Esta nota fue escrita en julio de 2011, y no se publicó nunca porque el día del cierre de la edición, Spinetta canceló su gira por el NOA, presentando certificado médico y todo. Hoy la publicamos, para compartir algo sobre él.
Luis Alberto Spinetta regresará a Salta, tras cuatro años de ausencia. El show será el miércoles 14 en el Teatro Provincial. ¿Te lo vas a perder?
Promediando el show, entre tema y tema, el tipo se llevó puesto un pie de micrófono. Ante un Teatro del Huerto que esperaba sumergido en un silencio sepulcral la llegada de una nueva canción, Luis Alberto Spinetta se dio vuelta, miró el pie del mic, lo señaló y lo retó en un idioma inventado, más parecido a una arenga del Charly García actual que a un lenguaje. Inmediatamente, le habló al público y explicó: “En albano le dije: ‘no me molestes’”.
La situación fue sólo una de las tantas que pudimos presenciar los salteños el 6 de agosto de 2007, última vez que el Flaco estuvo en nuestra ciudad. Casi cuatro años después, tras editar un gran disco como Un mañana (2008) y haber protagonizado el show de las Bandas Eternas en diciembre de 2009 (quizás, el concierto más importante de la historia del rock argentino), Spinetta regresa a Salta.
Este 14 de julio, Luis Alberto volverá con esa curiosa e inagotable capacidad de volverse cada vez más groso. Con Charly en gagá style, Cerati retirado por hospitalarias realidades (gracias, Ricardo), Fito más preocupado en cantar sobre nenas y soles que en recuperar la mística ochentosa, Calamaro editando el enésimo compilado de grabaciones encontradas y el Indio encerrado por el affaire bengalas; el ex Pescado Rabioso se erige como el principal solista argento. Por trayectoria, peso específico de su obra y una actualidad que continúa exigiendo respeto y admiración de parte de todos sus colegas y el público.
Verlo a Spinetta en vivo siempre ha sido una experiencia reveladora. Desde sus adolescentes inicios (que fueron también los del rock local) con Almendra, una banda que debe estar entre las más precoces y geniales de la historia (¿hacer a los 20 años temas como “Muchacha” o “Ana no duerme”, después un disco doble y separarse inmediatamente? No jodamos…) hasta este presente más cercano a las épocas de Jade que a los Socios del Desierto.
En la invernal noche de 2007, Spinetta fue el mismo de siempre. Abrió el concierto hablando sobre la inseguridad vial y pidiendo conciencia. Después, sí, cantó. Durante el show aparecieron, inevitablemente, los pedidos que seguramente inspiraron a Diego Capusotto para crear el hinchabolas que le grita todo el tiempo a los artistas (“¡Tocá ‘Muchacha’, Flaco!”). El juego está instalado desde hace años y Luis lo alimenta con sus rapidísimas e ingeniosas respuestas (hace algunos años, en Nueva York, le gritaron “¡Nutríme!”, a lo que contestó: “¿Qué soy? ¿Kellogs?”). La última vez en Salta no fue la excepción: “Con el tema castrense no llegamos a ningún lado. Algún día lo voy a hacer, pero hoy no. Es demasiado galáctico”, dijo, ya harto, después de que casi le exigieran a mano armada una versión de “El anillo del Capitán Beto”.
En otra oportunidad, en otro recital, le pidieron “una que sepamos todos”. “¿Toco el Himno?”, fue su genial salida. El hecho hizo cagar de risa a la sala completa pero también reveló el desencanto de los que no conocen toda la obra spinetteana, ni las convicciones que la motivan, y creen que los conciertos del Flaco van a estar llenos de hits y veinte versiones distintas de “Cheques” y “Me gusta ese tajo” (¿alguien mencionó a El Tribuno?). “Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor”, reza una de sus canciones más conocidas (para los fanáticos, claro). La “Cantata de puentes amarillos” contiene esa máxima que rige la carrera de Spinetta y deja en claro que el tipo sólo se basa en su presente. La burbuja en el tiempo de las Bandas Eternas fue sólo la excepción que confirma la regla.
