El dúo de Rosario Bléfari y Julián Perla acaba de publicar Pintura de guerra, un breve disco de amor que aparecerá en todas las listas de lo mejor de 2018.
Por Santiago Segura
En 1986, Luis Alberto Spinetta y Fito Páez grabaron en conjunto Lalala. Aquel puede ser señalado como el primer gran encuentro entre maestro y alumno del que se tenga memoria en el rock argentino: dos artistas de distintas generaciones, uno muy influenciado por el otro, trabajando codo a codo más allá de edades y carteles. Los ejemplos se multiplican si liberamos las fronteras. En 2010, el grupo texano Okkervil River rescató del ostracismo a uno de sus ídolos, Roky Erickson -otrora líder de una de las bandas claves de la psicodelia, 13th Floor Elevators– para crear en conjunto un disco tan bello como desconocido, True love cast out all evil. Ese mismo año, nada menos que Elton John hizo lo propio: buscó y encontró a Leon Russell, ídolo de su adolescencia -aunque aquí la brecha generacional sea menor- para hacer juntos un álbum que llevó el lógico título The Union.
En el amanecer de 2018, nos desayunamos con otra dupla. La maestra, esta vez, es Rosario Bléfari. El alumno, Julián Perla. La ¿ex? cantante de Suárez y el líder de Mi pequeña muerte unieron fuerzas pero, a diferencia de los ejemplos de arriba, bautizaron el proyecto. Aquí están Los Mundos Posibles.
– La primera pregunta es obvia pero inevitable: ¿recuerdan cuándo se conocieron?
– Julián Perla: Yo la conocí no personalmente en mi adolescencia, como espectador, una noche en el Teatro del Plata hace algunos años, donde tocaban con Suárez detrás de un telón de papel que iban cortando mientras subía el ruido y la emoción. ¡Era futurismo barrial! Me pareció de otro planeta. Hoy como amigo y colega me sigue pareciendo de otro planeta, la admiro y es una referencia para mí.
– Rosario Bléfari: Yo lo conocí, mejor dicho entré en contacto con su banda, un día en el Centro Cultural San Martín en la enorme sala AB, donde tocaba con mi banda solista de la época del disco Estaciones (2004). Ellos me alcanzaron un disco de Mi pequeña muerte, el primero, Hospital (también de 2004). Creo que me lo dio el hermano, Germán, que toca la batería en la banda. Lo escuché y me gustó, me cayó simpática esa oscuridad que tenía ya desde el nombre del disco y algo misterioso en la música también; por un lado oscuro pero muy vital, en una lírica que vuelve sobre el batallar en contra de lo que tira para abajo, pero asumiéndolo, permitiéndose también el hundimiento.
Es curioso, pero ambos responden (y recuerdan) cuándo conocieron o se impactaron con la música del otro, y no cuándo intercambiaron saludos y charlaron por primera vez, algo que hoy hacen con la naturalidad de cualquier amigo. Rosario no esquivó aquel impacto: diez años después del primer encuentro, rebautizaría al grupo de aquellos chicos que se acercaron a darle un disco como La Vida Gigante. ¿El objetivo? Ser su banda de apoyo durante 2014, antes de que llegara la aventura de Sue Mon Mont y el efímero retorno de Suárez, ya como leyenda del indie nacional y a caballo de la película Entre dos luces (dirigida por Fernando Blanco, además guitarrista de Valle de Muñecas). La respuesta de amigos y público sobre Bléfari + La Vida Gigante no tardó en llegar: esas dos voces quedan bien juntas.
-JP: Cuando tocamos con La Vida Gigante descubrimos que nuestras voces se acoplaban muy bien, con naturalidad. Cantamos las mismas melodías en diferentes octavas sin ningún esfuerzo. Y nos encantaba como quedaban. Así que solo nos faltaba una excusa para hacerlo y el disco fue la perfecta.
