Entre libros anarquistas y tecno orgánico, el dúo rosarino Matilda construye una discografía prestigiosa que de a poco se expande por todo el país.
Por Lucas Canalda
Fotos de Lucrecia Ricciardi
Matilda es un dúo de tecno pop que desde hace 17 años habita el circuito rosarino. Tiene cinco discos publicados. Está integrado por Juan Manuel Godoy (voz, ocasional guitarra acústica) e Ignacio Molinos (bajo, sintes, melódica y más), dos treintañeros crecidos y formados en la cultura subterránea pensada desde la autogestión y la horizontalidad. Las experiencias de ambos se complementaron en la Biblioteca Anarquista Alberto Ghiraldo y siendo parte del sello y colectivo Planeta X. Entre libros, diversas perspectivas de construcción y cientos de recitales por el interior del país se forma el núcleo que hoy vibra fuerte en la dupla.
Su último trabajo es El Rio y su Continuidad, de 2016, un álbum de interrogantes metafísicos que incorpora nuevos elementos al sonido característico del grupo. En palabras de Molinos -quien paralelo a Matilda llevó adelante el sello independiente Soy Mutante por una década-, “las nuevas sonoridades se deben a que por ahí me desayuno con ciertos instrumentos, cosas que nunca le había prestado atención. Usamos para darle calidez al disco. Timbres nuevos, más madera”. “Nos propusimos hacer un disco heterogéneo, más cálido, orgánico. Tratamos de meter arreglos desde afuera de lo tecno pop o post punk, hay música disco, dub, música pop más pura, bossa nova, músicas latinoamericanas”, aporta Godoy.
A mediados de 2017 Matilda se presentó en Club 1518 agotando entradas y colmando el bar rosarino de puro tecno pop que sus fans cantaron canción a canción, incluso imponiendo sus voces sobre el sonido. La presentación de El Rio y su Continuidad también se dio a sala completa en Plataforma Lavardén y desde entonces hasta ahora el dúo viene colmando espacios y convocando hasta trescientas personas en Capital Federal, Santa Fe, Córdoba o Villa María. Ciudades como Rafaela o Paraná también van recibiendo a Matilda con una más que cálida bienvenida. Lejos de ser un sensación nacida de la noche a la mañana, el grupo viene apostando a formar vínculos afectivos con escenas independientes de varios puntos del país desde su primeras épocas y hoy, cuando a poco se van perfilando para las décadas de vida, la apuesta por la constancia y la construcción horizontal está floreciendo más colorida y concurridamente que nunca. “La buena convocatoria de los últimos tres años se debe a que suceden varias cosas”, señala Godoy. “Por un lado -sigue- es la constancia de mantener un circuito de ciudades durante 16 años. Por el otro, nuestra música, si bien conserva una matriz, de a poco fue corriéndose del nicho del tecno pop puro y duro y fue volviéndose un pop mucho más singular con influencias heterogéneas, sin dejar de lado el baile, lo cual amplió nuestro espectro. También creo que fuimos mejorando en esta cuestión artesanal de hacer canciones y de producirlas artísticamente, teniendo en cuenta que funcionen tanto en el formato de disco como en nuestro vivo. Si bien somos dos en el escenario, creo que nuestros shows tienen una energía muy poderosa, nuestra escuela a la hora de tocar en vivo fueron las fiestas de Planeta X, de Kasa Enkantada, y algo de eso sigue estando en nuestros recitales. Siempre tuvimos un buen feedback con el público, aunque los recitales fueran para veinte personas, si seguimos haciendo discos y tocando es porque hay un ida y vuelta entre nosotros y el público, el día que eso no suceda no lo haremos más. Nuestra idea de hacer música es lo opuesto a esa idea del músico renegado que hace sus canciones sin pensar en el público, nosotros somos amantes de la música y la hacemos dentro de una marco artístico sincero y honesto, pero siempre pensando en que queremos comunicarnos con el otro. Es más fácil decir que la gente no entiende lo que vos hacés que tratar de conectarse con los demás. Todo esta explicación la hago para que se entienda que como dijo Cristina ‘no fue magia’, es fruto de ponerle mucho trabajo, cabeza y amor a un proyecto que nos ha dado muchas felicidades”.
