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Pelafustán desde afuera

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Pelafustán es un disco que se hizo desear y fué presentado en sociedad de la mejor manera. RS te cuenta el show de Perro Ciego, desde otro ángulo.

pablo choke torramorell Texto, Fotos y Video: Pablo Choke torramorell – pchoke@rocksalta.com
 
Como alguna vez los Perro Ciego cantaban el tema “Sin Parar” allá por los 90’s “Los chicos en la esquina amenizando están, las chicas caminando van al recital, estamos esperando que vengan a salir, la mesa está servida (…)” todo parecía un deja vu que se repetía con los lujos y detalles de una película, pero unos 20 años con monedas después. El rito rollinga, convocatoria en caravana de pibes con flequillo tapándole los ojos y cargando mochilas de las más variadas tonalidades del negro con diversos logos dibujados en su superficie, se repite si o sí en un recital de estas características, más aún teniendo en cuenta en un show de la mejor banda de rock ‘n’ roll del Noa argento, o por lo menos la más reconocida. Este ritual, que ya cuenta con sus significaciones y valoraciones incrustadas en el bocho de todos los seguidores, es perfecto y armonioso desde donde se lo mire: ya a las 17:00 hs uno podía encontrarse con un rollinga dando vueltas por la Balcarce esperando por su fantástica cena o sino sentados en una vereda con el sol como un telón cerrado que ilumina el vidrio opaco de las cervezas que hacen cola para nacer, morir y reencarnar de vuelta en otra ronda de amigos.

El ser rollinga significa, para los que no lo saben (si el lector ya lo sabe no lea este párrafo, pase al siguiente), tener un gran sentimiento hacia el rock’n’roll en todas sus expresiones (por ejemplo el blues o el soul) y apoyar insaciablemente a su banda cabecera de la misma onda de música. El apoyo surge, generalmente, desde y para una banda barrial que empieza a grabar demos así nomás y después ya arranca a tocar cada vez en escenas más grandes y, naturalmente, va atrayendo más y más seguidores que se van a empezar a conocer de a poco; primero se empiezan a reconocer por vista -“a este ya lo vi en los dos recitales de Vaqueros y en el de la semana pasada”–  y después surge la fiel amistad con la sagrada invitación -“tomemos una birra che, que el calor mata”-. Así se van entrelazando amistades que después pasan a hacer otra tarea, ya todos juntos, que viene a definirlos como otro grupo de seguidores de una misma banda: siempre se va a necesitar diferenciarse de los otros seguidores, más que nada por una cuestión geográfica (barrial/zonal/temporal). Entonces hacen vaquita, compran tela y pintura y agarran al que más o menos es el más prolijo y se pasan una tarde entera –con un buen rocanrol de fondo – pintando y creando su tributo, su D.N.I hacia la banda de sus amores: el trapo ha nacido y va a ser otro elemento fundamental en los shows, colgados desde las gradas y hasta en el piso, con el fiel objetivo que la banda, tu banda, te lo reciba en plena tocada y lo cuelgue entre la bata y el piso. Listo, con eso ya quedó hecho y satisfecho un rollinga. 

 
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Perro Ciego (hablando de un fenómeno actual) dejó de ser una banda con rollingas como únicos adeptos ya que su estilo y música pegó y pega bien donde se lo ponga. Entonces un show de Perro es más que un show de rock’n’roll, hablamos de un recital grande que te vuela la peluca y te invita al baile, a la ceremonia de la que hablé más arriba, el baile de todos: tal como cuando Salchi predecía en “Rock del Barrio”  al cantar “En esta cena estamos todos, están las rubias, también las negras, esta la banda de rock’n’ roll”. Y en la tarde/noche del domingo en la presentación de Pelafustán los chicos iban y venían con sus botellas –“llenas de vino y de tristezas”- esperando por todo: esperando por que toquen de vuelta, por escuchar las nuevas canciones y por saltar/pogear un rato.

Adentro, ya con la oscuridad del local por sobre todas nuestras cabezas,  los trapos adornaban absolutamente todo el paisaje e indicaban al mismo tiempo que “el aguante” estaba ahí, estaban ahí. Y al momento de arrancar con el primer tema empezó la fiesta loca: bailes entre algunos, pogos entre todos y mucho agite. Algunos se sacaron la remera para soplar al calor del lugar cerrado y algunos otros apuntaron con sus celulares hacia la escena para captarlo al Salchi frunciendo el gesto para cantar, al Gamba Aguilera haciendo gemir a su viola, al Pelao Vega lucir su sombrero negro con el bajo sonando o al Jopo Zenteno pegándole lindo a sus platillos y bombo.

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A cada minuto se creaban círculos en blanco entre el público para hacer de un pogo lo más lindo de los shows: No hay nada mejor que mirar como los “organizadores” de esos pogos luchan con sus pares para que cumplan la orden de distanciarse de los demás dejando un agujero hueco entre todos para que, con la orden y el ritmo del riff pegadizo, todos corran saltando hacia el centro del agujero. Y si alguien se cae no importa; nadie mata a nadie, es más, todos le estiran la mano para ayudarlo a levantarse para así continuar con la fiesta. Lo que más impactó a la banda, les puedo asegurar, son los enormes trapos con el logo de la banda que por ratos cubrían a casi la totalidad del público. Y aquí aprovecho para pedir un aplauso a todos los que llevaron trapos y que se tomaron el laburo y dedicación de hacerlos lo mejor posible. Muchos barrios presentes, mucha gente del interior de la provincia, muchos jujeños, tucumanos, todos, estaban ahí. Por momentos miraba a todos enloquecidos con la banda y saltando de la alegría con los trapos gigantes sobre ellos y me pregunté ¿Qué pensaría “el Pibe”, Federico Acosta, de ver lo que Perro Ciego, su banda, logró y está logrando en estos 21 años de carrera? Estimo que más que mil lágrimas de alegría servirían de respuesta. Y es por esto que, en el mes del tercer aniversario del fallecimiento del Pibe, no faltaron la dedicación y el cantito de los chicos recordando su trayecto por Perro.

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“Hay gente que viene y se va a otro lugar, y yo sigo sentado acá como esperando alguna señal” canta el Salchi y cantamos todos detrás de el. Y no nos equivocamos, todos de alguna forma u otra seguimos esperando esa señal que sólo la banda nos regala cada vez que se arma una fecha con ellos, o sino cada vez que un disco, tema de ellos suena por la radio. ¿El disco nuevo? Gustó. Es temprano para escuchar los coreos de los nuevos temas pero lo importante es que pegó y bien. Por algo es que “los chicos siguen alucinados, con la guitarra siguen tomando, mientras la noche se deja llevar”. Se dejan llevar hasta donde Perro quiera, tienen el derecho de hacerlo.

 
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