Foto: Facebook Javier Martínez
Entrevistas

Javier Martínez en Salta | “La música va directo a la emoción”

Hablamos con el músico, histórico líder del trío Manal, que este viernes se presentará en nuestra ciudad junto a Pino Callejas.

Hablar con Javier Martínez puede ser como consultar un oráculo cultural, una biblia musical. No por su carácter de tótem del rock argentino (que también), sino por el conocimiento que maneja sobre géneros, músicos, ritmos, canciones e instrumentos. En una hora de charla, Martínez puede ir del blues al folclore, de Hugo Díaz a Federico Manuel Peralta Ramos. Sabe de bandoneones alemanes que conquistaron el Río de la Plata y de guitarrones mexicanos que inspiraron el sonido del bajo eléctrico. Además, como si fuera poco, compuso algunas de las canciones más emblemáticas de la escena nacional. Poesías urbanas, mucho antes de que el término se asociara a ritmos de artistas que cantan como si hubieran nacido en el Caribe. A diferencia de ellos, Javier Martínez no da más de porteño. Se le nota en su acento, en su forma de expresarse, en su tono de voz y en su actitud, además de los ejemplos cotidianos que da cuando avanza en la conversación. Y por supuesto, también se nota en sus letras. Desde el magnífico “Avellaneda Blues”, que habla de ese conurbano que para los provincianos no tiene diferencias con Capital Federal, hasta el disco Corrientes, de 1993, que no se refiere a la provincia litoraleña sino a la avenida de la Ciudad de Buenos Aires. Pero Javier no se muestra como el clásico centralista cerrado que no conoce más allá de su ombligo. Muestra una curiosidad voraz que pareciera no agotarse y que se desata cuando empieza a charlar y a charlar y a charlar.

Javier, voz y batería del trío Manal, llegará a Salta este viernes 1 de septiembre para presentarse bajo su nombre artístico, Manal Javier Martínez, que une sus dos mundos. El grupal y el solista. No llegará acompañado por Claudio Gabis y Alejandro Medina, sino por Pino Callejas, el guitarrista con el que grabó Darse cuenta, el disco que publicaron juntos en 2021 a través de Fonocal y que servirá de excusa para este show que compartirán con los locales Gauchos de Acero. Todo será en Club Kennedy, el bar ubicado en Avenida Kennedy, kilómetro 2.5, desde las 22. Los interesados a último momento podrán conseguir entradas en puerta a 3500 pesos, un precio ridículo para ver a un artista legendario.

“Todos los días estudio, entre dos y cuatro horas de técnica”, dice Martínez, de 77 años. “Es una rutina, es natural, es lo mismo que cualquier otra actividad. Lo tenés que hacer para mantenerte en forma. Si lo hacés entre tres y cuatro veces por semana está bien. Podés estar una semana sin entrenarte y no pasa nada. Porque todo es neuronal y memoria muscular. Hace 61 años que toco la batería”, dice.

“La clave de todo no está ni en la fuerza ni en la cosa muscular, como parece. Las apariencias engañan. Los bateristas de rock, sobre todo esos tipos que tocan rock pesado, heavy, que no sé cuántos nombres le ponen, usan mucha fuerza muscular y levantan los palos a una altura increíble. Pero todo porque los otros tocan a un volumen muy alto, y bueno, ellos tienen que estar en esa actitud. Pero eso no es la técnica del instrumento. No es la técnica original. Aparte no tiene efectos reales en la eficacia ni del golpe ni del sonido ni de la velocidad. Los bateristas siempre están muy obsesionados con la velocidad. Y está bien, tienen razón, porque para hacer redobles rápidos…. El tambor no puede hacer una nota mantenida, entonces tiene que hacer el redoble. Un tambor puede tocar una nota y chau”, sigue Martínez, músico “intuitivo, un orejero, como dicen en el barrio”, que aprendió a medida que conoció el mundo. En viajes donde pudo conocer a algunos de sus ídolos, como Billy Cobham o el peruano Álex Acuña. “Con el cual ya nos sentíamos que estábamos en el barrio porque Acuña es un hermano latinoamericano. Un tipo muy preparado, con una técnica alucinante. Y nos dijo ‘yo entreno una hora por día, dos horas por día’. Eso de practicar tanto todos los días es una técnica de América del Norte, porque ellos tienen un concepto de la música incorporado a una industria, entonces no hay amateurismo. Es todo muy profesional. Es bueno estar en contacto con ellos porque están tan avanzados”.

