Entrevistas

De gira cósmica con Massacre: Culto Rock

Massacre se embarcó en un ambicioso tour de siete recitales en diez días. El tramo final arrojó cuatro shows consecutivos en el NOA tras dos años de ausencia en la región. Rock Salta siguió de cerca al grupo por escenarios que contrastaban notablemente con el Gran Rex o a la cancha de River.

 

Fotos: Martín Azcárate y Florencia Llompart

Massacre, la “banda de culto que llegó al mainstream”, decían hace unos años los publica­ciones rockeras, en ese afán que tiene el periodista de catalogar todo. Pasada la efervescencia pero con el grupo asentado en un lugar importante, Walas, su vocalista, cuen­ta que “esto de salir de gira es un con­cepto bastante nuevo”, y profundiza: “Estuvimos tantos años en el under y perteneciendo al rock de culto que no salimos demasiado de Buenos Aires. A lo sumo íbamos a tocar a Mar del Plata en los veranos y nada más”. “Con El Mamut y con Ringo es cuando en­tramos”, remata. El Mamut (2007), un gran disco de guitarras y melodías, con letras contracturadas, sanadoras y estribillos gancheros, post punk, psico­delia y rock añoso; fue de lo mejor que se hizo en la escena nacional en años y trajo de vuelta a los que habían perdido las esperanzas luego de la masividad del rock bengala.

Una de las continuas obsesiones del grupo es el difundir a bandas nuevas, por eso en esta gira los acompañan los Surfistas del Sistema, un trío de rock pop alternativo formado en 2011 que va a tocar en cada fecha de la Gira Cós­mica.

El show santiagueño es el jueves 6 de junio en el complejo Cayococo. Es el primero en la región Noroeste y cuenta con la participación local de Tus Mo­nitores. Casi a las dos de la mañana, el público sigue llegando y poblando el lugar, ubicado al lado de un boliche que está a pleno con cumbia y cuarte­to. Por su disposición e instalaciones, Cayococo parece una carpa de circo y no cuenta con el brillo de antaño. El lu­gar queda en la zona de boliches de la ciudad de La Banda, vecina a Santiago capital. Los presentes van a soportar un retraso importante por algún proble­ma técnico que obliga a los Massacre a salir al escenario casi a las cuatro de la mañana. Con un tema instrumental seguido de “Plan B (Anhelo de satis­facción)” da inicio el show. La mayoría se amontona bien adelante para saltar lo más cerca posible del grupo. El es­cenario no es muy alto pero cuenta con un acertado vallado y excelentes luces, aunque la distancia entre techo y esce­nario es ínfima. Una de las primeras intervenciones de Walas es pedir per­dón por la demora. En otra salida hace referencia a Jorge Rafael Videla. Más tarde, explica: “Hace unas semanas, en Mar del Plata, les digo a los chicos de la producción, ‘te voy a pedir un cham­pagne, porque quiero destapar uno en el escenario para celebrar’. No para ce­lebrar que se murió, porque nos vamos a morir todos, sino la muerte preso, que murió en prisión. Esto mismo lo hago al día siguiente en Punta Alta, que es una ciudad que depende de la Base Na­val. Todo el pueblo es aledaño a Bahía Blanca. Y me di cuenta que cuando dije eso, no fue tan eufórico como Mar del Plata. Entonces me doy cuenta que hay ciudades que son más rockeras o menos rockeras, mas libertarias o menos; más conservadoras, más vanguardistas”. En Santiago la frase cae muy bien y se aplaude la ocurrencia.

Durante la noche todos los flashes van a parar al líder y a sus distintos cambios de vestuario, incluidos acceso­rios de factura propia, como los muñe­cos o afiches con el sistema digestivo. El gran imán que tiene Walas evita que se preste atención al resto de los mú­sicos que conforman el quinteto. Por ejemplo, a las encantadoras interven­ciones en guitarra, teclados y samplers de Fico, quien minutos antes disfrutaba del show de Tus Monitores al costado del escenario, mostrando su admira­ción por el grupo, a quienes casi produ­ce musicalmente, según cuenta Emilio Sialle, líder de los santiagueños, que esperan lanzar su nuevo material antes del 2014.

