Hablamos con el músico bonaerense, que este fin de semana tocará con Pulp y Black Midi. Su nuevo álbum se nutre de influencias musicales y literarias para conformar un retrato que busca combatir la ansiedad de la época.
Una figura anónima sosteniendo un peso gigante sobre sus hombros. Podría ser cualquiera de nosotros. Más en estos días de incertidumbre total por el futuro, de cansancio acumulado. Es que el peso que se carga no es existencial ni simbólico. Es efectivamente «un peso», una moneda de un peso argentino que hoy no alcanza ni para comprar un fósforo, pero funciona si se la recicla y se la vuelve arte. Esto último es lo que hizo Lucas Difonzo, más conocido como Fonso, que usó esa imagen elocuente para la portada de Día del Trabajador, su nuevo y muy buen disco.
Día del Trabajador fue grabado en los Estudios Panda, en Buenos Aires, durante dos jornadas de principios de abril de este año y se publicó en septiembre. Son diez canciones de rock crudo, pop y desafiante con invitados como Daniel Melingo, Marilina Bertoldi, El Príncipe Idiota. El álbum, el cuarto del músico, fue editado por Indie Folks y se nutre de influencias musicales y literarias para conformar un retrato que busca combatir la ansiedad de la época.
Son días intensos para Fonso, oriundo de Castelar, en el conurbano bonaerense. Este músico de 26 años atiende a Rock Salta justo antes de telonear a Pulp en el Movistar Arena, y a Black Midi, este lunes 27 de noviembre en La Trastienda porteña.
Creo que no puedo empezar la entrevista sin preguntarte cómo estás viviendo estos días.
Ehh… (se ríe) Bastante difícil, por ahora. Estoy un poco impactado por el fin de semana, pero bien. Más allá de la coyuntura política estoy bien y muy ansioso. Ansioso en el buen sentido, con ganas de tocar. Es la salvación a todos los problemas.
No tenés miedo de que se vaya todo a la mierda, digamos. O sí, pero igual.
Sí, tengo miedo de que se vaya todo a la mierda. Pero con el miedo no se logra nada, así que trato de no tener miedo y simplemente seguir para adelante. Es así. Y estar junto con mis amigos y mi familia.
Te lo preguntaba de entrada nomás porque ya la tapa de Día del Trabajador tiene a un tipo con el peso, el peso argentino, sobre su cuerpo.
Bueno, esa tapa la hice con un amigo. Ya habíamos hecho la tapa del disco anterior y un poco las referencias estéticas que yo quería seguir eran afiches peronistas. No tanto por el fanatismo por el peronismo, sino más allá de eso. Me gustaba, era contundente. Letras gruesas, grande el mensaje. Parecido también al constructivismo soviético, que tiene esos carteles gigantes de propagandas. Entonces quería recrear un poco esa imagen. También porque iba a ser un año muy politizado, entonces quería apuntar hacia el mismo lugar. Mi amigo tiró la idea del peso y fue espectacular. Justamente lo que vos decís: el chabón está aguantando el mango, básicamente.
Después hay un sello, con tu foto, medio CGT la letra.
Totalmente CGT, sí.
Y medio Demonios de Tasmania, también. DDT.
Sí, sí, hay un guiñito. También me gusta esa banda, pero fue más casualidad eso, por las iniciales.
Pero en el sonido de tu disco hay algo de DDT.
Y.. la crudeza, ¿no? Es justamente lo que me gusta de esa banda. Cómo suena.
Y lo presentás la semana que viene.
Lo presentamos el lunes en un recital bastante piola y particular, que es con Black Midi. Lo venimos presentando hace un par de meses. Hicimos una gira bonaerense y ahora se termina el año y tenemos esto. Después tenemos un recital con Winona Riders en Mar del Plata, el 2 de diciembre. Va a estar bueno. Después tocamos con Mora y los Metegoles, el 9, y al final de año, el 28, tocamos con Ale Cares.
¿Cómo fueron surgiendo los invitados del disco? ¿Cómo se da esa combinación? ¿Vas pensando quién encaja mejor o simplemente pegaste onda?
Yo no suelo tener invitados en mi música. Entonces fue la primera vez que me di el gusto. Pero sí, primero pensaba eso: ¿Quién me gusta? ¿Quién podría quedar bien acá? La verdad es que se me dio con todos los que se me ocurrieron, básicamente. Yo al disco lo produje con Lea Lopatín, y él tiene el contacto de muchos de ellos. Entonces yo le decía: mirá, me imagino a Melingo acá. Y él me decía «Bueno, dale, lo hablamos». Y yo tipo: bueno, increíble. Y le gustó la música a Daniel, se copó. Lo mismo con Marilina. Le gustó el tema, vino al estudio un día, grabamos. Con El Príncipe Idiota tengo una relación más personal, somos amigos. Así que fue bastante un lujo para mí. Que vengan porque les haya gustado, no una situación de negocio. Fue «che, me gustó el tema». Así de simple.
Entre los datos del disco que se difundieron hay menciones a Sarmiento, a Lucio V. Mansilla. ¿Cómo llegan esas referencias?
