Finalmente llegó la noticia que nadie quería leer o escuchar. Gustavo Cerati falleció luego de cuatro años de lucha. El recuerdo será eterno.
En el 2010 ocurrió. Los venezolanos estaban contentos porque una vez más su ídolo musical iba a brindar un recital que quedaría plasmado en la memoria colectiva. Gustavo Cerati estaba presentando por toda Latinoamérica su último disco, Fuerza Natural.
El presente que estaba atravesando no podía ser mejor. Con Ahí Vamos (2006) pudo retomar la vida de viajes por todo el continente presentando su música, algo que con Soda Stereo estaba por demás acostumbrado a hacer. En 2007, el regreso de la banda que compartió con Zeta Bosio y Charly Alberti fue la demostración, por si quedaban dudas, que su música seguía intacta. Por eso, el ACV que lo empujó al descanso eterno tras el show en Venezuela hace cuatro años, impactó a gran escala. Ese fue el día en que Gustavo cerró sus ojos. Todo lo que siguió después fue sólamente una muestra de amor. De mucho amor y compasión por un ídolo adorado por miles de personas de todas partes del planeta.
El permanente contacto con su mamá Lilian, casi como si hubiese vuelto a ser un bebé de meses; las visitas íntimas de familiares como sus hijos, Lisa y Benito, y la compañía de músicos que estuvieron a su lado por muchos años fueron escenarios que durante cuatro años estuvimos acostumbrados a aceptar.
Pero el final estaba anunciado. Y, como en todas las historias de vida, hubo gente que lo supo ver y otras tantas que no, transformando todo dolor y ansiedad en un largo sentimiento de espera de un milagro. Hoy, a un día de su fallecimiento, sus seguidores lo extrañan y despiden desde muchos lugares: llantos, cartas dedicadas, frases de canciones-himnos, palabras frente a un micrófono, homenajes en las calles y con una sensación de que lo peor ya pasó. Ahora sólo quedará el mayor vínculo que en todos estos años nos supo unir a él: su música.
Que sigan sonando esas canciones.