Y habla Javier Martínez. Puede hablar de música y cambiar de género como uno en su casa cambia de disco o de playlist. “Los tangueros son mis ídolos, los respeto muchísimo. El folclore es nuestra música básica, la que nos ha formado a todos. Cuando era chico escuchaba a Antonio Tormo, que cantaba mucha música del litoral pero también hacía chacareras, zambas, era un gran difusor de nuestra música. El tango es una música que ha conquistado el mundo en su momento y tenía una instrumentación en los comienzos de la guardia vieja que incluía la guitarra, el clarinete e incluía la batería. Y la batería usada como se debe usar en el sentido musicológico de decir hablemos de ritmo. La batería tiene que cumplir el rol del ritmo. Y todavía en los años 30 estaba la formación de Firpo, que tenía batería. Y se puede ver en el hall de Sadaic, que está en Capital. Ahí está la foto de la formación de Firpo con el baterista en primer término, en el primer plano. Sacarse la batería fue un error del tango, para mí”.

“Yo respeto mucho al folclore porque ha mantenido vivo el legüero. El legüero es extraordinario. A los tipos que lo tocan yo los admiro muchísimo. El legüero, como su palabra lo indica, se escucha a una legua. Y una legua no son dos metros, estamos hablando de algo muy serio. Pero eso viene de los tiempos remotos. Es que el tambor es el instrumento más antiguo de la civilización. Desde que un cavernario estaba golpeando una piedra contra otra piedra, ya estaba inventando el tambor”, dice.

Y encuentra música, Javier Martínez. La encuentra donde otros no la ven. “Toco la guitarra rítmica bastante bien. En mi juventud pasó el boom del folclore. Había unas whiskerías donde siempre había una guitarra y un legüero. Había un montón de grupos y eso nos formó a todos. Y sobre todo formó a la gente que aprendió a cantar coralmente, como se hace en el folclore, que eso en el tango no existe. Las voces. La segunda, la tercera. Yo estudio mucho el lunfardo, me interesa mucho. Un amigo dice ‘voy a la esquina a comprar cigarrillos, ¿me hacés la segunda?’. ¿Qué quiere decir? ¿De dónde viene eso? Haceme la segunda… voz. Viene del folclore. El dúo, la armonía, ¿me entendés lo que te digo? (se ríe). Viene de la música. Es notable”.

Habla, sigue hablando Javier Martínez. Se va pero no se pierde. Vuelve, retoma, como una canción extensa, algo improvisada pero siempre sostenida por bases sólidas.

“El sonido acústico de la orquesta de tango, el bandoneón, el violín, el piano, se adapta más al sonido de las escobillas, pero rítmicamente. Después otros lo empezaron a incorporar. Y después, me acuerdo que en 1980 había vuelto de Europa e hice una gira de reencuentro con el trío Manal, que duró un año y medio nada más. Hicimos una gira a Mar del Plata y ahí vi al maestro (Roberto) Pansera, un gran instrumentista, un arreglador excepcional, porque el tipo toca el bandoneón y toca el piano. Y tenía un bajo eléctrico, un baterista y un guitarrista eléctrico. Hasta el jazz, en la etapa moderna, se resistió mucho a la incorporación del bajo eléctrico. Y yo lo entiendo perfectamente, porque no es para nada lo mismo. Por empezar porque el contrabajo tiene dos octavas más abajo. Es un instrumento que trabaja en una octavación de una profundidad impresionante, pero no tiene amplificación. Para tocar en lugares grandes, si no lo reamplificás, no se escucha. Es un instrumento acústico que puede sonar magníficamente en el Colón, en un teatro lírico de esas características. Pero después, en los lugares comunes donde se suele tocar la música popular, no hay acústica. Entonces caminó el bajo eléctrico. Pero el bajo eléctrico tampoco es un invento yanqui. Está tomado del guitarrón mexicano. No sé si vos viste una formación de mariachis alguna vez. Hay uno que tiene una guitarra muy grande, panzona y tremenda. Esa está una o dos octavas abajo de la guitarra. Y de ahí, Leo Fender, que inventó el bajo eléctrico, sacó la escala de afinación del guitarrón”.

