Coberturas

El Manto Eléctrico en Córdoba

Con energía renovada y flamante formación, Pez volvió a recorrer algunas de las ciudades más grandes del país para presentar, finalmente, su aplaudido último disco.

Fotos: Lucas Segura

Tras varios meses de silencio, y con poca promoción de la placa, Pez decidió mantener el formato que utilizaron en aquel show único en el Teatro Ópera de Buenos Aires, y dedicaron este tramo de su gira a tocar en salas que le permitieran mantener el despliegue necesario para que la perspectiva de disfrute del público sea la adecuada: sentados, con buen sonido y buena iluminación. En este sentido, la producción local de Bestiario en la Sala de las Américas, un espacio de la UNC, fue realmente destacable. Antes habían pasado por Plataforma Lavardén, de Rosario, y el Teatro Luz y Fuerza, de Santa Fé.

Para poder llevar a cabo una extensión de ese formato que adquirió el grupo y que la propuesta fuera lo más parecida posible en todos los shows, la banda de Ariel Minimal incorporó de manera oficial a un nuevo integrante. Se trata de Juan Ravioli, un multinstrumentista y productor cercano a su núcleo (quien de hecho publicó en su momento un disco en el sello Azione Artigianale), pero también están tocando con otro músico, quien los acompaña de manera extra oficial (sin presencia en fotos de prensa, y blanco de bromas del propio Ariel, del calibre de “ni en pedo sumaría a alguien que toque mi mismo instrumento”) Es Martín Santoro, en guitarras.

El encargado de abrir la noche del pasado sábado 11 de julio fue Fabricio Morás, ex tecladista de Suroculto y gran cantautor cancionero, que por estos días también está en plan presentación de disco, con su tercer álbum Ruido como antes. Con un set interesante de cuatro músicos, donde batería y percusión estaban en un nivel de mimetización llamativo (de a ratos eran dos instrumentos, de a ratos uno solo), el público manifestó mucha curiosidad y entrega. Realmente tiene grandes canciones y el contexto fue el indicado para mostrarlas y sacar chapa de local. 

Concluido eso, con una sala prácticamente llena (al menos en su planta inferior, la cual está compuesta por 600 butacas) y un escenario cálido pero sombrío, el show de Pez recorrió, a lo largo de casi dos horas, 27 canciones, pegadas una detrás de otra sin pausas. El setlist, al igual que los que tocó en las otras ciudades, presentó El Manto Eléctrico de manera completa, manteniendo incluso el órden en el cual las canciones se encuentran en el disco, pero incrustadas todas en la mitad de la lista. También hubo mucho de Hoy, con grandes momentos como «Bettie al desierto», «El viaje» y «Difícil de conseguir», y algunos clásicos inevitables como «Desde el viento en la montaña hasta la espuma del mar», «Ni discos de Bob» y «Para las almas sensibles».

La presencia de Martín Santoro en la banda es inquietante, ya que va entrando y saliendo constantemente de escena, y les permite alcanzar toda una gama de sonidos muy bien aprovechados para que Ariel se vuelque de lleno al filo de los riffs constantes de su strato blanca, y todo esto aporte a la intensidad que se magnifica cuando hace su participación el multitasker Ravioli, quien pasa de las teclas a la guitarra (sí, por momentos eran tres los guitarristas), a los coros pulcros y ordenados, y hasta a una melódica multiefecto que aparecía y desaparecía. 

Cada vez más introspectivos, y con más ganas de que las canciones hablen de ellos (paradójicamente así lo manifestaron en su momento), el grupo estuvo abocado de lleno a la noble tarea de tocar y dejar que la cosa fluya de la manera más esencial: «vinimos a hacer esto, ya saben cómo es la cosa». Todos aceptan las condiciones y la noche avanza sin mucha interacción, más allá de algún que otro pedido aislado de temas que poca respuesta encontró, pero con mucha gratificación y dejando el convencimiento de que se trató de una noche única.

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