– Molinos: Lolo (Luciani) de Fluido una vez me comentó algo que sirve como ejemplo de lo que hablamos: “Siempre que salimos a tocar por el país nos preguntan por Matilda. Hace poco fuimos a tocar a San Luis y nos preguntaron si los conocíamos a ustedes, si éramos amigos suyos”. Rosario es como una isla, hay músicos que son grandes en Rosario y que cuando quieren salir se dan cuenta que no pasa nada. Nosotros somos una banda chica en Rosario y afuera seguimos siendo una banda under pero tenemos un pequeño recorrido en otras ciudades.
“Nuestra idea de hacer música es lo opuesto a esa idea del músico renegado que hace sus canciones sin pensar en el público”.
La edición de El Río y su Continuidad llegó para coronar un estupendo tiempo para Matilda; un excelente trabajo de estudio que impulsaba el calendario de presentaciones más activo en la vida del grupo. Por estos días, cuando algunos ven lo que genera el dúo en el circuito local y en otras ciudades, hablan del fenómeno Matilda. Aquellas personas que comentan y apuntan sobre el fenómeno coinciden en el talento musical de Godoy y Molinos que se refleja en los discos así como en sus recitales. También remarcan la perseverancia a través de los años y el constructivismo que aplican en sus formas de gestión. Ciertamente, todas grandes verdades y todas tremendas certezas.
Lo que por momentos escapa a su descripción es que con su obra, Matilda parece haberse adelantado por muchos años a los procesos socioculturales -y sus respectivas discusiones- de nuestros días. Matilda supo apuntar antes que muchos la severa inequidad entre el centro y los barrios de Rosario; el completo olvido de las zonas industriales, las calles de hogares obreros castigadas durante los 80 y 90 y que nunca aparecieron en el GPS de los gobernantes salvo para oportunas fotos de campaña. Esos mismos barrios que hoy padecen la violencia narco y la marginalidad de un sistema que los olvidó hace más de veinte años eran los que Godoy describía en tempranas canciones de Matilda. «Amor natural» del disco Para ser movimiento (2008) se adelanta a discusiones -y batallas- por la diversidad, la inclusión, por animarse a deconstruirse y despojarse de lo adquirido. Matilda estuvo adelantado y mucho de lo planteado y sostenido con constancia hoy es una discusión viva en varias generaciones. Es por eso que el fenómeno no es fenómeno, es construcción, corazón y empatía.
“En realidad son discusiones que ya venían de hace mucho” apunta el cantante y responsable de las letras. “Nosotros tuvimos la suerte de poder estar en lugares donde esas discusiones se desarrollaban, de toparnos con amigos muy lucidos o grupos como Planeta X o la Biblioteca Anarquista, que nos abrieron la cabeza con su manera de concebir lo colectivo”. El barbado remarca: “Muchas de las cosas que escribí tenían que ver con ese aprendizaje que estábamos experimentando como personas, no fue fácil para un pibe de zona sur como yo dejar de lado tantos prejuicios adquiridos desde la más tierna infancia y darme cuenta que las cosas podían ser distintas a como nos las habían enseñado. Muchas de las letras funcionaban en lo personal como una herramienta, como un mantra que reafirmará esos nuevos conceptos. Quizá nuestro acierto fue vehiculizar eso a través de un lenguaje musical bailable como el tecno pop, que si bien en su momento en una ciudad tan rockera como Rosario fue visto como algo raro, con el pasar de los años las nuevas generaciones, mucho más desprejuiciadas que la nuestra, se encontraron con esas canciones que por un lado eran bailables y pegadizas, mientras que las letras abordan temáticas o discusiones que les resultan contemporáneas. No creo que nos hayamos adelantado a nada, creo que en todo caso las sociedades tardan en digerir ciertas transformaciones”.
Artículo publicado en el número 26 de la revista Rock Salta, de diciembre de 2017.