Evidentemente, la militancia en este estilo musical nos convierte en la actualidad en nostálgicos de lo bueno que fue el pasado. Es decir, en “ochentosos”.
Los grandes cambios de valores y gustos en los jóvenes actuales nos llevan a detenernos un momento a pensar en qué es realmente lo que nos moviliza como huestes. Aclaramos, para que no se confunda, que el color que más nos gusta es el negro.
La televisión, internet y revistas con tapas de Babasonicos han llegado a influir demasiado a las mini huestes con programas yanquis que tildan de rock a motoqueros bonitos y muy limpios, con rulos combinados con anteojos de marcos negros hipsters. Siempre hay un buen momento para que Pappo resucite y éste sería ideal: «Esto es un fierro, pendejo”, sip. Demasiados colores para nuestro gusto.
Recordamos tiempos pasados, cuando vestirse de negro era mala palabra. Eso cambió porque las femeninas lucen botas altas combinadas con remeras que dicen “I LOVE ROCK AND ROLL”, o con lenguas de los Stones. Aplaudimos el open mind, pero hasta ahí nomas. Porque Black Sabbath no es lo único en la vida. Es todo.
Y más allá de cómo nos mostremos ante la sociedad, el barro va por dentro y la búsqueda del camino musical deberá centrarse en la calidad de los artistas. Algún día llegará el tan ansiado pacto 2×1 con la Parca para que se lleve a Ciro y a Cordera y lo devuelva a Civile. En fin, ochentosos, hasta el fin de los inicuos.
Y no olviden que siempre se puede estar peor.
Publicado en la revista Rock Salta Nº17, en el mes de octubre de 2013.