En la peor época de la Argentina de las últimas décadas, el grupo que lideraba Gustavo Cordera consolidó su éxito.
En 2002, Bersuit Vergarabat conoció el éxito mayor. Sus canciones atravesaron el filtro que separa a las bandas populares de las inolvidables y se volvieron clásicos que remitirán para siempre a una época de crisis total. Con el diario del lunes se puede decir que no había muchas bandas sonoras más adecuadas que la que provenía de la música de ese grupo de perdedores inevitables que conocieron el triunfo mientras Argentina se encaminaba hacia un pozo sin fondo.
El país remaba en aguas subterráneas tras la salida de Fernando de la Rúa. Los cinco presidentes en una semana y la llegada de Eduardo Duhalde eran el marco de una frase que resonaba en la gente que caceroleaba todos los viernes: que se vayan todos. Como había cantado Andrés Calamaro unos años antes, Bersuit iba en la dirección contraria. No paraba de subir. Su último disco de estudio era Hijos del culo, publicado a fines de 2000, que como siempre en su discografía, mostraba un mundo de fiesta decadente, de alegría momentánea que iba a durar hasta que llegara la catástrofe final. Si Fito Páez había propuesto bailar hasta que vaya la noche, Bersuit proponía hacerlo hasta que llegue la noche.
Y la noche llegó. Con Lecops, Patacones y otros bonos federales, con clubes de trueque, cartoneros y millones de personas intentando ver cómo hacían para salir adelante. En ese 2002 Bersuit lanzó De la cabeza, quizás el disco más popular de sus más de treinta años de historia. Un álbum en vivo grabado a fines de 2001 que voló por los aires como el gobierno.
“El tiempo no para”, un oscuro cover que la banda había publicado en su primer disco, revivía en esta nueva versión en vivo y pintaba la frustración del momento. La “Danza de los muertos pobres”, otra de las primeras canciones, se resignificaba desde el título.
De la cabeza tenía otros hits que lo volvieron un álbum repetido de manera constante. “Un pacto”, “Mi caramelo”, fueron los más repetidos en radios, discotecas, autos y equipos hogareños. Nadie escuchaba música a través de los celulares. A casi nadie le alcanzaba para tener uno.
El disco también transmitía la fuerza de “Señor Cobranza” y “Se viene”, canciones proféticas que aquí se escuchan con el público encima, tomando el protagonismo.