Otras frases de Walas festejadas por el público son: “El capitalismo no nos hizo felices”, “¿Si Bergoglio es el Papa de los humildes, los anteriores de qué eran?”. El show culmina con dos bises, promediando las cinco y cuarto. Poca gente aguantó hasta el final.

Dos días después, el Diario Pano­rama publica una foto de Saulo López con toda la cara hinchada y titula “Re­cibió una feroz golpiza durante un reci­tal de rock”. El músico santiagueño del grupo Nebulosa fue salvajemente agre­dido durante el show. Al cierre de esta edición, poco se sabe de lo sucedido.

4 AM

En San Miguel de Tucumán comien­za la primera de tres batallas perdidas contra Jóvenes Pordioseros, que to­can en las mismas ciudades del NOA y en el mismo horario. A pesar de que los estilos son totalmente distintos, en el Norte no hay muchos lugares para tocar. Hay un buen porcentaje de pú­blico que suele ser bastante amplio y podría ir a ambos shows a pesar de la gran convocatoria que siempre goza el rock and roll stone en la región. El recital, el viernes 7, se desarrolla en una cancha de básquet cubierta que se convierte en un verdadero dolor de ca­beza para el sonidista. A pesar de estar anunciado a las 22, los salteños Luca Makonia suben al escenario pasada la medianoche, dando un show acelera­do, en medio de mucho ruido y pocas personas. Talión tiene un buen margen de tiempo para tocar y mostrar su metal melódico, aunque desentonan bastante con la propuesta musical de la noche. Los Surfistas sorprenden a varios que no sabían de ellos. Reciben buenos aplausos de parte de los tucumanos en temas como “No hacer nada” o “Yo soy”. Francisco Frione, voz y guitarra del trío, cuenta lo siguiente respecto a la inclusión de “Puente”, de Gustavo Cerati, en su repertorio: “En realidad la elección del cover es porque nosotros vamos a hacer la presentación del dis­co cuando volvamos a Buenos Aires y la lista de temas que estamos haciendo son los que queremos foguear más. En la presentación tenemos la idea de invi­tarlo a Leo García, un músico que tocó muchos años con Cerati, y queríamos hacer un cover. Se nos ocurrió hacer uno de él, pero terminó siendo uno de los temas con los que más se enganchó la gente, porque es obviamente un tema que conocen y los otros los escuchan por primera vez.”

Cerca de las tres de la mañana hay mucha gente en el galpón, es la fecha más concurrida de la gira. El problema es que a las cuatro se tiene que terminar todo por la conocida y absurda regla­mentación de tope horario que tiene la provincia gobernada por José Alpero­vich. Por eso los presentes comienzan a silbar e impacientarse mientras los asis­tentes del grupo acomodan los muñe­cos en el escenario. El inicio es similar al día anterior y se reciben con muchas ganas los temas viejos (“Nuevo día”, “Querida Eugenia”). El pogo es bas­tante fuerte pero esta vez no hay valla y unos cuantos de seguridad se ponen adelante para detener a la gente. En el medio del pogo, llama la atención un chico vestido con el típico uniforme azul de enfermero.

Massacre es una excelente versiona­dora de canciones y en “Estallando des­de el océano” Pablo Tordo” Móndelo regala un increíble solo cerca del final. El guitarrista comenta acerca de la evo­lución en su instrumento: “En realidad no cambié mucho, lo que ocurrió es que en los últimos dos discos tuvimos pro­ductor. Y un productor tiene una idea de lo que tiene que sonar eso, entonces un poco cambiaron las cosas. Ya no hacia lo que siempre hago para grabar y re­duje bastante el tema de las guitarras a nivel sonoro en disco. Después en vivo, creo que lo que hice fue lo contrario, fui experimentando.”