Puede hablar de folclore, tango, música clásica, jazz, blues y de a poco se acerca al rock en castellano. “Los historiadores no saben que el rock en español lo iniciaron los mexicanos en la época del 60, con los Locos del Ritmo, Los Teen Tops. Venían acá y hacían muy bien las versiones de rock americano. Las habían transcripto al español con mucha técnica en cuanto a la métrica poética del verso para que se adapte a la melodía. Porque la métrica de una melodía es muy estricta. Es una ciencia exacta. Cada nota de la melodía tiene que corresponder a una sílaba y no es fácil”.

Si alguno no lo conoce, Javier Martínez podría parecerle un músico de la vieja escuela volcado a un solo género. Casi un conservador. No lo entenderían. “El bandoneón se usa en muchos casos, también, para tocar música clásica. Eso no lo saben ni los tangueros. Muchas veces nos encerramos mucho en ciertos géneros porque el gusto, viste, eso de que sobre gustos no hay nada escrito es mentira. Sobre gustos hay toneladas escritas. Pero lo cierto es que el gusto es una cosa muy personal y también de una época, porque como la música va directo a la emoción es una cosa totalmente subjetiva”.

Y se acerca al rock en castellano, que él ayudó a fundar en nuestro país, y entra en Salta, que es “un polo de desarrollo”. “Un poder tremendo dentro de nuestro folclore. Y el esfuerzo de autogestión y autoproducción de los folcloristas de Salta y de todo el país, por supuesto, que han venido a Buenos Aires y han andado por todos lados y terminaron yendo a Europa y por todos lados. Yo me acuerdo que tocaba en La Trastienda, un boliche del barrio de Palermo Viejo, y me hice muy amigo de Dino Saluzzi, que también nos sorprendió a todos. Un bandeonista de primera línea. Después no nos olvidemos, por ejemplo, el rol del bandeoneón en el folclore. Muchos lo ignoran. El contrapunto del bandoneón en el chamamé. Contrapunto entre bandoneón y acordeón. Y ahí nos hicimos muy amigos con Dino porque yo estaba haciendo un ciclo y él también y yo lo iba a escuchar. Porque a mí esta cosa de que la música argentina no tenga batería me parece una gilada, viste. Está bien, es la opinión de un baterista (risas). Pero es un instrumento que es simplemente lo que en la fanfarria militar, en la banda militar, lo tocan cuatro tipos. Los yanquis, mejor dicho los sureños, en los barcos de rueda del Mississippi, inventaron el pedal de bombo y muchos años después inventaron el pedal de platillos para que esos cuatro instrumentistas lo pueda cumplir un solo tipo. En realidad esos instrumentos ya estaban inventados, pero los juntaron. Y no nos olvidemos que batería en buen castellano quiere decir grupo. Es una batería de instrumentos. Es un grupo de instrumentos”.

Y ya en Salta habla del show que va a brindar en Kennedy. Un concierto para el que tiene un repertorio solista extenso y también uno grupal, el de Manal, a disposición, listo para sonar en la noche de la zona sur salteña.

“Hacemos una retrospectiva, dentro de lo posible, porque también la duración de un concierto tiene limitaciones. La limitación normal de la atención humana. Un concierto no puede durar más que una hora y cuarto. Hacemos una retrospectiva de todo.”

Y te pone a prueba, Javier Martínez. Habla, sigue hablando, pero hace pausas. Escucha, presta atención y se fija con quién está dialogando. “No me quería olvidar de nombrarte a Hugo Díaz, que yo supongo que vos lo conocés pero por ahí no lo conocés, qué sé yo. Yo lo que veo no es para entrar en una polémica, y menos en tiempos de elecciones, pero realmente es trágico que los argentinos, los que están en lugares claves, en esto está involucrado principalmente Buenos Aires, le demos muy poca bola a lo argentino. Ahora hay muchos tipos tocando blues, viste. Cantan blues en inglés. Son idiotas. Si se sienten ofendidos me alegro mucho, los estoy esperando. La verdad me dan asco. En realidad en el rock nacional fui yo el que dijo voy a hacer blues. ¿Pero por qué? Porque el blues es la base del rock, es la base del jazz. Entonces, si vamos a tomar un género que está tomando poder mundial, vamos a agarrar el origen de ese género así estudiamos la esencia y podemos acriollarlo, argentinizarlo, y darle una raigambre propia. Como se hizo con el tango y como se hizo con el folclore. Porque el folclore tampoco es puro. No hay nada puramente autóctono de ninguna parte”.