Sorprendente el éxito del festival Salta Boombox, mostrando las mejores versiones de Divididos, Bersuit y Perro Ciego, ante una multitudinaria convocatoria. Ey Paisano y Cachetada de Loco abrieron el evento gratuito.
Fotos de Martín Azcárate.
Fecha histórica, única y (por suerte) repetible. Según datos de la policía salteña, el Salta Bomboox congregó más de 40.000 personas en el Centro de Convenciones Limache. La cifra real de la convocatoria es difícil de medir pero ese número no parece descabellado, por las dimensiones del lugar y la cantidad de gente que entró y salió del predio durante más de 10 horas de música gratuita.
Con una campaña publicitaria pocas veces vista en el NOA, el evento planteó un hecho propio de grandes urbes como Buenos Aires o Córdoba, acostumbrados a esta invasión de vía pública, radio o TV. El “concepto boombox” inició en los medios y se hizo material con el inmenso escenario vestido como la mencionada radio casetera que se utilizaba a fines de los años 70.
La grilla de artistas promovió la unión de distintos tipos de estilos musicales, buscando sobretodo la aceptación del público en general. Jamás buscó ser un festival de rock aunque, por la importancia en la grilla y las bandas en cuestión, el peso del festival recayó en la distorsión y el agite rockero.
Pasada las 16 horas, Ey Paisano y Cachetada de Loco abrieron la jornada en medio de ese radiograbador tamaño Godzilla. Ambas bandas se ganaron la chance de tocar por medio de un jurado y votos vía facebook, dejando en el camino a bandas de distintos estilos musicales como Luca Makonia, Macumbia o los tucumanos de La Lugones.
Ey Paisano se presentó ante más de cinco mil personas que llegaron para la apertura de puertas, y repasó temas de su disco debut Lágrimas de Barro (2013). Se presentan como una banda de música andina no tan convencional, y la realidad marca que lo suyo es la fusión del folklore norteño con el rock, el blues y el jazz. Por su parte, Cachetada de Loco demostró su efervescencia de fiesta y baile, con algo de teatralidad. El crecimiento que tuvo la banda en los dos últimos años es sumamente meritorio y se nota una búsqueda de identidad a pesar de alinearse a propuestas como la de Kapanga o Karamelo Santo, con quienes ya compartieron escenario.
El grupo ganó nuevos fanáticos y algún que otro detractor a fuerza de incorreción lirica. “Necesito una muchacha / que me muestre la bombacha / que me ame, que se tiente / y se revuelque en el primer intento”, en su muy bien recibido hit cumbia-cuarteto-ska-punk-deforme “Zopeda de lombriz”.
Mientras el calor se hacía sentir (la temperatura llegó cerca de los 40 grados) el público siguió ingresando y la grilla continuó con Gaby Morales, para darle paso a Mi Karma González. La banda sabe de qué se trata y se acomoda muy bien en estos breves y multitudinarios shows, acostumbrados a tocar en cada acto oficial del gobierno provincial desde hace un par de años. Como novedad, lucieron las conocidas mascaras de luchadores mexicanos. El grupo liderado por Andres González subió al escenario apenas 24 horas despues de regresar de una gira por tierras aztecas junto a Los Caligaris. Además, preparan nuevo material con la producción de algunos músicos de Los Auténticos Decadentes.
Ya caída la noche, Los Huayra (máximos representantes de Cerveza Salta), interpretaron temas que la gente acompañó con muchas ganas. La convocatoria y popularidad del grupo es incuestionable. Mucha gente fue a verlos y luego se retiró. Entre sus temas, como es propio en el género, incluyeron varios covers. Entre ellos se destacó la siniestra versión que realizan de “Muchacha ojos de papel”, que para varios fanáticos de la vasta obra de Spinetta merece la incomunicación inmediata de los seis músicos, hasta que pidan perdón.
A las 21.45 Perro Ciego salió a escena con su clásica formación de cuarteto, comandada por Marcelo Dique en guitarra y voz. ”Cuando nos vamos”, “Pelafustán” y “Paracaídas” fueron algunos de los temas que más corearon los seguidores de la banda, que se agolparon en el centro con sus banderas. Al igual que la banda, ellos también se agigantan en este tipo de eventos. En ese momento, el público rondaba las 40.000 personas, mientras que la fila en las afueras del predio parecía interminable y la gente seguia llegando. Vale recordar que era un día laboral para muchos salteños.
En cada solo que profesó en su Gibson SG negra y roja, Martin Aguilera revalidó el título de mejor violero salteño. Como al resto de sus compañeros, no le temblaron los dedos ni por un segundo mientras repasaron en 30 minutos sus casi 25 años de rocanrol, blues y funk. Es increíble pensar que gran parte del público los veía por primera vez en vivo. Seguramente muchos se dieron cuenta de lo mismo: Perro Ciego es uno de los orgullos del rock del NOA.
Luego de una espera de media hora, y casi llegando a las once de la noche, Bersuit Vergarabat debutaba en suelo salteño con su nueva formación en inmejorables condiciones, ya que en ese momento se dio el pico de convocatoria. “El tiempo no para” y “La soledad” sirvieron para ir poniendo de a poco a todos en onda, y luego dar a conocer los nuevos temas de la banda editados en La Revuelta (2012). Sonaron “Cambiar el alma” y “Dios te salve”. A falta de un frontman natural, la banda luce más heterogénea en las voces del Cóndor Sbarbatti y Dani Suárez, a pesar de que todos meten sus bocadillos liricos. Bersuit fue (y aún es) una de las bandas más populares de la historia del rock argentino. A pesar que muchos le perdieron el pulso con la separación, estos músicos tienen un cancionero que en su momento les permitió llenar River. En Salta siempre fueron muy bien recibidos.