En esta oportunidad, quien barajó la propuesta fue el alumno. Así lo cuenta Perla: “Yo tenía un grupo de canciones que contaban una historia, había empezado a tocarlas y arreglarlas con Javi (Javier Diz, coproductor del disco y tercera pata de la banda) porque quería que fuesen en un registro mucho más suave que lo que hago habitualmente con Mi pequeña muerte. Siempre jodíamos con la fantasía de hacer un disco de baladas al piano, como el primero de Tom Waits (se refiere a Closing time), clásico, sin distorsiones y con la voz al frente. Con esa idea empezamos a armar esos temas”. Pero a esos temas les faltaba algo: “En algún momento empecé a sentir que a la historia le faltaba una voz narrativa para completarla y se lo propuse a Rosario, era la excusa que teníamos para por fin cantar juntos. Y empezamos a trabajar en esa segunda tanda de canciones, Rosario me las pasaba por teléfono y con Javi armábamos las bases. Y después todos juntos cerrábamos en el estudio”. Bléfari afirma lo dicho por su compañero: “Así es. Julián me contó de estas canciones, veníamos con ganas de cantar juntos y yo tenía temas disponibles para entrar en diálogo con los de él, en la temática incluso que se planteó: esa historia de amor que se libera de un imaginario dramático y doloroso, o basado en lo imposible”.
Bléfari introduce el tema de Pintura de guerra: el amor en su versión despojada, sin el derroche de fatalidad (cuando va mal) o brillantina (cuando funciona) que se le suele asignar en el imaginario pop (ni hablar si pensamos en, por ejemplo, las trágicas líricas tangueras; sin desdicha no habría tango). Vale repasar las letras de estas siete canciones -qué rápido se pasan los 22 minutos del disco- para comprobarlo. Algunas citas: “He tratado de dormir, repasé mil veces nuestra historia (…) Van a quedar algunos sueños por cumplir” (“La guerra del Japón”); “No creo que el amor sea igual a una historia trágica/ que estaremos unidos para siempre, pero mal/ mirando los jardines cuando había que sembrar” (“Condenados”). Las muestras sirven para aclarar más el panorama: Rosario y Julián tratan el tópico de manera más concisa y menos utópica que de costumbre, y eso mismo hace que la tragedia sea desterrada automáticamente. Si dejamos de pensar en el amor para toda la vida, ese donde se sigue por seguir y se termina sufriendo de más, es probable que encontremos la ilación de estas canciones (puede hacerse un link con el disco que Lea Franov, cantante de Las Edades, editó el año pasado, El espacio interior). La forma de cantar de ambos y la instrumentación, delicada, tenue, como los últimos rayos de sol en la caída de un cielo naranja, ayuda a cerrar el concepto. Todo es directo y sutil, levemente raro, desde la poética simple y preciosa hasta las suaves pinceladas de teclados y guitarras acústicas. Cristalino y boscoso. Fílmico. El final de “Donde ruge” es, quizá, el momento de mejor interacción entre las voces, que se funden entre coros para una coda flotante. Otro segmento notable: la electricidad de la frase “Tal vez mi magia pueda más que tu temor”, que por supuesto no está en la sola lectura del verso, sino que se encuentra al escuchar la encendida interpretación de ambos. Como si en esos segundos sellaran la idea global de Pintura de guerra a viva voz (la frase está en la quinta canción del disco, otra pieza mansa y espaciosa titulada “En otra dimensión”).
Sorprende, por la cohesión que logran a la hora de abordar la temática, que no haya canciones firmadas por los dos: “Las canciones (letra y melodía de voz) las compusimos por separado, todo lo demás fue trabajo en equipo”, dice Julián.
– ¿Persiguieron un concepto sonoro que se emparentara a las letras? ¿Cuántas canciones se mostraron?
– JP: Nos mostramos muchas canciones, pero lo que queríamos contar estaba en estas siete. La idea inicial era hacer un disco despojado, directo y lento. Las composiciones de Rosario nos permitieron jugar más con los climas y aparecieron otros paisajes, desde el vamos sus canciones tenían más espacio. Ahora lo escucho y es lo que más me gusta de Pintura de guerra, el carácter narrativo del sonido de las voces, un sonido para cada una, el equilibrio entre lo directo y lo volado.
– Al cantar los dos y teniendo en cuenta la temática, ¿no temieron que, a pesar de ir en un sentido contrario, igual se diera el efecto pareja melodramática de algunos grupos pop? (Viene a la cabeza Pimpinela, pero hay varios más).
– JP: Nunca lo pensé, la dualidad que tiene el disco no responde -para mí- a lo melodramático, ni tampoco pensamos estéticamente al grupo como dueto heterosexual clásico.
– RB: Son voces, no personajes definidos, que tratan el tema del amor pero se fugan de la problemática clásica del problema amoroso, de la pelea y el regodeo en ella, del reclamo, de la posesión. Justamente las canciones hablan de renunciar a todo eso. Creo que hasta las de Pimpinela ya empiezan a alejarse de sus primeras réplicas. La diferencia -no tiene que ver con desmerecer a Pimpinela, que merecen mi respeto- es una diferencia también formal porque en nuestro caso dialogan las canciones, dos tipos de letra y melodía, dos maneras de componer, más que dialogar dos personajes dentro de una canción.
