lo dejé y no le conté a nadie, pero no volví a quedarme sola con él. Más de eso no, no me pasó nada.
En la esquina siguiente el panorama es diferente. Unos chicos andan en sus motitos con un vaso de fernet. Quieren sacar plata del cajero pero está muy lleno. En la avenida Housein, frente a la escuela, la esquina de los departamentos es algo oscura y rara. Ahí los edificios parecen un poco hundidos. Hay otro grupo de chicos, sentados en hilera al costado de un kiosco.
Antes de pasar por delante de ellos veo la Casona de Castañares. Antes el campito de al lado estaba vacío, no había casas y de lejos se podía ver el cerrito en el que tampoco nos dejaban jugar porque lo importante siempre fue que no nos pase nada. No soy como Emilio Renzi, que se queja porque nunca le pasó nada y no sabe de qué escribir.
Creo que si no nos pasó nada a muchas mujeres es una suerte extraña pero suerte al fin. Podemos sentirnos contentas de contarlo. Los chicos quedaron atrás y no, no me dijeron nada. Un estruendo de fuegos artificiales viene de la iglesia, parece que es el último pesebre. Escucho una especie de sirena que viene de las voces del coro.
Ya estoy por la esquina de la que fue mi casa toda la vida, hasta los veinte. La casa y el barrio siempre parecieron cuidarme o tuve mucha suerte. No sé si no recuerdo bien o si elijo qué recordar. Y de repente recuerdo que un hombre nos llevó una vez a pasear. Que casi llegamos a los canales que bordean el barrio. Que pidió que huela su perfume. Qué no nos pasó nada. Que según la vecina, tiempo después se lo llevaron preso. Abuso, dijo. Yo era muy niña. Lo dejé pasar.
Suena “Life on Mars”. Alguien la cantaba. Un chico que conocí. No en el barrio, de otra provincia. Nos conocimos, después la manija del chat. Viene. Voy. Allá me emborracho, tratamos de coger, me duermo. Cuando me despierto él me seguía cogiendo. Me di vuelta y volví a dormir. No me espanto cuando lo pienso. Lo dejé pasar.
Ya estoy por llegar al Chango y no entiendo bien cómo funcionan la mente o mis recuerdos. Lo inútil que es tener miedo a veces y la sorpresa que te dan los lugares donde te sentís más cómoda. Por qué se dejan pasar algunas cosas.
El camino se desdibuja como las cosas que no se dicen.
Publicado en la revista Rock Salta Nº27, en el mes de enero de 2018