Con “Perro amor explota” el pogo se encendió como nunca y desnudó el gran problema de la noche, la polvareda de tierra. Cuando el polvo se levantaba en medio del pogo quitaba el aire si uno no tenía cuidado al respirar. Este problema dejó a varias personas descompensadas.
Como es costumbre en esta gira de regreso, la banda se retiró por unos minutos del escenario en medio de un impase en “Porteño de ley”, dejando todo en manos de Tito Verenzuela. Que en esta oportunidad brindó una versión border y despojada de “La parabellum del buen psicópata”, lo que para algunos fue tirar verdura pero para otros fue un momento de rock en estado puro. Incomodando y desencajando a la mayoría, Tito demostró su habilidad para bancar esa cantidad de gente con la guitarra pelada y con una voz carcomida por los excesos.
Luego, para la alegría de todos, llegaría la seguidilla de éxitos fiesteros que demostró ser lo ideal para este tipo de eventos. “El viejo de arriba”, “Sr. Cobranza”, “Yo tomo” y “La bolsa”, fueron salvajes y brutales. El bis y el final del set llegó con la belleza de “Un pacto” en compañía de Juan Cruz Torres, ex Humahuaca Trío, en charango.
Ante una enorme ovación, el grupo cultor de los pijamas se despidió. Acto seguido, entre un 30 y 40 por ciento del total de la gente se retiró del predio. Es que para muchos de ellos la jornada había sido demasiado extensa y cansadora o, tal vez, no les interesaba ver el cierre de Divididos. Es respetable, después de todo el trio hace años que se alejó de las mieles de la masividad para refugiarse en el vivo y operar casi a los márgenes de la industria. Aunque aclamado por la crítica, los temas de su último disco no sonaron en casi ningún medio que no sea del palo rockero. Incluso para algunos que siguen mucho la televisión, Divididos es “el grupo del marido de la Oreiro”. Los que piensan eso y se retiraron terminado el show de Bersuit tomaron una sabia decisión, ya que el power trio salió en la madrugada del domingo en plan zapada setentera, con la fuerza de una piña en los dientes. Mollo, Arnedo y Ciavarella aparecieron para recordarnos la potencia que tenía el rock por esos años, pero jamás en plan “reedición”, lo suyo es la “redención”.
“Estamos todo el tiempo buscando subir a un escenario”, contaba Ricardo en la páginas de la Revista Rock Salta N°10. Esto se nota, la banda disfruta del vivo como pocas. Su show inició con canciones veloces: “Paraguay”, “Hombre en U” y “Elefantes en Europa”, donde Catriel se destaca por la técnica y fuerza del golpe en los parches. Digno alumno de la escuela de John Bonham, a quien homenajearía en varias oportunidades repasando algunos pasajes claves de Led Zeppelin.
En “Mantecoso”, el grupo llevó a todos de viaje por 10 minutos, en un verdadero despliegue de improvisación y telepatía entre sus integrantes que aceleran y se detienen sin ningún tipo de bache, generando la admiración de toda persona que alguna vez pisó una sala de ensayo, y emocionando a aquellos que todavía sienten a la música como alimento para el espíritu y el alma.
El sonido del bajo de Diego Arnedo es sumamente particular, como su técnica. Al llegar a “Que tal” y “Perro Funk”, los golpeteos que le confiere a las cuatro cuerdas se asemejan más a un instrumento de percusión lleno de parches. La banda cuenta con un buen catálogo de canciones mamilas pero en esta oportunidad solo tocaron dos de ellas: en plan semi eléctrico y sentados repasaron “Spaghetti del rock” y “Par mil”.
«No saben lo que significa estar acá en el norte. Para mi este lugar es mágico, disfruten ustedes que viven todos los días acá. Las montañas, el aire. La verdad que son unos privilegiados” dijo Mollo en una de sus charlas con el público.
Con su infaltable versión de “Voodoo Child”, la banda volvió a trepar en el dial sonoro mientras Mollo soleó con una zapatilla y con la boca. Minutos antes había repetido la postal tilcareña y atacó las seis cuerdas utilizando una pierna ortopédica como púa. Hasta jugo con el plug de la viola, sacándole sonidos de Jimi Hendrix. También homenajearon a grandes artistas argentinos, como Pappo y al líder de La Pesada del Rock and Roll: “Billy Bond, Manal, Almendra. Esos grandes grupos que hicieron que esto que estamos haciendo ahora tenga sentido”.
Luego llegó «Amapola del 66», tema que remite inmediatamente aTilcara y la presentación del disco homónimo bajo la lluvia y el frio en 2010. Recuerdos para toda la vida, sin imágenes hasta que finalmente editen ese DVD. Catriel y Arnedo, improvisaron una chacarera del padre del bajista, zapada al que luego se sumaría Mollo con la viola.
Llegando al final del show, la cantidad de gente siguió en un punto muy alto. Algo atípico a lo que está acostumbrado a tocar el grupo. “Cuanta gente, cuanta gente” decía Arnedo mientras se llevaba las manos al a cabeza, en una de sus pocas intervenciones en el micrófono. “Con este hombre de acá, el Cóndor (así apodan al bajista), desde el 1978 que tocamos juntos. Pronto nos verán con una silla de ruedas que esta buenísima, tiene motor y todo” bromeaba Mollo logrando las risas y los aplausos de todos.
En la despedida llegaron los clásicos de Sumo. Luego de “Crua-Chan”, el violero anunció “nos vamos con un Nesquik para bajar la cerveza. Nos vamos a casa, o no. Vaya uno a saber, es temprano”. El reloj marcaba las 2.40 de la mañana del domingo y la sensación para todos era de una alegría inmensa.
No pasa casi nunca pero, con las condiciones adecuadas, el rock garpa.