Apenas suenan las primeras notas de “La octava maravilla” la gente lle­ga corriendo desde distintos puntos del estadio hacia el centro. Incluso los que estaban sentados en lo más alto de las gradas se contagian de ese hit que dejó El Mamut. “Hacemos un último tema y tenemos que parar, se nota que acá no dejan pasar ninguna irregularidad”, lanza irónicamente Walas al micrófono, transcurridos algunos minutos de las 4. “Mi mami no lo hará” cierra la noche tucumana con su último quiebre, don­de hay un silencio y el tema continúa. Esto descoloca a los inspectores y po­licías, que van rumbo a los sonidistas y productores locales de manera violenta exigiendo que detengan todo, pensado que era una canción nueva. La cosa no pasa a mayores, y si bien el público se muestra muy fastidioso mientras se aleja, no hay disturbios. Una noche que pide revancha.

 

De regreso al under

El tercer show en el Norte es el sába­do 7, en San Salvador de Jujuy, el pri­mero en la historia del grupo. El recital tiene un fuerte espíritu punk por lo aco­tado del lugar, el escenario completado con algunas mesas del bar y el constan­te agite de la gente, que al no tener va­llas, ni mucho menos seguridad, puede subirse al escenario o abrazar a Walas en cada tema.

– En el recital de Jujuy, se notó mu­cho punk. La gente te convidaba cer­veza, se subía a cantar con vos, o no paraba de hacer pogo adelante tuyo, y era un escenario armado con me­sas. ¿Cómo viviste esa experiencia?

– Walas: Yo estaba en una postura para aguantar. Hacia un poco de can­tante y un poco detenía el pogo. A mí me encanta.

– Pablo M: Es verdad, fue un esce­nario de mesas, pero está bueno, está bueno igual.

– Para vos como violero, ¿qué tal es tocar en escenarios tan chiquitos donde no entra la pedalera o no te podés mover mucho?

– Pablo M: No, eso no importa, me gusta. Me encanta tocar en escenarios chicos. Escuchás a todos, está la gente re cerca.

– Pasar de un Gran Rex a esto es raro. Debe tener un encanto especial.

– Walas: A mí me encanta. Me gusta jugar en las dos canchas. A nosotros nos hace muy bien al bocho y a la autoes­tima y al equilibrio de la psiquis. Tocar en el Gran Rex, tocar en el festival más sponsorizado y meternos en eso que yo llamo el sótano. Lo que yo llamo los festivales cuando era chico, cuando veía a Sumo en un pub para cien perso­nas, cuando veía a Los Violadores.

– Entonces esta bueno para mante­ner la cabeza en el lugar.

– Walas: Exactamente. Nos hace muy bien. Pasa que de repente bajamos de tocar y hay sushi en el camarín, hay modelos, y hay una propaganda gigante de una cerveza o de una empresa de ce­lulares o qué sé yo. Es según el festival. Y después meternos en un sótano don­de capaz que bajamos y no tenemos ni dos gaseosas.

La noche jujeña se vive como una fe­cha bien under y cargada de sentimien­tos. Para la mayoría es la primera vez que ve al grupo. Antes, los locales de LD5 mostraron su hardcore punk, y los Luca Makonia se sintieron más a gusto con un púbico que pedía temas (“Ani­ta”, por ejemplo), pero que no saltaba. Como en las otras fechas, tanto Fico como Bochi, bajista del grupo y la pata punk en el escenario, fueron los que ob­servaron de cerca el show de las bandas teloneras.

“Tengo captura”, uno de los cortes de Ringo (2011), y de los temas que sona­ron al inicio, homenajea en su letra a El Mató a un policía Motorizado, una de las bandas que más crecimiento viene teniendo en el under nacional. El gru­po es una nueva muestra del rock inde­pendiente, ese que está alejado de las discográficas importantes, camino que Massacre pasó por un breve periodo. En esa discusión de si conviene elegir o no la independencia, Walas responde: “Están los que les gusta estar en todo, en lo ejecutivo, en lo creativo, y eso te resta un poco de tiempo y de bocho para lo otro. Yo aplaudo las gestiones independientes, amo a (ArielMinimal, amo a Nekro, me encantan. Ni hablar el Indio. Pero yo no lo podría hacer, en un momento fundamos un sello que se lla­maba Laika Records, donde sacamos un disco que estuvo buenísimo, que tuvo buenas críticas, que se llamaba 12 Nuevas Patologías (2003), después sacamos un maxi con seis canciones, un DVD, dos compilados y nos cansa­mos. Dijimos ‘no, que lo haga otro, yo quiero hacer canciones nada más’. Que de lo ejecutivo se encargue otro, el que contrata las luces, al micro, el sonido, y todo lo demás, que sea otro. Yo quiero meterme en una sala y hacer buenos te­mas, buenas canciones.”