Desde que separó a los Socios del Desierto, a fines de los 90, Spinetta volvió a una etapa más virtuosa que caliente y poderosa y eso reflotó el famoso comentario hereje que dice que sus recitales son excelentes somníferos carentes de actitud. Las cortadas de mambo que suele pegar en los festivales son monumentales y lo mejor es que son pocos los que se quejan, a pesar de aburrirse. Eso habla del respeto que existe alrededor de su figura y su obra, y también de una incapacidad notable del público a la hora de asimilar algo más que el éxito emitido por la radio o la televisión.
Porque, vamos, ¿cuánta gente va a ir a verlo a Spinetta el 14 de julio? Más de mil quinientas no, porque el teatro no recibe una mayor capacidad. ¿Hará dos funciones ante la demanda de entradas? Ni en pedo, esto es Salta, ¿cuál fue el último artista de rock que agregó un show? ¿Acaso alguien se acuerda?
De todos modos, es muy difícil ser fanático de todas las etapas musicales de Spinetta. Una carrera repleta de cambios, de cuarenta años de duración, con material para todos los gustos y edades. Lo que no es difícil ni imposible es reconocer que sólo tres años de su trayectoria le alcanzan para opacar eternamente a buena parte del rock argentino y merecer llenar todas las veces que se le canten ese flamante estadio de la B que es el Monumental de River.
Los que tengan dudas, agarren la transición Almendra – Pescado – Invisible y compruébenlo por sí mismos: del 71 al 74, se desvinculó de una de las mejores bandas del país, editó un disco solista adelantado a su tiempo (Spinettalandia y sus amigos, que hasta tenía canciones proto stoner como “Era de tontos”, de y con Pappo); formó otro grupo que aún hoy compite en el podio de los más importantes y con el que editó tres discos fundamentales, entre ellos, Artaud (que es solista pero se lo adjudicamos para no complicar a los no iniciados). Después, se cargó al hombro un trío inolvidable capaz de fusionar la fuerza de su grupo anterior con un virtuosismo instrumental y compositivo notable, además de continuar por un camino de vanguardia, tan de avanzada que todavía no se lo reconoce en su justa medida.
¡Todo eso a los 24 años!
Ese tipo, que ya tachó 61 calendarios, tocará para nosotros, en nuestra ciudad. Vamos a tener la posibilidad de verlo en vivo de nuevo, a una cuadra de la parada de cualquier corredor de SAETA. En tu cara y en tu cancha. Qué bueno que va a estar.
Promediando el show, entre tema y tema, el tipo se llevó puesto un pie de micrófono. Ante un Teatro del Huerto que esperaba sumergido en un silencio sepulcral la llegada de una nueva canción, Luis Alberto Spinetta se dio vuelta, miró el pie del mic, lo señaló y lo retó en un idioma inventado, más parecido a una arenga del Charly García actual que a un lenguaje. Inmediatamente, le habló al público y explicó: “En albano le dije: ‘no me molestes’”.
La situación fue sólo una de las tantas que pudimos presenciar los salteños el 6 de agosto de 2007, última vez que el Flaco estuvo en nuestra ciudad. Casi cuatro años después, tras editar un gran disco como Un mañana (2008) y haber protagonizado el show de las Bandas Eternas en diciembre de 2009 (quizás, el concierto más importante de la historia del rock argentino), Spinetta regresa a Salta.
Este 14 de julio, Luis Alberto volverá con esa curiosa e inagotable capacidad de volverse cada vez más groso. Con Charly en gagá style, Cerati retirado por hospitalarias realidades (gracias, Ricardo), Fito más preocupado en cantar sobre nenas y soles que en recuperar la mística ochentosa, Calamaro editando el enésimo compilado de grabaciones encontradas y el Indio encerrado por el affaire bengalas; el ex Pescado Rabioso se erige como el principal solista argento. Por trayectoria, peso específico de su obra y una actualidad que continúa exigiendo respeto y admiración de parte de todos sus colegas y el público.
Verlo a Spinetta en vivo siempre ha sido una experiencia reveladora. Desde sus adolescentes inicios (que fueron también los del rock local) con Almendra, una banda que debe estar entre las más precoces y geniales de la historia (¿hacer a los 20 años temas como “Muchacha” o “Ana no duerme”, después un disco doble y separarse inmediatamente? No jodamos…) hasta este presente más cercano a las épocas de Jade que a los Socios del Desierto.