Me pasó este año que de alguna manera sentía que necesitaba un poco de sentimiento nacional. No sé cómo explicarlo. Me empecé a interesar un poco más por la historia argentina. Más que antes. De repente empecé a leer algunas cosas, a escuchar, a estudiar. Me gusta leer historia. Y a medida que fue pasando el año, que se fue perfilando así, como muy político todo, dije «loco, necesito sentirme argentino». Y empecé a leer cosas y a escuchar bandas. Mucho Abuelos de la Nada, mucho Charly, Virus. Y empecé a leer algunas cosas que me hicieron sentir más cerca de mi país, más allá de la ideología de la gente que escribe. Mansilla, todo bien, pero eran todos milicos. Igual que Sarmiento, que era un garca. Pero escribían muy bien y definen muy bien una visión y una parte de la historia que me parece muy importante tenerla en cuenta. Y nada, saber.
¿Qué idea de esos autores se pueden percibir en el disco?
Es más abstracto, porque no es que yo estoy haciendo alguna referencia explícita sobre un autor o libro. Es más el sentimiento que me quedó después de haber leído el Facundo y el libro de Mansilla (Una excursión a los indios ranqueles), entre otros.
Gombrowicz también es mencionado entre tus influencias.
Claro, otro chabón que tiene una mirada muy buena sobre el país. De repente sirve un montón.
¿Leíste el Diario argentino?
Sí, de hecho me gustan más los diarios del chabón que las novelas que tiene. Todas esas cosas me influenciaron en ese sentido: acercarme más a la identidad nacional. O por lo menos reconstruirla, porque también siento que está un poco desfigurada últimamente. Entonces eso me sirvió para reconstruir por lo menos mi identidad nacional y conectarme con la cultura literaria y musical que me gusta. Entonces, cuando escribo los temas o pienso de qué hablo o cómo lo vamos a tocar, hay influencias de todas esas cosas que tienen que ver con la simpleza y tienen que ver con hacerlo en grupo. Son todas cosas que son distintas a cómo se hace la música en general hoy, que es hacerlo solo en tu pieza. Autoproducido. Ideas de eso: de grupo, de hablar de equis cosa. O de entender también lo que le pasa a uno a partir de lo que lee.
Es una lógica que excede a la música. Esto de lo individual de estos días.
Sí, totalmente. Cada día que pasa nos damos cuenta de que necesitamos estar con otras personas haciendo cosas. Porque sí no, el sentido un poco se diluye y termina siendo algo que sólo te importa a vos. Y está bueno hacer cosas para los demás y hacer cosas para la posteridad sin pensar en un éxito inmediato. Por ejemplo, estas son cosas que aprendí leyendo a estos chabones. Chabones que hacían cosas en su época que, te gusten o no, hacían mucho por lograr ciertas cosas en el país sabiendo que ellos no iban a ver los resultados. Son cosas que se dan con el tiempo y con la obra póstuma, viste. Por eso al hacer este disco está mucho la idea de la grupalidad y también la idea de la obra con el tiempo. Para mí son canciones que le van a llegar a cualquier persona cuando tenga ganas. Eso es la música popular.
Uno la suelta y va para donde tiene que ir.
Claro, listo. Yo ya puse esto. El que quiera, el que tenga ganas, cuando quiera, va a estar esto para escuchar. Que también va un poco en contra de cómo funcionan las cosas hoy. Saqué un disco. Escuchalo. Escúchenlo, escúchenlo, escúchenlo. Pará, lo voy a escuchar cuando quiera, maestro. Esa ansiedad, viste. O usar palabras como «lanzamientos», que son cosas muy de la industria. Eso. El disco intenta agarrar todo eso, tirarlo a la mierda y decir loco, esto es un disco de música hecho por personas, que va a tener éxito cuando lo escuche la persona que lo quiera escuchar.
No contás los likes, digamos.
No, la verdad que no. De hecho, hay una opción en Instagram que es «Ocultar número de likes», no sé si la tenés. Bueno, es un poco eso. No quiero verle los hilos al funcionamiento de la música, porque a mí lo que me importa es hacer música y nada más. Después, el mundo funciona como funciona, pero uno no puede estar pendiente de todo eso. Y menos si sos el que está haciendo la música.
Aparte, no sé si coincidís, cuando uno empieza a fijarse cómo se hacen las cosas y a seguir ese camino, pierde identidad y termina pareciéndose al otro.
Totalmente, sí. Mucha refe, mucha refe y al final la refe más importante, que sos vos mismo, te la olvidás.
¿A veces te sentís presionado por eso y decís «Uy, tendría que hacer tal cosa»?
Sí, por momentos me siento bastante presionado. Pero no por nadie particular sino por eso que decís: cómo funcionan las cosas. A veces me preocupo por cosas que después digo «qué pelotudez».
¿Tenés algún ejemplo?
Sí, por ejemplo esto de la inmediatez. Vivimos en un mundo en que existe Spotify y de repente entrás y ves los números. Eso es algo que no me gusta de Spotify, por eso no lo uso. Entrás y ves cuánta gente escuchó esto, cuántos seguidores tiene, el ranking de no sé qué. Y yo no quiero saber todo eso. A veces me pongo pendiente de esos datos. Al pedo. Digo «Bueno, ¿cuánta gente escuchó este tema? Uy, le está yendo medio medio». Y después digo no, qué carajo me importa. Yo tengo que seguir haciendo música. No puedo hacer crecer los números de Spotify con la misma pasión con la que hago música. No tiene sentido.