Durante el show varios chicos vincu­lados al Frente por la Victoria se acer­can a saludar al cantante, que en reitera­das oportunidades ha mostrado su lado político. Incluso eso está muy marcado en temas del último disco como “Muer­te al faraón”, un infaltable en los con­ciertos, donde se nota mucho el mensa­je, pero que se hace más evidente cuan­do desde el escenario se gritan cosas como “muerte al capitalismo”. “Pero en realidad no es por el capitalismo en sí. Es la celebración de que los pi­bes jóvenes tomen la manija, se hagan dueños de sus derechos de su espacio”, expone Walas, y continua: “Nosotros somos una generación llena de miedos. Nosotros crecimos haciendo guerrilla urbana en Buenos Aires, una guerra cultural, fuimos los primeros punks, los primeros que hacían festivales en el Pa­rakultural. Éramos los que salíamos al frente y nos comíamos esos calabozos y esas averiguaciones de antecedentes. Vivíamos llenos de miedo, viste, miedo al patrullero, miedo a la iglesia, miedo al infierno, miedo al sida. Entonces yo lo que celebro es que una piba de 18 años se le planta al intendente que sea, de la ciudad que sea, y te toma el cole­gio, y pide sus derechos, reclama por ellos. Hacen grafitis, participan social­mente. Eso es lo que dice ‘Muerte al fa­raón’, es la celebración después de los noventa, cuando lo único que les intere­saba a los pibes era la PlayStation y el shopping, y todo era una cosa re vacía. Hoy en día ‘Muerte al faraón’ celebra eso, celebra a Mariano Ferreyra, que salimos un montón a decir quién fue el que lo mató.”

Una de las frases que pinta la década pasada en ese tema es “Me privatizás el sol”. Walas se sincera: “La idea origi­nal era realmente me privatizás el gol. Porque los argentinos necesitamos pan y circo, el laburo y poder gritar un gol. Y en un momento se vivió codificado el único placer que tenemos los argen­tinos, que es gritar un gol, entonces era eso. Me privatizás el sol, pero también la idea era me privatizás el gol, y si me hacés eso ahora, durante los noventa me callé la boca, pero ahora me hacés eso y yo te bajo todo los vidrios de tu despacho, de tu oficina, de tu empresa, de lo que sea. Ese es un símbolo, con la gomera tirarle los vidrios al poder.”

En Jujuy también rige el tope horario de las 4 AM, pero todo termina a hora­rio y la gente se retira del local exhaus­ta. Recogen las camperas que dejaron en alguna silla o directamente en el piso contra la pared y se van luego de una hora cuarenta de rock de culto cargado de energía.

 

Sembrando rock

En el atardecer salteño y con el colec­tivo de gira que les brindó el nuevo se­llo Geiser en la puerta del hotel, Walas atiende a la prensa y brinda una extensa charla en el patio, al lado de la pileta, en una noche no tan fría. En la mesa hay discos de bandas salteñas y al can­tante, experto en cultura rock, le llama la atención Grotesco, de CalmaNiño. “Son payasos malos estos”, grita mien­tras sostiene el álbum en sus manos y ve unos números viejos de Rock Salta donde la banda salteña luce amenaza­dora con su maquillaje retorcido. “Vos sabés que yo me sumé a una banda tri­buto a Turbonegro, que es una banda de Noruega, una banda punk metal de Oslo. Me convocaron para cantar un par de temas y les dije ‘a mí me encanta Turbonegro también, si quieren hace­mos un repertorio de diez, doce temas’. Y luego de eso salimos a tocar en un par de shows, así todos pintados, medio King Diamond. Incluso tocamos en la boda del campeón argentino de kick­boxing. Imaginate todos pintados como los Turbonegro en una boda (risas).”