– ¿Cómo se llevan a nivel gustos? ¿Comparten músicas y lecturas, por ejemplo?
– JP: Somos de hablar mucho cuando estamos juntos, así que pasamos de la recomendación de un libro a cualquier tema de interés general en minutos.
– RB: Hablamos mucho, nos reímos mucho y cuando íbamos de viaje con Mi pequeña muerte escuchábamos mucha música todos en el auto. Creo que ahí se gestó el acuerdo del tipo de producción que podía tener un disco donde cantáramos juntos: señalábamos cosas, “qué bueno eso, esa claridad, esa simpleza, esa disposición de los elementos”.
Definido el concepto temático y sonoro del disco, la dupla encontró cobijo en Plastilina Récords, el sello peruano-español que se encargará de editar el disco en vinilo. “Yo escucho música en las plataformas. No compro vinilos porque no tengo equipo. Pero me gustan y soy de la época anterior, tuve vinilos y escuché música así en mi infancia y primera juventud, así que me encantan”, dice Bléfari. Perla se hace cargo de ser el nexo con Plastilina: “Empecé a trabajar con ellos para subir los discos de Mi pequeña muerte a las plataformas digitales. Un día les mostré lo que estábamos grabando, les gustó y nos propusieron editarlo”. Para los fetichistas, más allá de la -debatible- cuestión del sonido, el formato permitirá apreciar hasta el mínimo detalle de la hermosa portada del disco, cortesía de Marina Fages.
-JP: Fue una propuesta de Rosario. La obra de Marina que tenemos el gusto de tener en tapa me parece hermosa. Llena de misterios, interminable.
– RB: Una obra de Marina Fages era lo más indicado para este disco, si tenía que ser una pintura. Se lo comenté, ella escuchó el disco y me mandó algunas obras. Nos enamoramos de la que quedó, parecía perfecta para la historia que de alguna manera se sugiere. La pareja es bastante andrógina, pueden ser chicos, chicas o un chico y una chica. Eso también me gustaba para tratar el tema del amor, porque ya que queríamos descolocarlo de su imaginario habitual, era ideal que sugiriera una pareja universal.
-¿Por qué decidieron editar el disco en pleno verano?
– JP: No hubo una decisión premeditada de salir en verano, ¡el disco terminó saliendo cuando quiso!
– RB: Exacto, fue una hermosa casualidad, porque recién hace poco nos dimos cuenta que las canciones mencionaban incluso estos meses de enero y febrero (se refiere a la ya citada “La guerra del Japón”, que dice “además es 2 de enero/ además no hay fútbol ni boxeo”; y a “La ciudad más austral del mundo”, donde Rosario canta “vas a dejar esta ciudad en febrero”).
Aún hay un detalle por resolver en la breve historia de Los Mundos Posibles: cómo se reproducirán las siete canciones del disco en vivo. La naturaleza del proyecto parece ir de la mano con el sonido logrado, taciturno y fluido. Ni Rosario ni Julián tienen claro todavía cómo se despejará la ecuación. Mucho menos cuál será el futuro en la vida del grupo. Algo sí nos queda claro en un futuro no tan lejano: es muy probable que Pintura de guerra aparezca en casi todas las listas de lo mejor del año cuando estemos cerca del fin de este 2018.
-¿Ya pensaron cómo reproducir el disco en vivo o no es la idea llevar ese mismo sonido a las presentaciones que vayan a hacer?
– JP: Estamos pensando en eso recién ahora, con mucha felicidad de empezar algo desde cero y con amigos, y relajados.
– RB: Eso es, recién estamos pensando en el vivo. Sabemos que vamos a concentrarnos al cien por ciento en las voces, por ejemplo.
– ¿Qué proyectan para Los Mundos Posibles? ¿Es un recreo dentro de sus otros proyectos y trabajos, o piensan continuarlo en el tiempo?
– JP: Todos nuestros proyectos son recreos, ¡por suerte! (Risas). Escolarmente hablando, claro. Nos auguro un futuro unidos y pensamos estirarlo en el tiempo hasta que el tiempo quiera.
– RB: Vamos a ir viviendo lo que se nos presente, no sabemos este camino adónde va. Ambos seguimos nuestras cosas todas con el mismo amor e interés, y con la misma soltura. Dispuestos a sorprendernos.
Entrevista publicada en el número 28 de la revista Rock Salta, de marzo de 2018.