Con Divididos y Carajo, el festival correntino cerró a pura potencia devastadora. Antes, las bandas emergentes batallaron contra un domingo de superclásico.
Fotos: Eduardo Pece y gentileza de Cultura Corrientes
Multiverso, grupo local sub 20, dio el puntapié inicial para la última jornada del Taragüí Rock a las cinco de la tarde. Un puñado de amigos y familiares de la banda aplaudió cada tema de su rock con varios guiños al metal. En un domingo de superclásico el público se tomaría su tiempo para llegar. El Anfiteatro Cocomarola lució la gran mayoría de sus bancas vacías hasta bien entrada la noche.
Siguieron los paraguayos de Shock, un cuarteto de metal alternativo con cantante musculoso, tatuado, sin remera, enojado y gritón. En USA les iría bien.
Una vez más, la puntualidad de la fecha fue intachable, un punto notable a remarcar del festival, que se suma a la línea de mega eventos como el Lollapalloza, algo que cada verano se pone como meta el Cosquín Rock pero nunca llega a cumplir del todo. También es cierto que este año el clima les jugó a favor a los correntinos, y a pesar de las sorpresivas bajas temperaturas, no hubo lluvia (a diferencia del año pasado).
Pisando las 18.20, desde Salta subieron los representantes del NOA. Primero batallaron junto a los tecnicos con algunos problemas de sonido para arrancar, lo cual les dio la nota de color. Los Santa Pendencia fueron la única banda de todo el festival a la cual el presentador entrevistó en el escenario. Cuando todo estaba listo arrancaron con un instrumental, luego adelantaron material (sumamente progresivo) del disco que se viene, y se despidieron con las canciones más gancheras de su disco debut: “Aparece y desaparece” y “El mago negro”. La gente aplaudió los pasajes folclóricos y se llevó una muestra de lo que es este power trio nómade y de sus ambiciosos planes a futuro (ver nota aparte).
Con los últimos rayos de sol, Krishna y Los Extraterrestres, propusieron un deliro total. La agrupación local es una probadita de su líder rebautizado Cristhian “Krishna” Ozorio, un polémico personaje de la fauna correntina, odiado y amado por igual. En su papel de reventado del rock, con look Sid Vicious y todos los excesos a la vista, le dio voz a un combo para tener en cuenta por la fusión de estilos: rock alternativo, ritmos del litoral y letras pegadizas, con mucho de teatralidad.
En pleno calor del superclásico algunos tenían auriculares siguiendo el partido. Con un poco más de mil personas los paraguayos de Nhendei Zha, comenzaron su set a las 19.40, pegando onda al instante entre los carajenses presentes que abrazaron su new metal a lo Korn y Deftones. Muy buena performance y claramente la mejor de las bandas que llegaron del vecino país.
Los correntinos de Malevo tocaron ya con una buena cantidad de gente y el público ingresando a full a cada minuto. A su estilo Rage Against The Machine le falta pulirse, no estuvieron a la altura de lo que dejaron los paraguayos.
A las nueve y veinte subieron Corvata, Andy y Tery. «La venganza de los perdedores», «Chico granada» y «El error» iniciaron la lista que fue armada por sus fanáticos especialmente para esta fecha, parte de la gira Campaña Nacional que llevan adelante desde hace unos meses.
No importa si no te gusta lo que hacen, lo de este trío es de lo mejor que se puede ver sobre un escenario en la actualidad, tal cual quedó asentado en la nota de gira en la que Rock Salta acompañó al grupo el año pasado. Son un peleador que la tiene clara, y no van a dejar de asestar golpe tras golpe en el medio del rostro de cada uno de los presentes hasta que suene la campana del final.
Rugieron por cincuenta minutos y regalaron “El vago”, un bis fuera de la lista. Corvata agradeció la oportunidad de poder mostrar lo suyo ante gente que seguramente los estaba viendo por primera vez y saludó a todos los “colegas músicos” que habían pisado el escenario en los tres días y a los que estaban abajo, escuchándolos. Ante lo impecable de Carajo, no era ilógico imaginar a los tres Divididos y todo su equipo de trabajo con un poquitín de temor, pensando si estarían a la altura.
En tiempo record, todo el escenario quedó listo para los ex Sumo. A las 22.45 el «Himno nacional agentino» se lanzó por consola. Acto seguido, Mollo, Arnedo y Ciavarella salieron a hacer lo que mejor saben y lo que más les gusta. Como primeros temas, “Haciendo cosas raras”, “Alma de budín” y “Elefantes en Europa”. El “botón mágico” se encendió y Divididos sonó más fuerte que Carajo.
Luego de dos estadios Luna Park con sorprendente subida a YouTube incluida por parte de la banda, se esperaba un set similar para el show en el Targüí Rock, alejado de los cuelgues y los pasajes progresivos que se escucharon en Salta en el primer Boombox, allá por noviembre de 2013.
Cerca de la medianoche el anfiteatro se llenó de repente, más de nueve mil personas. Una multitud a pesar de que fue la menos concurrida de las tres jornadas. Hasta el último tema siguió llegando gente. Cada uno eligió su lugar para disfrutar de la aplanadora, saltando adelante, parados en las bancas, o directamente cerca de las cantinas. Muy llamativa la presencia de cientos de niños en los hombros de los padres (irresponsables), habrá que actualizar las banderas a “desde la cuna hasta el bar”.
No hubo solos descollantes para Ricardo Mollo en la noche, sólo la nota de color de un fanático que acercó su guitarra eléctrica entre la marea humana, pero a falta de afinación el violero lo mandó a que vea un luthier luego de un par de rasguidos.
A pesar de verlo mil veces, lo de Arnedo es de no creer, una clase magistral de cómo emplear las cuatro cuerdas. Ese Fender Jazz Bass crema es patrimonio cultural argentino y tiene que enterrarse con él. Por su parte, Catriel sigue creciendo como músico, sumando detalles a su ya conocida fuerza y habilidad.
El momento acústico ofreció raras versiones rockeras de “Spaghetti del rock” y “Par mil”. También una sentida versión de la chacarera “Huelga de amores”. El cierre llegó luego de dos horas de show con el combo “Paraguay” y “Ala delta”.
Como dato negativo, la falta de sorpresa y disco nuevo ya se nota. Aunque no les debe importar ni un poco. Se sabe: la aplanadora se toma su tiempo. Además si hay que esperar diez años o más para algo igual o superior a Amapola del 66 (2010), seremos pacientes.
Lo que asomaba en la previa, terminó confirmándose en estos tres días. El festival más importante del NEA ya se transformó en el más significativo del Norte Argentino y uno de los mejores del país. Sólo resta apuntalar algunas cuestiones y seguir el camino trazado hasta acá.
En octubre, no te pierdas la edición especial de la revista Rock Salta dedicada íntegramente al Taragüí Rock.
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