En pocos días se cumplirá un nuevo aniversario de un concierto que nadie esperaba.
Los anuncios causaban incredulidad, sorpresa y alegría: Die Toten Hosen iba a tocar en Salta. Un sueño para muchos, una consecuencia lógica para el recorrido de una banda alemana que tenía mucho de argentina.
El show de los Hosen en Salta fue en los primeros días de septiembre de 2012 en una Mega Estación que se vio invadida por 400 personas que pasaron una noche inolvidable y protagonizaron un «pogo intercultural».
La banda llegaba a nuestra ciudad en medio de la gira de sus veinte años de shows en Argentina. En el medio habían pasado por varios escenarios, entre ellos, el del estadio de River la noche de 1996 que significó la despedida de Ramones.
«El público asistente se tiñe de diversidad social e interculturalidad. Se observa, se escucha, se siente la presencia de mucha gente alemana, en la calle, en la fila de la entrada, en escalones de puertas de casas y boliches de la calle Balcarce. Están bebiendo cervezas en las mesas de los restaurantes o sentados en esos mismos escalones. También hay varios grupos de seguidores porteños y bonaerenses, algún pibe de Tartagal, gente de la ciudad de Salta y de Jujuy», aseguraba Rock Salta en su cobertura.
«Se apagan las luces en el interior del boliche. Comienza a escucharse una ambientación sonora que contiene cantos colectivos en idioma germano, suena como un himno. Entran los músicos: ‘¡Felices de estar en Salta por la primera vez!’, grita Campino, frontman de la banda originaria de Düsseldorf, con 30 años de trayectoria en los escenarios del mundo», seguía.
El show avanzaba sin problemas. En un momento, Breiti, guitarrista y frontman secundario, llenaba de elogios al vino salteño y proponía un intercambio: «Pero nosotros, en el norte de Alemania, tenemos una bebida muy buena que se llama Eisgekühlte». Era el pie para «Eisgekühlter Bommerlunder», una popular canción alemana que incita a beber.
«Los alemanes están saltando y cantando. Se acelera cada vez más el ritmo punkrockero de esta copla en honor a la bebida alcohólica. Se genera un pogo intercultural masivo. Campino realiza sobre el escenario un baile rural. Termina a los gritos con la música a las chapas y con una lata de cerveza en alto. Fin del ritual y del canto colectivo. Tiran las púas al público», seguía la crónica.
«La próxima canción es para todos, para la buena gente de la ciudad de Salta», anunciaba la banda antes de «Schön Sein». Para ese momento, el pogo, como la fiesta, era total.