En esa búsqueda constante de nuevo material o nuevas bandas, el vocalista se transformó en curador de un compi­lado llamado Los perros ladran, lan­zado recientemente por el sello Geiser, que se presenta como una opción para revitalizar el rock argento, el recambio que piden muchos. Al respecto, Walas cuenta: “Es necesario un recambio. El rock sufrió en los últimos tiempos un momento coyuntural, un momento bi­sagra. Que tiene que ver primeramente con la época post Cromañón, fue un antes y un después. Cambiaron los ho­rarios, los lugares, las condiciones, los precios. Todo. Y después hubo un gran cimbronazo con la muerte y la disolu­ción de muchos artistas. PappoSpi­netta, la disolución de Los Redondos, de Bersuit, de Attaque (sic). El rock sufrió un cimbronazo que nos puso a muchas de las bandas nuevas ahí en la primera fila. En un momento, nosotros y un par de bandas más encarnábamos el nuevo rock argentino, como pasó en los noventa con Los BrujosBabaso­nicosTodos Tus MuertosPeligrosos Gorriones, los Illya Kuryaki. Nosotros en un periodo empezamos a aparecer en las tapas de las revistas junto con Los Natas, los El Mató, Minimal, los Cienfuegos. A mí me encanta, está bue­nísimo. O el rock platense, siempre hay una necesidad de buscar a ver qué pasa en el rock platense.”

– Hay mucha música buena que por ahí pasa un poco desapercibida. ¿No te parece que faltan un poco las ganas de la gente de escuchar cosas nuevas?

– ¿Sabés por qué? Porque el rock en su momento estuvo tan álgido, le pu­sieron como una especie de anabólicos, y se puso de moda, y ahora no es que pasó de moda o se murió. Es que volvió al lugar que tenía que estar. Yo siem­pre hago un chiste, con respecto a mí, digo “no sé si me deprimí o me deseu­foricé”. O sea no es que me deprimí, sino que vuelvo a estar en la línea que estaba. Y antes estaba eufórico, andá a saber por qué motivo. Al rock le pasó eso. En su momento te decían “tenés que consumir rock, tenes que consumir rock”. Y el símbolo es el VIP, con las modelos y el sushi y no sé qué más. Y ahora agarró y volvió a su lugar. El rock de los últimos diez años estuvo encar­nado por, lamentablemente, (hace una larga pausa) por un grupo de imitadores de Mick Jagger. Y ahora yo creo que venimos una generación de discípulos de Luca (Prodan). Y es lo que espero y lo que deseo que sea el rock en serio. ¿Sabés quién les sacó la careta a todos estos imitadores de Mick Jagger que te decía? Y fue un factor determinante en el antes y después del rock: Capusotto, Diego Capusotto, un entendido en la materia, un estudioso. Un tipo que no se dedicó a ser ni músico, ni crítico, ni periodista de rock, y utilizó al humor como vehículo para ser una especie de mediador. Y ser una especie de espejo para los músicos para que nos miremos y no hagamos boludeces. Después fue pintor de todas las tonteras que hace­mos los rockeros. Capusotto fue de­terminante en el antes y el después del rock.

– Acá en Salta hay dos bandas (Bort y Sin Vuelta) que utilizaron para sus canciones frases de Capusotto. Hoy un humorista es una influencia para una banda.

– Está buenísimo los que se lo toman para el humor, caso Gustavo Cerati que salió a tocar “Llamen a Moe” y están los otros que se enojan.

– ¿Cómo pensás que se tienen que desarrollar estas bandas indepen­dientes? Al principio sus discos se lanzan gratuitamente y después, cuando alcanzan un nivel o un esta­tus, firman con una discográfica y pasan a vender sus discos.

