Libros

Como un golpe de rayo, de Simon Reynolds

El periodista escribió un libro monumental sobre el glam rock.

El último libro de Simon Reynolds es Como un golpe de rayo: el glam y su legado, de los setenta al siglo XXI. Apareció en 2016, poco después de la muerte de David Bowie, quien ocupa la portada de la edición argentina. En nuestro país apareció al año siguiente. Es otro trabajo monumental de Reynolds, que se caracteriza por desarrollar sus ideas sin problema de extensión, para horror de los editores conservadores.

Como un golpe de rayo es fundamental para entender el glam, esa cultura audiovisual que apareció a fines de los 60 y tuvo su apogeo en los primeros años de la década siguiente. Bowie, Lou Reed, T. Rex, claro, pero también Roxy Music, The Sweet, Suzi Quatro, Gary Glitter y muchos (muchos) más. Audiovisual porque la estética tuvo una importancia fundamental en su desarrollo y en su progreso comercial. De hecho se puede pensar que a la larga el glam tuvo más peso desde el look y no tanto desde el sonido, ya que se expandió hacia los artistas más diversos, de Marilyn Manson a Lady Gaga.

El libro fue publicado por la editorial Caja Negra, que también se encargó de editar otros trabajos del periodista inglés como la colección de ensayos Después del rock, también Romper todo y empezar de nuevo (sobre el post punk), y Retromanía, un manifiesto acerca de esta actualidad signada por la mirada hacia atrás. Por ahora Caja Negra no tiene planes de traducir otro trabajo de Reynolds pero este año aparecerá el tomo 2 de K-punk de Mark Fisher, otro inglés fundamental en eso de pensar la cultura de estos días.

En 2017, a propósito de su última visita a Buenos Aires, Reynolds brindó una entrevista extensa hablando sobre su libro. Compartimos algunas de las respuestas que no entraron en aquel artículo.

– Como un golpe de rayo tiene 700 páginas. ¿Cuántas más escribiste? ¿Qué dejaste afuera?
– No estoy seguro. Con cada libro que escribo siempre me excedo y luego lo tengo que acortar, por lo general para hacerlo más legible y más fluido. De todos modos, en el libro del glam no corté capítulos enteros. Incluí a todas las personas que quería cubrir. Siempre hay historias piolas, detalles informativos o descripciones más profundas de canciones o discos puntuales que tenés que dejar afuera porque es importante que el libro se lea con fluidez y que tenga cierto ritmo narrativo. Algunas veces me desvié teóricamente y a la larga decidí “esto hay que sacarlo, está desacelerando la historia”.

– ¿Qué material utilizaste? ¿Tenés un archivo personal de revistas y diarios? ¿Hiciste entrevistas? You Tube debe ser fuente permanente.
– Hice bastantes entrevistas y, en especial, obtuve varias cosas interesantes de las figuras menos conocidas de ese entonces (productores, técnicos, mánagers, periodistas, músicos de bandas que están algo olvidadas, pero que fueron importantes en ese momento). Pero el material más útil fueron las revistas viejas. Sí, tengo un archivo considerable de periódicos y revistas de música de los 70, y en ellos se pueden encontrar toda clase de detalles olvidados: citas de lo más inusuales y frescas de las grandes estrellas, que son distintas a las que ya vimos una docena de veces en otros libros, y también se obtiene un gran sentido del contexto, todo lo que estaba pasando en la música en ese momento, cuál era el trasfondo sobre el cual el glam brillaba tanto. Y tan sólo el sentimiento y las vibraciones de la cultura del rock de ese momento. YouTube fue muy útil, aunque ya hay demasiado material subido ahí en la actualidad. Cuando hice el libro sobre post punk YouTube no existía y de alguna manera eso terminó siendo mejor.

– Me gustaría saber cómo es el lugar donde escribís: qué hay a tu alrededor, qué elementos o “ritos” ayudan a concentrarte y qué puede llegar a distraerte.
– Es una oficina al frente de la casa, una especie de jardín de invierno que está apenas separado del cuerpo principal de la casa, por lo cual suele ser demasiado caluroso en verano y demasiado frío en invierno (estamos en Los Angeles). Sin embargo, tiene muy buena luz y es lindo ver al cartero llegando, a las ardillas escalando árboles y a los colibríes sumergiendo sus picos en los ramos de flores en el jardín. Como es de esperarse, hay muchos libros apilados en el piso. Cuando estaba haciendo el libro del glam todos los libros eran relacionados a ese tema. Discos esperando ser reproducidos, carpetas, revistas, la parafernalia usual de un escritor. En realidad no tengo ningún ritual, salvo que tomar un montón de té cuente como uno. Por lo general, tengo música puesta la mayor parte del tiempo; aunque si el trabajo está yendo demasiado bien a veces me olvido de poner algo nuevo. O bien ponía glam sin parar o bien ponía nuevos lanzamientos con los que intentaba mantenerme al día, y otras veces, sólo para obtener una energía propulsora, ponía música dance de los 90: rave hardcore y jungle. El problema de escuchar música y trabajar a la vez es que si en verdad le estamos prestando atención a la música, el ritmo de trabajo se desacelera; y, por el otro lado, si uno está trabajando bien, puede encontrarse con que escuchó un disco entero y que no se acuerda nada en absoluto al terminarlo. Por eso, cuando estaba escribiendo sobre discos específicos para el libro del glam me alejaba de la computadora y me concentraba sólo en la música y mientras tanto escribía notas en papel. Mi método implica mucha pérdida de tiempo, distracción, posponer el arranque. Las noticias y comentarios infinitos y detallados sobre política son realmente una gran interrupción de la concentración, porque sentís que estás haciendo algo valioso al mantenerte al tanto de las últimas noticias. Una vez que el deadline se acerca demasiado (por lo general un deadline impuesto por mí mismo: tratar de terminar una sección para cierto día) es impresionante lo rápido que avanza la escritura. Me puede llegar a llevar tres días escribir las primeras 150 palabras de un capítulo, luego el ritmo se acelera y cuando llega el último día ya escribo 5000 palabras en un solo día. Es como escalar hasta la cima de una montaña y después bajar corriendo hasta la base.

