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Estalló el Mundo

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La Renga se presentó en La Plata el sábado pasado, en una movida que excedió lo musical y confirmó su popularidad. RS estuvo ahi y te lo cuenta.

El grupo de Mataderos ofreció una vez más un contundente show el pasado sábado en La Plata, con su típica mezcla de rock poderoso y grandes canciones que emocionan a sus fans de todo el país, que dejan todo para poder ver a su banda favorita.

La Avenida 32 de La Plata era casi desde el ingreso a la ciudad, la elegida para el peregrinaje de miles y miles de fieles que eligieron hacerle caso a un sentimiento inoxidable que no entiende de lluvias, frío, distancia, y mucho menos de rumores. A su lado, las decenas y decenas de micros y combis ya no encontraban lugar físico para estacionar. Al mismo tiempo, las dos radios masivas del país que se adjudican ser las garantes del rock, amenazaban con convertir al 30 de mayo en el día del rock nacional al tiempo que se desbordaban con montones de móviles en los distintos recintos que auguraban un importante recital según sus propias preferencias musicales (y comerciales, claro).

El precioso Estadio Único, dueño no solo de una belleza arquitectónica sino también de turbias especulaciones económicas desde el inicio de su creación allá por 1998, ya se mostraba colmado en casi su totalidad desde de las ocho de la noche. Dos horas después las luces se apagaron, La Renga salió a escena y “Almohada de piedra” comenzó a sonar generando la exaltación en la multitud que no pararía durante un segundo en las dos horas y media de show. “Tripa y corazón” y “A tu lado” continuaron con la lista, sufriendo algunas fallas en el sonido, ese enemigo que suele aparecer en algunos momentos de sus shows, pero que pronto empezó a mejorar, aunque padeciendo de a ratos nuevos altibajos en la noche.

La bella canción “En el baldío” fue testigo de la primera algarabía general donde absolutamente nadie dejó de cantar y saltar durante cuatro minutos. “La Renga no se separa y este show no se suspende” exclamó Chizzo, dejando ver cierto estado de bronca, antes de dedicarle a escritores y locutores de diferentes medios la vieja canción “Moscas verdes para el charlatán”. Esos rumores que se nombraban en el primer párrafo de la nota son a los cuales se refería el cantante, ya que muchos especularon con el hecho de que el grupo de Mataderos se iba a separar, imitando a sus colegas de Los Piojos. “No solo no nos separamos sino que ya estamos preparando un disco nuevo” volvió a la carga el frontman, y la banda ofreció “Canibalismo galáctico”, nueva pieza en el repertorio.

La bipolaridad de la magnífica “Estalla” precedió al bloque calmo con “El cielo del desengaño” y “Cuando estés acá”, donde se luce (y suena muy bien) la armónica de Manu, quien también se encarga del saxo en muchas canciones, e incluso luego en “El viento que todo empuja” combinaría los dos instrumentos.

Tridente poderoso y de buenas canciones se generó con “Desnudo para siempre” (donde se desplegó una enorme bandera en la popular), “Al que he sangrado” y “El ojo del huracán”, para lograr que el frío se vuelva tolerable en un campo donde la energía del público hacía crecer la temperatura a grados considerables. Por suerte la lluvia daba tregua, y además el estadio se encuentra hundido en el suelo de la ciudad.

Cada tanto Chizzo se calentaba con algunos que tiraban zapatillas al escenario, pero antes de “Cuando vendrán” se daría el momento más divertido y al mismo tiempo el que iba a demostrar claramente que al trío no le gustó nada la movida que realizaron Los Piojos al cambiar el día de su “despedida”. “Pero la puta, paren de tirar zapatillas, ¿quién los manda, Los Piojos?”, se quejaba el cantante y guitarrista, al tiempo que todo el estadio estallaba en una carcajada general que precedió al cantito “hay que saltar, porque Los Piojos no existen más”.

Seguían las grandes canciones, y también los interminables problemas de sonido que volvían cada tanto y que variaban según el lugar donde uno se ubicaba. “La razón que te demora” y “El rey de la triste felicidad” pregonaban un descanso que volvería con otro momento que nos remite nuevamente al primer párrafo de la nota: en voz de Manu, la banda explicó que el show se estaba transmitiendo en directo a través de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC ALC), y desde allí cualquier emisora podía levantar la transmisión. “Nos están escuchando a través de muchas radios comunitarias de Latinoamérica”, contaba Manu, y terminaba con un claro mensaje que demostraba una vez más el constante compromiso social de la banda: “No sólo luchamos por la redistribución de la riqueza sino también por la redistribución del poder de los medios de comunicación”.

Los bises sonaban entonces entre clásicos, como “El revelde” y “El final es en donde partí”, y alguna que otra bengala o petardo que aparecían aisladamente como para devolver a la mente aquel momento doloroso de finales de 2004. Llegaba el final, y Chizzo agradeció una vez más la presencia de todos “a pesar del clima y de los medios de comunicación”. “Hablando de la libertad” es el mágico cierre de cada noche rengosa que emociona a cada uno de los presentes, los cuales no dejan de cantar ni un verso de la fantástica poesía que viaja por la letra de la canción.

Cada vez que toca La Renga estalla el estadio de ocasión, y es emocionante ver como su público siente las canciones como un golpe eternamente placentero en su pecho. Eso lo genera la banda con su música y con su entrega arriba del escenario.

Fuente: El Bondi