– A mí, personalmente, que soy de la generación fetichista y soy colec­cionista, me gusta ver el disco de Led Zeppelín, de los Clash o del que sea. Pero entiendo que hoy en día se ha vuelto no solamente al concepto de lo virtual, sino que también se ha vuelto a una idea de los cincuenta. Se perdió el concepto de álbum. Porque en esos años la gente conocía a los artistas por un solo tema, en los cincuenta a Elvis lo conocían por un single, la gente no escuchaba diez temas de Elvis Presley. Después aparece el concepto de Long Play, aparece el lado B, el outtake y todo eso. Después apareció la idea de álbum conceptual, de escuchar diez temas, quince temas, que a mí me en­canta, yo soy de esa generación. Pero ahora se volvió al single, a escuchar el tema gratuitamente. Lo cual me parece genial. Lo que el Indio Solari llama el maoísmo de la información, el comu­nismo, la cosa para todos, eso de todo para todos. En eso estoy de acuerdo en algunos puntos. Después no estoy de acuerdo en la información esa de que todos sepamos todo de todos, no estoy de acuerdo porque no nos hizo felices. De hecho nos estamos enterando de co­sas que mejor ignorarlas. El hombre, el ser humano, es más feliz ignorando co­sas que sabiéndolas en muchos casos. La información en algunos casos nos hace más fuertes, el saber nos hace más fuertes, pero en algunos casos no. Si el mundo fuera equitativo sí está bueno, pero que un pibe que no tiene un sope en un lugar del mundo se entere de otro que vive como millonario en otro lado, no está bueno. Eso genera desequilibrio y quilombo.

– Pero podemos caer en el otro lado, en la sobreexposición. En un momen­to a ustedes los atacaron mucho por­que tocaban siempre en los festivales. Venia el que sea y tocaba Massacre antes. Y la gente se emboló.

– Es verdad. Pero es lo mismo que nos pasaba en los noventa. Durante esa década los Massacre fuimos teloneros de todas las bandas punk que vinieron de Norteamérica. De hecho la más sig­nificativa fue cuando tocamos cinco noches consecutivas con Los Ramo­nes. Pero después tocamos con los Ag­nostic Front, con DanzigHenry Ro­llins con Fugazi. Tocamos con todos los símbolos del punk rock americano: con los Misfits, con Black Flag, con Minor Threat.

– En estos shows por el Norte siem­pre usaste una máscara con el logo de Misfits.

– Tal cual. O sea que lo que pasa es que ahora nos ven y nos conocen, en­tonces dicen “uh estos están en todos los festivales”. Pero antes también, nada más que antes teníamos que ha­cerle el aguante, éramos los teloneros de todas la bandas norteamericanas. Antes era como más under y ahora es todo a la luz del día.

– Con la marca bien arriba y el car­tel abajo anunciando las bandas que tocan.

– Sí. Aparte nosotros somos univer­salistas. Y no hay muchas bandas así, somos universales y no hay muchas bandas en el rock argentino como para que los pongan a tocar con Marilyn Manson o con Iggy Pop. Cuando tocó Iggy Pop eran Los Natas y Massacre. Es así, tenías que poner a una banda punk o a una banda heavy, ¿y a quién ibas a poner?

– Eso es lo que tienen ustedes, que son una banda distinta, no hay refe­rentes en su sonido.

– Exactamente, por eso nos costó tanto llegar al público y a cierto éxito. ¿Sabés por qué? Porque no tenemos etiqueta. Si vos te encuadrás dentro de un club es más fácil. Si decís yo perte­nezco al reggae, entonces bueno, tenés quien te contenga, tenés público y tenés producción. O si pertenecés al heavy tocás en el metal para todos. Pero noso­tros no tenemos club a dónde pertene­cer, somos artistas libres, y pertenece­mos al universo. Y eso te juega a favor en nivel artístico pero muchas veces te juega en contra a nivel marketing.

– En esta giran no tocan temas len­tos, como “Divorcio” o “El deseo”.

