El disco cierra una trilogía extraña y despareja en la que el músico rosarino repasa sus influencias y obsesiones.
Casi seis meses después de la publicación de Los años salvajes y a dos meses de la aparición de Futurología Arlt, Fito Páez lanzó The Golden Light, el álbum con el que cierra una trilogía extraña, heterogénea y despareja, que lo llevó a transitar distintos estilos y a repasar sus habituales influencias y obsesiones.
Se trata del mejor disco de la trilogía. The Golden Light es un trabajo de voces, piano, melodías y pocos instrumentos donde la grandilocuencia de los álbumes anteriores queda relegada. Aquí, menos es más. Fito presenta piezas instrumentales y canciones que ya había tocado en vivo, como “Hogar”, que data por lo menos de 2016. También está “Sus auriculares”, estrenada el año pasado durante el show homenaje a Charly García en el Teatro Colón.
Abre el disco “El mar de Gerardo”, uno de los tres instrumentales de este disco de nueve canciones. La tanguera “Un ángel abrió alas” es la primera donde escuchamos voces y donde queda claro que Fito suele ser imbatible cuando se sienta frente al piano a contar historias propias o ajenas.
A diferencia de Los años salvajes, The Golden Light no es un disco previsible. Linkea de manera inevitable con otros trabajos similares de Fito como Moda y pueblo (2005), Rodolfo (2007) o No sé si es Baires o Madrid (2009), pero no suena a más de lo mismo, una característica que el primer volumen de la trilogía sí arrastra. Tampoco se enreda en objetivos casi imposibles, como el ambicioso y arriesgado Futurología Arlt, un buen trabajo que parece más un catálogo de influencias.
The Golden Light no está exento de ambiciones o de riesgos. Fito canta en inglés y a capela, juega con el piano, se deja llevar, busca las notas a medida que toca, pero esta vez el balance general es positivo. Los coros, propios y ajenos, le aportan belleza. “Enciende el amor”, con la voz invitada de Abril Olivera, quizás sea el mejor momento.
Por supuesto, este nuevo disco no está exento de los yeites habituales del rosarino: la autorreferencia, las citas culturales que se asemejan al snobismo, las inflexiones vocales que acomodan los versos como sea aunque ensucien la melodía. Pero en este caso se impone la capacidad de Fito como pianista y compositor. Logra el magnetismo que suele transmitir en un show o en un vivo de Instagram. Solo con un piano, sin necesidad de orquestas o proyectos grandilocuentes. “The Golden Light”, el tema que cierra el álbum, lo confirma.