En la invernal noche de 2007, Spinetta fue el mismo de siempre. Abrió el concierto hablando sobre la inseguridad vial y pidiendo conciencia. Después, sí, cantó. Durante el show aparecieron, inevitablemente, los pedidos que seguramente inspiraron a Diego Capusotto para crear el hinchabolas que le grita todo el tiempo a los artistas (“¡Tocá ‘Muchacha’, Flaco!”). El juego está instalado desde hace años y Luis lo alimenta con sus rapidísimas e ingeniosas respuestas (hace algunos años, en Nueva York, le gritaron “¡Nutríme!”, a lo que contestó: “¿Qué soy? ¿Kellogs?”). La última vez en Salta no fue la excepción: “Con el tema castrense no llegamos a ningún lado. Algún día lo voy a hacer, pero hoy no. Es demasiado galáctico”, dijo, ya harto, después de que casi le exigieran a mano armada una versión de “El anillo del Capitán Beto”.
En otra oportunidad, en otro recital, le pidieron “una que sepamos todos”. “¿Toco el Himno?”, fue su genial salida. El hecho hizo cagar de risa a la sala completa pero también reveló el desencanto de los que no conocen toda la obra spinetteana, ni las convicciones que la motivan, y creen que los conciertos del Flaco van a estar llenos de hits y veinte versiones distintas de “Cheques” y “Me gusta ese tajo” (¿alguien mencionó a El Tribuno?). “Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor”, reza una de sus canciones más conocidas (para los fanáticos, claro). La “Cantata de puentes amarillos” contiene esa máxima que rige la carrera de Spinetta y deja en claro que el tipo sólo se basa en su presente. La burbuja en el tiempo de las Bandas Eternas fue sólo la excepción que confirma la regla.
Desde que separó a los Socios del Desierto, a fines de los 90, Spinetta volvió a una etapa más virtuosa que caliente y poderosa y eso reflotó el famoso comentario hereje que dice que sus recitales son excelentes somníferos carentes de actitud. Las cortadas de mambo que suele pegar en los festivales son monumentales y lo mejor es que son pocos los que se quejan, a pesar de aburrirse. Eso habla del respeto que existe alrededor de su figura y su obra, y también de una incapacidad notable del público a la hora de asimilar algo más que el éxito emitido por la radio o la televisión.
Porque, vamos, ¿cuánta gente va a ir a verlo a Spinetta el 14 de julio? Más de mil quinientas no, porque el teatro no recibe una mayor capacidad. ¿Hará dos funciones ante la demanda de entradas? Ni en pedo, esto es Salta, ¿cuál fue el último artista de rock que agregó un show? ¿Acaso alguien se acuerda?
De todos modos, es muy difícil ser fanático de todas las etapas musicales de Spinetta. Una carrera repleta de cambios, de cuarenta años de duración, con material para todos los gustos y edades. Lo que no es difícil ni imposible es reconocer que sólo tres años de su trayectoria le alcanzan para opacar eternamente a buena parte del rock argentino y merecer llenar todas las veces que se le canten ese flamante estadio de la B que es el Monumental de River.
Los que tengan dudas, agarren la transición Almendra – Pescado – Invisible y compruébenlo por sí mismos: del 71 al 74, se desvinculó de una de las mejores bandas del país, editó un disco solista adelantado a su tiempo (Spinettalandia y sus amigos, que hasta tenía canciones proto stoner como “Era de tontos”, de y con Pappo); formó otro grupo que aún hoy compite en el podio de los más importantes y con el que editó tres discos fundamentales, entre ellos, Artaud (que es solista pero se lo adjudicamos para no complicar a los no iniciados). Después, se cargó al hombro un trío inolvidable capaz de fusionar la fuerza de su grupo anterior con un virtuosismo instrumental y compositivo notable, además de continuar por un camino de vanguardia, tan de avanzada que todavía no se lo reconoce en su justa medida.
¡Todo eso a los 24 años!
Ese tipo, que ya tachó 61 calendarios, tocará para nosotros, en nuestra ciudad. Vamos a tener la posibilidad de verlo en vivo de nuevo, a una cuadra de la parada de cualquier corredor de SAETA. En tu cara y en tu cancha. Qué bueno que va a estar.