Iorio en Salta, Abril 2019. Foto: Martín Azcárate.
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Iorio | Entre la poesía sensible y la derecha nacionalista

La dimensión política entre su obra y el personaje público por momentos pareció transitar carriles diferentes.

De un tiempo acá se ha vuelto un lugar tan común la antipolítica que hay quienes suponen que no tienen una posición política ante el mundo, se pretenden apolíticos. En el caso de Ricardo Iorio, al menos desde hace algunas décadas, la misma estaba clara: se asumió como nacionalista en un campo cultural, el del rock, que creció tratando de borrar una de sus marcas de origen, la famosa prohibición de los militares para con la música en inglés (1982) que justamente puso el rock “nacional” al alcance de un público masivo.

El rock de los 80 no fue abiertamente “polítizado”, más allá de tocar para los militares en el Festival de la Solidaridad Latinoamericana, justamente en medio de la Guerra de Malvinas, o ser parte de la campaña electoral de Angeloz (UCR) a fines de esa década. Y quizá ahí haya una de las claves: el rock buscó mostrarse transgresor, contestatario y a veces con posturas progresistas, pero el nacionalismo tendía a pensarse con zeta.

Quizá lo nacional sólo haya sido restituido en clave Nac & Pop desde el kirchnerismo para acá, pero eso no es lo mismo que el nacionalismo de corte más tradicional que Iorio sostuvo públicamente.

Iorio con Victoria Villarruel (Foto: X Victoria Villarruel)

Así, ha tenido posiciones herederas del nacionalismo de principios de siglo XX, donde se tiró contra los judíos, los inmigrantes (algunos) y los hijos de desaparecidxs de la última dictadura militar, entre otros colectivos. Y siguiendo esa clave propia de la derecha (aunque no excluyente de ella), también tuvo fuertes declaraciones contra el feminismo y lxs beneficiarixs de planes sociales. Famosa es una foto donde posa con Alejandro Biondini, fundador del partido Nuevo Triunfo, al cual se le negó la personería por su posición abiertamente neonazi. Hoy tomó estado público otra, donde posa con Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta de Javier Milei. Parte de esta tensión queda explícita en el año 2021, donde Iorio es convocado a cantar el Himno Nacional como previa al partido de fúlbol entre los seleccionados de Argentina y Bolivia, donde luego fue “levantado” por la reacción de la opinión pública.

Sin embargo, y no para balancear, sino para tratar de poner todos los elementos sobre la mesa, en 2007 Iorio fue parte de un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo, recitando un poema de Pedro Bonifacio Palacios, alias Almafuerte. Y quizá lo que más solemos ver en los artistas, en este caso las letras de canciones, no van de la mano (salvo alguna excepción) de lo más rancio de su posicionamiento político. Dio voz a las penurias de los trabajadores, de los pueblos indígenas, los jubilados y los (otros) inmigrantes. Fue uno de los pocos que recorrió el país con su música, de punta a punta, llegando a pueblos donde ningún rockero lo hizo.

Quizá haya quienes aún intenten entender eso que causaba cierta incomodidad, o quizá dolor: ese escritor de honda sensibilidad popular que supo dar voz a tantas “verdades” en clave larraldeana, seguramente padre de uno de los movimientos más importantes de la música local -como lo es el heavy argento- sosteniendo posturas indefendibles, al borde de lo delictivo y muchas veces amplificadas insensatamente por los medios amarillistas. Lo que si queda claro es que no hubo un viraje, en términos de posicionamiento político: lo que hubo fue un corrimiento hacia el extremo de su propio marco ideológico y, sobre todo, la sobreexposición mediática de ello.

Sin entrar en el debate sobre si hay que separar la obra del artista, se puede señalar que hubo un público que relegó el consumo de su música a un registro más privado. Porque hay en la obra de Iorio, en sus diversas etapas, piezas de belleza única. Y es menester señalar que, en su trayectoria musical también trabó amistad con referentes que están en las antípodas del pensamiento que expresó públicamente, como León Gieco, Sr. Flavio de Los Fabulosos Cadillacs, entre otros. Y si bien sabemos que la muerte lava las heridas, una recorrida por las expresiones públicas ante su fallecimiento, pueden darnos un indicio del respeto y el afecto que generaba.

De ninguna manera se intenta justificar los dichos y las posiciones de, en este caso, Ricardo Iorio, hay que repudiarlas siempre; pero sí, en un momento que exige un balance, vale señalar que la riqueza de su obra, de gran contenido político, va a trascender al personaje público. Y así también no debemos perder de vista que nos referimos a un personaje que estuvo más de cuarenta años en la escena pública, y que como tantos otros, requiere una mirada de largo plazo.

Porque en tiempo de cancelaciones varias y cuestionamientos necesarios sobre las conductas públicas y privadas, a veces parecería que hay personalidades intocables sobre las que cierta mirada progre practica la amnistía, mientras que en otras reaccionamos como turba. Y ojo, acá nadie propone olvido ni perdón, simplemente: “¿Por qué engañarse y mentirse?”.