– ¿Por qué escribiste que la Melody Maker de principios de los setenta era “más inteligente y entretenida que la competencia”? ¿Cómo se puede lograr un periodismo musical entretenido e inteligente en la actualidad?
– Creo que lo que me llamaba la atención de la Melody Maker de ese momento era que tenía el ethos de un diario. La mayor parte de su staff y escritores venía originalmente de diarios locales, tenían ese entrenamiento y esa mentalidad. Por eso en la Maker hacían trabajos muy bien relatados sobre temas que no eran necesariamente las cosas que uno esperaría que cubriera una revista de rock seria. Salían notas sobre clubes de fans o sobre algún fenómeno adolescente, como la manía de los Jackson 5, The Osmonds o David Cassidy. Había muchos artículos sobre la industria musical, charlas con patrocinadores o con productores sobre la industria o sobre el estado de la música pop. Pero a la vez tenía dos hojas repletas de Sun Ra o Stockhausen. Al mismo tiempo, así como tenían el periodismo apropiado, también tenían columnas, críticas sobre discos, críticas sobre shows y artículos de opinión sobre temas de actualidad súper tendenciosos. Por lo cual era una una mezcla muy buena de periodismo empírico presencial y artículos sobre noticias, escrito con más objetividad e imparcialidad, al lado de otra forma de escribir mucho más crítica y sentenciosa. Alrededor del 74, New Musical Express asumió el mando de Melody Maker, destacando el lado crítico, sentencioso y tendencioso, convirtiendo a los escritores en celebridades y personajes de culto. No atraían al talento local de los periódicos, sino a la gente de la prensa under –las revistas y diarios de la contracultura-. Así que a pesar de que tenían algunos periodistas buenos haciendo reportajes y noticias orientados a la industria, y también reportajes sobre política, el equilibrio se desplazó hacia la opinión y el crear controversia. Esto fue genial, yo era muy fan de NME, en especial durante los años postpunk. Pero, observando la Melody Maker de comienzos de los 70, el equilibrio que tenían era de alguna manera mejor. Tenían corresponsales extranjeros como un diario formal, una agencia en Nueva York, personas en otras grandes ciudades de la industria de la música en Estados Unidos. Fue el medio gráfico sobre música más vendido del mundo durante un par de años y se consideraba a sí mismo como el diario musical de referencia, del mismo modo en que el New York Times se consideraba el diario de referencia. Para un historiador, el abanico de escrituras que tenia la Melody Maker de ese entonces puede ser un recurso muy valioso. Podés enterarte cuánto salía ir a un concierto de rock en 1972. Cuánto costaba ser un miembro del club de fans de Slade, y ¡todo lo obtenías por 50 centavos! Así que, del discurso de la época -las ideas y valores que están expresadas en los escritos críticos y también los escritos de los fans en la página de cartas, las cuales usé muchísimo en el libro del glam- se obtiene toda esta información tan rica y basada en hechos reales.
No se cómo recuperarla. En el periodismo musical de la actualidad está faltando la parte de reportajes. En realidad no es puramente periodismo. Es todo críticas, opiniones, “hot takes” y entrevistas que no se hacen en persona, sino que por teléfono o, lo que es incluso peor, cada vez más por mail. Por lo cual no hay una dimensión de reportaje ni un sentido del músico como un ser humano de carne y hueso. El problema ahora es cómo financiar un periódico de música de esa dimensión. La Melody Maker y otros periódicos de música obtenían todos sus fondos de compañías discográficas y de patrocinadores de conciertos que compraban espacio publicitario. Para esas empresas, los medios gráficos sobre música eran la única forma de llegar a la audiencia del rock. Ese dinero que ingresaba todas las semanas le daba la posibilidad a los medios de música de cubrir una gran parte de los gastos semanales, emplear a siete u ocho escritores y darle trabajo a docenas de trabajadores independientes que podían vivir trabajando enteramente para Melody Maker, o NME o Sounds.

Traducción de Ana Belén Segura