Homenaje a Jaime Torres, uno de los responsables de llevar la música de raíz folclórica a escala masiva e internacional.
Foto: Celeste Urreaga – Facebook Jaime Torres
Cuando el sonido de un instrumento (por ejemplo, una guitarra eléctrica) dura mucho tiempo después de ejecutado, dota al mismo la cualidad del sustain. Una de las características de la madera es que cuanto más estacionada está (léase, más vieja), le atribuirá más sustain al instrumento.
Jaime Torres falleció a los 80 años de edad. Hace un tiempo venía con problemas de salud. Ya lo decía Edgar Morin: vivir de muerte, morir de vida, para referir al constante loop de renacer celular que cansa nuestro cuerpo y lo acerca cada día más a la tumba.
Con la muerte de Torres asistimos a la casi desaparición de esa generación de artistas y musiques que tradujeron y llevaron la música de raíz folclórica a escala masiva e internacional por primera vez. Pensar en Jaime Torres es pensar en la señora Mercedes Sosa, en Ariel Ramírez, Domingo Cura, Horacio Guarany y muches otres, valioses y con más estadía en el mundo del bajo perfil, como el “Cuchi” Leguizamón, Raúl Barboza, el “Chivo” Valladares, Leda Valladares y el maestro Ricardo Vilca.
La música de Torres atravesó géneros y generaciones y su carrera estuvo atravesada de hitos: tocar en la apertura del Mundial de Fútbol 1974, en la Sala Octubre de Leningrado (ex URSS) o el Lincoln Center (Nueva York), entre otros. Y, quizás lo que más interese a este público lector, probablemente sea el culpable de que sepamos qué es y cómo suena un charango.
Vamos a despedir a Don Jaime agradeciéndole todo lo que nos dio, y sobre todo recordar sus cruces con el rock: Divididos, Bersuit y Catupecu, entre tantos. Una breve recorrida por YouTube seguramente llenará de asombro al más avezado conocedor de anécdotas rockeras.
Jaime había nacido en 1938 en Tucumán, hijo de padre y madre bolivianes. Luego de una infancia porteña, vivió desde los 10 hasta los 15 años en Chimba Chica, Cochabamba, Bolivia. Sin embargo, cuando pensamos en su música no podemos pensar sino en Humahuaca, uno de sus lugares en el mundo. Todo este devenir de lugares y fronteras no debe sino hacernos pensar en la unidad cultural de esta región en la que vivimos y que tan bien supo expresar el maestro en tan pequeño instrumento de cuerdas, de eterno sustain.