Con una jugada pocas veces vista en una propuesta local, El Barco del Abuelo despidió el año y extendió la fiesta hasta las cinco am. RS repasa su show.
Fotos: Gastón Iñiguez
El Barco del Abuelo ya tiene un nombre en la escena salteña y su música es para todos. Esto quedó totalmente demostrado en su último show de 2011, y si no fuiste tenés que saber que su música es para todos, porque si bien la banda parte de un reggae dub instrumental, el grupo hoy en día se puede dar el gusto de tocar lo que sea. Resulta difícil pensar que a alguien no le pueda llegar a gustar su música y en especial lo que generan en un show.
“La fiesta del Barco”, como se la llamó durante las semanas previas al recital cumplió con lo prometido y dejó bien en lo alto el nivel que tiene la banda en lo extra musical. En una escena salteña donde la gran mayoría de los grupos se la pasan sin jugársela, ellos apostaron e invirtieron en una gran fecha propia. El show se desarrolló en Express Arte, un local que (sacando a Perro Ciego) hasta ahora sólo albergó a bandas nacionales e internacionales y con un costo de entradas tres o cuatro veces más caras que lo que pagaron las doscientas personas que se acercaron durante toda la noche, para ser parte de una verdadera fiesta.
Luego del pase que vino de parte del Candome Atalachurti y siendo las tres de la mañana, la banda interpretó temas todavía inéditos, que seguramente formarán parte del próximo disco. Estas canciones sirvieron para comenzar el viaje. Los invitados que desfilaron por el escenario fueron muchos y casi siempre aportaron su voz, como Daniel Murillo (ex Santo Domingo) o Morena. Y lograron dejar tientes musicales distintos comparando los mismos, con lo que se puede escuchar en Siete Sentidos (2009), hasta ahora el único disco de la banda y del cual sólo tocaron alrededor de cuatro canciones. Aparte del habitual cover de The Abyssinians (“Satta Massagana”) El Barco sorprendió cerca del final con “Sober”, tema de la banda de culto Tool que sonó en una versión colgada y oscura (si, más todavía).
La lista de temas original no se respetó del todo y se fue acomodando a lo que pasaba en el escenario. Y lo más interesante en cuanto a versiones fue ver cómo se tocaron dos temas de la extinta Santo Domingo, con varios miembros del grupo como invitados, logrando algo que pedimos varios: la integración de las bandas locales. La propuesta del show se complementó con una gran pantalla donde las imágenes variaban según la canción, al igual que lo hacían las luces, que también jugaron un papel transcendental en especial por la escasa iluminación de los músicos.
Pasadas las cuatro de la mañana, la gente no podía evitar entrar en trance: varios tenían sus ojos cerrados y dejaban que el cuerpo se mueva a su gusto. Fue la muestra de cómo un show en ese gran contexto y con esa música sirve de remedio.