– No. Porque también tiene que ver con otras cosas. Nosotros no venimos con la letra impresa, para nosotros es un símbolo la hoja en blanco y el fi­brón. Es un símbolo de espontaneidad, de armar las cosas sobre la marcha. Entonces venimos, tocamos en Men­doza y tocamos en Córdoba, en lugares más mainstream, en lugares donde son discotecas más grandes o boliches más grandes. De hecho somos de la última camada de bandas que inauguramos un lugar que se llama Sala Astral, un teatro antiguo que remodelaron y es un lugar re grande para mucha gente. Pero después las siguientes productoras son como de hardcore, de punk. Y la convo­catoria también tiene que ver con eso, ves las remeras y tienen remeras de Ra­mones para arriba. Entonces eso como que nos condiciona.

– Sos un gran consumidor de la cul­tura rock.

– Sí, la verdad que sí, pero tengo me­nos tiempo que espacio para escuchar los discos y leer, ahora. Antes podía apreciar más la cultura rock y la lite­ratura, y la feria de libros y todo eso. Una de las cosas que lamento, con esto de salir de gira y de tener más popu­laridad, es el no poder escuchar tanta música (risas). Pero soy recontra con­sumidor e investigador.

– Se difundió una foto tuya con Dave Grohl cuando vino Foo Fighters en abril del 2012, me imagino en la charla hablando de músicos que los influenciaron a los dos.

– Uno de los ejes fue Bob Mould, que es un gordo de Minnesota que ahora es solista, pero antes en los noventa tuvo una banda que se llama Sugar, y en los ochenta una banda que se llama Hüs­ker Dü, que fue influyente por com­pleto para bandas como Nirvana, para nosotros los Massacre, y ni hablar para los Foo Fighters. Entonces yo le llevé cuatro vinilos de una banda donde to­caba él antes de que entre en Nirvana, que se llamaba Scream, una banda que imaginate cuántos discos se deben ha­bar fabricado de ese grupo.

– Ese día en River fue emocionan­te cuando mezclaron una canción de Cerati con una de ustedes, ¿Lo si­guen haciendo?

– Sí lo hacemos, venimos con un tema de nosotros y se transforma en un tema de Gustavo, en “Lago en el cielo”, un homenaje.

– A quien venias homenajeando en esta gira es a Spinetta.

– Sabes lo que pasó, nosotros venía­mos tocando “Ana no duerme” desde siempre, pero nunca lo grabamos, lo tocábamos solamente en vivo. Lo pre­paramos cuando se le hizo un home­naje a los treinta años del lugar donde se fundó el rock nacional, que era un lugarcito en plaza San Martin. Que era donde se juntaban los primeros hippies, donde se juntaban Tanguito con Litto Nebbia, los que escribían la revista Pi­nap. Entonces, en ese mismo lugar to­camos e hicimos varios covers del rock nacional, para ese momento lo prepa­ramos y después lo tocábamos siempre en vivo. Y cuando estábamos armando el Cosquín Rock 2012, 48 horas antes muere el Flaco y ahí fue una cosa im­presionante lo que pasó: los IKV toca­ban después de nosotros, fue una cosa muy sagrada.

– ¿Tuviste alguna relación con el Flaco, lo llegaste a conocer, a charlar con él?

– A mí me pasó una cosa divina con el Flaco, que es crecer realmente. Porque nosotros desde chicos éramos punks, entonces el Flaco pertenecía al enemi­go, eran los hippies. No nos interesa­ba Charly García, ni Seru Giran, ni Sui Generis, ni Spinetta. Pertenecían al otro bando, nosotros admirábamos a Los Violadores, a los Alerta Roja Los Baraja, a Sumo. A la new wave, a Virus. El rock de la post dictadura. En­tonces, todo lo que tenía que ver con el rock nacional de los setenta era el ene­migo. Después yo me pongo a investi­gar, me pongo a estudiar la materia y me doy cuenta que son los mejores, que hicieron lo más lindo a nivel poesía y a nivel música. Y me acuerdo una vez que a Spientta le preguntan en una en­trevista de radio, cuando sus hijos eran chicos, todavía no eran los Illya Kurya­ki, y le preguntan “¿tus hijos escuchan tu música?” Y él dice “no, mi música a mis hijos no les gusta ni medio, ellos escuchan Massacre Palestina”, que fue la primera vez que se escuchó el nom­bre Massacre Palestina en una radio me imagino (risas).

