Te contamos la otra cara del recital de Manu Chao en el Estadio Delmi, donde el ex Mano Negra hizo saltar y cantar desaforadamente a todos.
Fotos de Gastón Iñiguez y Martín Azcárate.
Quizá estemos ante el primer gran recital de lunes en la provincia de Salta. Quizá ante el primero donde la densidad “poblacional” adentro del Delmi nos haya mostrado semejante presencia de público extranjero, y claro, tuvimos la posibilidad de ver el primer show de Manu Chao en Salta (segundo en el NOA, tras aquella presentación de 2006 en Jujuy, en el marco del Tómbola Tour).
Tan sólo un mes atrás la noticia empezó a circular, y una vez confirmada, el entusiasmo se esparció de sobremanera. Más de 2 mil entradas anticipadas hacían presagiar un lindo marco de público, y claro, las más de 1400 que se vendieron ese día dieron como resultado cerca de 4500 personas en el Delmi, presenciando el show de este francés desterritorializado. Una vez más la crónica de “EL” diario local pifió: un tweet desde el Delmi señalaba poca gente, 3 mil personas. Luego llegaría la rectificación en la edición papel, señalando que en el recital fuimos 6 mil. En fin…
La Yugular Reggae, de Jujuy, fue la banda encargada de abrir la fecha. Puntuales, apenas pasadas las 20.30 sirvieron de muy buen aperitivo a lo que vendría. Un show muy ajustado, con clásicos de la banda -algunos de ellos, clásicos de la música andina-. No llama la atención, pero el crecimiento de la banda es contínuo. Y demostraron tener algo que pocas bandas del NOA poseen: la soltura de moverse en un escenario grande y la conciencia de que los artistas deben vincularse con los problemas de la sociedad. Nadie discute el nivel de La Yugular, pero hubiera sido importante que además de los cumpas jujeños pudiera tocar alguna banda salteña (sin nombres, para evitar herir susceptibilidades). En estos tiempos de recambio legislativo es menester discutir algún tipo de normativa que garantice a los artistas locales telonear estos y otros tipos de shows.
Manu Chao subió aproximadamente a las 22 y durante dos horas y media fue una catarata de ritmo y emotividad. Es llamativo: el repertorio de Manu Chao transita cierta monotonía que, a quien no entra en sintonía, puede aburrirlo. Es como un gran loop en cuatro ritmos que van y vienen: algo de punk, algo de reggae, algo de ska y algo de rumba, además, de poco vuelo melódico y armónico. Pero, ahí está la virtud que muy pocos tienen, el show es la constatación de que “ese poco” puede ser mucho, si se sabe leer la sensibilidad del público y sobre todo, del momento de la historia que las sociedades atraviesan. Nadie tuvo problemas en saltar y cantar desaforadamente un tema cuatro veces: dudo alguien discuta que este recital estuvo entre los de mayor efusividad del público.
La lista transitó clásicos de Manu solista y de su etapa con una de las bandas fundamentales de la música latina: Mano Negra. Sonaron «Mala Vida», «Clandestino», «Sidi ‘h Bibi», «La vida tómbola», «Bala perdida», «King Kong Five», entre otras.
Pero volviendo a ciertos condimentos, es destacable el manejo de la situación que tiene la banda. Gambeat, en el bajo, es el arengador perfecto, el socio del desierto desde hace más de dos décadas, y tanto el violero como el batero, llevan un pulso envidiable.
El show también tuvo invitados. En el plano musical, estuvo “Mula” Saracho, de la Yugular Reggae, impecable. Y en el plano político, subieron los militantes de El Tranquerazo (movimiento que lucha contra la instalación de la planta de Nitrato de Amonio en El Galpón) y luego el histórico militante social jujeño Carlos “El Perro” Santillán.
El sudorímetro marcó 100% de humedad ambiente, la condensación en el techo del Delmi volvía al público en formas de gotas. Las leyes de la física también demuestran que Salta estuvo frente a uno de los shows más intensos que se recuerden.
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