La cara de Ratones Paranoicos pone en perspectiva una carrera que, según él, tiene larga vida por delante. ¿Honestidad brutal o demasiado ego?. RS te cuenta.
«No me genera vergüenza admitir que soy una mierdita de tres acordes»
Acumulémosle méritos. En un repaso de los últimos 12 meses en una carrera de 25 años, podemos haber visto a Juanse con Fito Páez, en el Luna Park, haciendo Girando. O con Luis Alberto Spinetta, en Vélez, haciendo un cover de Pappo (Adónde está la libertad). O como invitado del nuevo video de David Lebón. Además, regrabó con los Ratones su disco clásico (Los chicos quieren rock) para una edición especial de Cuál es? (FM Rock& Pop), banda con la que editó su primer álbum de canciones nuevas en cinco años: Ratones paranoicos. Un discazo, por cierto, que tiene la misma duración (35m 20s) que aquel clásico de 1988.
Aun así, la idea de Juanse como artista de peso parece estar petrificada, para muchos, en aquel paquete que traía Enlace, Carol, Sucio Gas y Ceremonia, entre otros bombazos. «Siempre pasa lo mismo, que te cuelguen algo como tu Rosa, Rosa. Es inevitable. Para poder salir del país, aunque estés desnudo en El Bolsón, sabés que te van a pedir el pasaporte. Hay cosas a las que no podés renunciar…», dice revolviendo un té y piloteando unas líneas de fiebre, después de una sesión de fotos donde pidió expresamente planos cerrados («no quiero salir al lado de un florero»).
Una década atrás, los Ratones vieron cómo un montón de bandas intentaban correrlos por izquierda, haciendo la traducción proletaria/suburbana. La onda de las «Topper en la fuente» del rock stone local estaba capitaneada por Viejas Locas, que proponía a un héroe de la clase trabajadora (Homero) como todo Dios y haciéndolos quedar como vampiros cansinos aferrados a un castillo lleno de excesos burgueses. De esa diáspora de auténticos vs. decadentes, los Ratones zafaron sosteniéndose en sus altibajos y como sabiéndose dueños de un secreto. Era (es) la diferencia entre un chiste gracioso y alguien tratando de explicar ese chiste: «Quizá somos responsables de todas esas bandas que aparecieron por aparecer, que vieron que podía generarse un negocio».
-¿Es un mea culpa?
-No, porque no quiero que me echen en cara haber creado semejantes monstruos. Los puedo haber procreado sin querer. Como un olvido, esas cosas que al día siguiente no te acordás…
-Igual, llegaste a estar muy a la defensiva. Ahora, al menos rescatás a Toti (Hijos del Oeste)…
-Es que mi posición cambió casi en 180 grados. Igual, insisto en que cuando uno toma dos o tres litros de vino en la mesa y empieza a hacer la batería con el tenedor y el cuchillo, cree que está tocando muy bien. La visual nuestra es la que cambia las cosas: uno se da cuenta la diferencia entre un Rembrandt y un dibujo de Billiken. -Un valor que empezó a tener mucha importancia en el rock local es el de venderse como «honesto». ¿Cuál es tu posición?
-Creo que no hay mayor deshonestidad que asegurar que uno es honesto. La humildad es la peor de las soberbias. Yo por algo me metí en este quilombo: todos hicimos algún sacrificio, pero lo hicimos porque nos gustaba. Veo tipos que vienen y me dicen: «no, porque yo soy un profesional». ¡Por qué no vas a hacerte hervir el orto a la isla Maciel!
-Otro tema es la idea de decirle a los de abajo que son iguales…
-Decirle al otro que sos igual no hace falta, porque biológicamente sos igual. Uno, lo que tiene que aceptar con alegría, es que está más expuesto a que lo saluden, agredan o puteen. Eso sí: lo que nos hace más igual es el final. En ese barrio, todos los departamentos son iguales. De un ambiente.
-¿Cómo ves a los Ratones?
-Como un bife de chorizo: funciona igual. Aunque a veces se te acaba el carbón o empieza a llover y no termina de ir a punto. Pero a pesar de eso, estamos y seguiremos estando. Al menos mientras existan Banfield, San Miguel, San Justo, Moreno, Lanús, La Plata y Córdoba. En junio vamos a hacer una presentación muy grande. Pero no es que somos tan humildes que lo tenemos que hacer porque el pueblo nos obliga…
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Por más que despotrique contra molinos de viento que no termina de nombrar (un «lo dejo a tu criterio» que lo hermana tanto a Confucio como a Karina Jelinek), en el tono de Juanse no se filtra ira o resentimiento. Históricamente, ya puede ser reconocido como un nexo entre la era de los solistas que lo apañan o apañaron (Charly, Spinetta, Fito, Pappo) y la era de las bandas de estadio (Piojos, Renga, Bersuit), a las que (junto a Los Redondos) ayudó a anticipar. Aunque su talante & talento puedan tener más puntos de contacto con la acidez del tipo «salvaje ilustrado» de un Javier Martínez.
«Yo nunca logré expresarme más allá de mi slip. Pero siempre sentí ser músico, aunque en algún momento no lo fuera. No me genera vergüenza admitir que soy una mierdita de tres acordes. Para nada. Eso te condiciona a tener una gran capacidad para crear. Y si llego a lograr que sea de dos, mejor. Esto no quita que no comprenda todo lo demás: no puedo estar sin escuchar a Bill Evans, Bach o Spinetta, que son los más grandes creadores que escuché jamás. Sin contar a mi viejo (Hipólito), que hacía una música que entendíamos muy pocos.
-Hizo arreglos en un par de temas de los Ratones…
-Sí, en Hay sábados y Castillo matinal. Lo que nadie sabe es que mi vieja bautizó nuestro tercer disco (Furtivos). Y en el último me apoyé mucho en esa relación que teníamos. Ella en la cocina, con ese gran conocimiento que tenía de la pintura. Un intercambio muy fluido.
-Y ahora el que toca es tu hijo, Daland. ¿Qué onda su banda, Thisparados?
-Es algo grosso que se viene. Tiene influencias como Norma, la banda de La Plata, y Jack White. Espero que encuentre el sonido que busca.
-¿Vos lo encontraste?
-El premio mayor es seguir haciendo lo que uno quiere. Y, en nuestro caso, superar eso de que «hacen siempre lo mismo». ¡Y sí! Van Gogh también hacía siempre lo mismo: pintaba. Y ahora que se descubrió que él veía así… Bueno ¡nosotros vemos así! No es que hay trucos. La banda es así.
Fuente: Clarín