Y después lo vimos cuando empeza­mos a grabar Ringo. El primer día de grabación de Ringo cayó Luís Alberto, que vivía por ahí cerca, lo conocía a nuestro productor artístico, Alejandro Vázquez. Cayó y nos vino a saludar, nos abrazó. Viste que él era jazzero, era jodido, medio complicado, y se ve que escuchó las cosas que meten Fico, que mete el Tordo, y nos dijo “cómo me gusta su música, los tonos que usan us­tedes, la verdad que son únicos, son por fuera del rock estándar” y qué se yo. Entonces yo lo abracé y le dije “ojalá que en este abrazo me transmitieras un uno por ciento de tu talento”. Ya estaba re jodido, viste.

Fin de fiesta

Las cosas en Salta terminan siendo ambiguas. El local es sumamente supe­rior a los cuales tocaron en sus anterio­res visitas, suena mejor y presenta mu­chas comodidades, a pesar de algunos detalles en su escenario. El lugar es el boliche Sublime, que está camino a la poblada zona sur de la capital salteña. Es un bastión de la cumbia cada fin de semana. En esta noche, luego del paso de Madre T-Rezo, los Luca Makonia dan el mejor show de la tres fechas y anuncian ante su público que antes de fin de año editarán un disco doble con nuevas canciones y con otras que que­daron inéditas en la anterior etapa del grupo. Por el lado de Surfistas, los chi­cos sufren un percance que conocemos en palabras de Francisco Frione: “Hoy fue la primera vez que nos putean un poco, por agradecer a todos. Aunque en realidad es una estupidez, estábamos agradeciendo a todos los que hacen posible que Massacre esté acá arriba. Cuando se vive desde atrás, es muy impresionante, ver cómo hay gente que duerme tres horas por día y labura con una profesionalidad impecable, todo para que esto funcione. No somos los únicos que estamos corriendo, incómo­dos o durmiendo poco. La verdad que es un placer compartir ese sacrificio con todo el grupo. A mí me gusta ese ritmo.”

El show se atrasa un poco y Walas, Tordo, Fico, Bochi y Charly suben al escenario ya pasada la medianoche del domingo. Una vez más, el inicio es ins­trumental para luego caer de lleno en “Plan B”. En su posición de frontman y hombre espectáculo, el vocalista ape­la nuevamente a sus juguetes habitua­les para que las luces de las cámaras y celulares se depositen sobre él. En esta oportunidad, un caño de los que se usa para bailar está en el medio del esce­nario y, aunque podría ser un impedi­mento, la buena voluntad lo transforma en algo más de la decoración, junto con el estridente color naranja de los caños que bloquean un poco la visión del gru­po.

Cuando llegan las temas nuevos la gente aplaude y salta pero el pogo fu­rioso lo desatan los más antiguos, que marcan un punto distinto con lo viejo, en especial por la nueva manera de es­cribir que encontró Walas en Ringo, y que poseen una melosa factura pop como “Tanto amor” o la “Virgen del Knock-out”. Esto parte de una idea que busca cada vez ser más simple y clara. “Yo estoy aprendiendo todo el tiempo, admiro a gente como (FranciscoBo­chatón, por ejemplo”, dice.

Como toda banda grande, Pablo M cambia repetidas veces de viola. “Cada una tiene afinaciones distintas, algunas son guitarras con capo. Porque general­mente cuando empiezo a componer me aburro bastante de la afinación normal y entonces la cambio”, explica. 

Con unos Massacre elevados y brin­dando, una vez más, un excelente show, pasando por sus distintas etapas sono­ras, recordando a Sumo y a los Kinks con “You Really Got Me”, la noche concluye cerca de las dos de la mañana. Los aplausos bañan a los músicos y las luces del local bailable anuncian que todo ha terminado.

* Nota de gira publicada en la edición número 16 de la Revista Rock Salta (agosto – septiembre de 2013)

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