El rionegrino presentó su nuevo disco en el Teatro Provincial. Crónica de una noche con invitados, canciones nuevas y clásicos.
Por Ricardo Báez para Rock Salta
Fotos gentileza de Fey Lencina
La vara muy alta había dejado Lisandro Aristimuño en su última visita a nuestra ciudad en julio del año pasado, y la presentación de Constelaciones (2016), su último disco, redoblaba el desafío al poner a prueba ante el público salteño el nuevo material. La espera, aggiornada a la “puntualidad” salteña, se disipaba entre las luces, que figuraban el brillar de estrellas, y el humo, que de a poco surgía desde el escenario y que con sutileza cubría el set de instrumentos. Los mismos evidenciaban que la banda con la que se presentaría el viedmense sería una mezcla entre su formación clásica, los Azules Turquezas, y parte de lo utilizado para grabar su último álbum (bajo eléctrico y teclado).
Quince minutos pasaron de las diez de la noche cuando el humo se acrecentó y un coro hecho con la voz de Aristimuño marcó el comienzo del recital. Los primeros acordes anunciaban “Rastro de percal”, canción que también abre el disco. Los aplausos del público ante esta primera prueba continuaron también al terminar su primer discurso, en donde agradecía que, en medio de esta situación (económica) tan difícil se haya podido hacer el esfuerzo de abonar la entrada y estar presente. Fue entonces cuando su guitarra interrumpió la intervención del público para dar lugar a “Hoy, hoy, hoy” y manifestó su alegría por seguir girando, recalcando estos tiempos difíciles, por todo el país. “Voy con vos” fue quizás la primera de sus nuevas canciones en verse notoriamente potenciada con la orquestación, la cual fue el colchón que dio pie a “Good morning life” (primer corte de difusión). Una intro bien blusera, solamente con su acústica, generó, tras un par de minutos y festejos por parte del público, el comienzo de “Hijo del sol”, para terminar con un autoalusivo “Estuvo bueno” y comentar que la siguiente, “Una flor” habla “mal de una persona que existe y lidera un país” mientras se escuchaba algún que otro “gato” entre el público. Es en este momento en que guitarra de Carli Aristide empezaba a tomar más de protagonismo y la atmósfera ya parecía tomar forma algo más conocida. Quizás sea esta última canción la más parecida a las que integraron el disco –de estudio- anterior, Mundo Anfibio (2012).
Justamente fue la canción “Anfibio” la que interrumpió la presentación del disco, y dio lugar también a la primera intervención de Rocío Aristimuño, que en medio de luces azules, irrumpió con sus -ya clásicos- zapateos. Le siguió “Tres estaciones”, dedicada a su hija, para continuar con “Para vestirte hoy”, con elogio incluido a la versión de Catupecu Machu, como para garantizar que no todo sería del material reciente. “De nuevo al frío”, probablemente la canción más parecida a las de sus primeros discos, y “Tu corazón”, con autoconfesa similitud a alguna de The Cure, empezaban a despedir Constelaciones para ir desempolvando cada vez más clásicos.
Había transcurrido una hora de concierto y fue el momento entonces, y como parte de los halagos a Salta y sus personas, de invitar a su amigo, el huayra Juan José “Colo” Vasconcellos, para cantar a dúo, y con solo una guitarra acompañando, una bonita versión de “Me hice cargo de tu luz” y destacando, por parte del anfitrión, la capacidad de armonización del salteño. “Azúcar del estero” mutaba los aplausos del público en clave de chacarera, solo interrumpidos por el estribillo y la mixtura de vals que también tiene la canción. Ya los clásicos se habían tomado el espectáculo dando lugar a aquel inicial “Tu nombre y el mío” para continuar con la oscura “How long?” (nuevamente con zapateo de Rocío) y la melancólica “La última prosa”.
El hipnótico clic-intro de “Angel” (de Massive Attack) anunciaba la ya adoptada versión de “Blue”, con una espacial guitarra al mando de Lisandro y las influencias del Pink Floyd más denso que se escapaban con total fluidez. Al sucederlo, “Pozo” procuraba tibiamente romper esa atmósfera espesa, que finalmente pudo quebrarse con los primeros acordes de “Es todo lo que tengo y es todo lo que hay”, que acompañado en su inicio con las palmas del auditorio y el característico arreglo de cuerdas que parece evocar alguna película de fantasía, empezó a levantar al público de sus butacas, ya augurando el final del show.
Esto hubiera sido lo último si no fuera por el solicitado, y característico, bis que arrancó con una introducción de teclados de Ariel Polenta (miembro fundamental también del cuarteto que grabó Constelaciones) que dio lugar a la canción “Respirar”. Solo con su guitarra y tras un jugueteo con las cuerdas, el rionegrino develó “Canción de amor”, arrancando algunos moderados gritos para finalmente concluir su espectáculo, tras dos horas y cuarto, con la poderosa “Elefantes” y un público ovacionándolo de pie.
Aún no habiendo agotado las localidades asignadas (plateas y palcos) se puede decir que el marco de asistencia fue bueno considerando la periodicidad con la que se presenta aquí el artista, los precios de las entradas y la situación económica actual. Lejos parecen haber quedado aquellas presentaciones en recintos menores para ir creciendo gradualmente en convocatoria, algo que también a nivel nacional viene ocurriendo y que seguramente quedará plasmado con un Luna Park el próximo 16 de septiembre. También lejana parece quedar esa sensación del surgimiento de un músico con madera de popular que, con el esfuerzo como combustible y la independencia como bandera, no hace más que confirmarlo en cada visita.
Galería de fotos gentileza de Fey Lencina