Hablamos con el “Colo” Vasconcellos, guitarrista y compositor de la banda salteña, antes de los shows de presentación de Eco, su segundo disco de estudio, este viernes y sábado en el Teatro Provincial.
El marco lo brinda una casa en el borde de Vaqueros, cerca de lo que solemos llamar el Río Wierna. Una vieja finca tabacalera que va cambiando de fisonomía para albergar a quienes intentan alejarse de esa ciudad “donde todo el mundo corre a ningún lado y sin pensar en el tiempo que pasa despiadado”, allí donde está el jardín donde crecen esas flores, “nuestras” a las que la banda le canta. El encuentro se da en el bunker, una sala de tres por cuatro donde Ahyre ensaya, preproduce y crea.
La charla se da con el Colo Vasconcellos, guitarrista y compositor del grupo, que se presentará este viernes y sábado en el Teatro Provincial, con entradas casi agotadas para ambas fechas.
Salió Eco, que vino precedido de algunos simples.
Es muy loco lo que pasa con Eco, porque casi sin darnos cuenta y hasta inconscientemente te diría, ha sido el resultado de muchos años. No solo muchos años adentro de Ahyre, sino que venía de tiempo atrás. Una de las primeras cosas que suceden de toda esta producción es una melodía que a mí me sale en el año 2018. Todavía existían Los Huayra, meses antes que Juan (Fuentes) nos diga que se iba. Hice un viaje a Perú, a Cuzco, y me volví con una melodía superandinizada, que también se linkeaba con todas estas inquietudes étnicas que siempre hemos tenido. Con lo céltico, con lo japonés, con lo árabe, con tratar de entender todo el folclore como bastante parecido, ¿viste? En todos los lugares del mundo. Si vos te ponés a ver es medio como te dice la letra de Rubén Blades, en la quena de los Incas oigo a Irlanda, y al Irán al escuchar gaitas de Escocia. Siempre pongo de ejemplo esa canción que se llama “Primogéneo”, que que para mí ha sido como muy develadora. Todo este disco en general, Mundo, de Rubén Blades, es en donde podemos entender que el folclore, a pesar de ser de regiones diferentes, es bastante familiar.
En Eco se nota una profundización de esa veta de lo étnico, en cuanto a colores y texturas sonoras, ciertos vientos, ciertas cuerditas y también cómo juegan con las células rítmicas. ¿Hay una búsqueda deliberada en eso generar un sonido que más bien se vincula con una corriente de la World Music?
Sí, totalmente. Para nosotros el folclore es lo que hoy se le dice en algún modo World Music. Nosotros por vivir en una provincia y en una región en donde el folclore se respira en los sabores, a través de los sonidos, de los árboles, a lo mejor lo tenemos más interiorizado y por tal incorporación no tomamos dimensión de la profundidad que tiene. Desde afuera se le dice World Music a esto que hacemos, y nosotros también hemos linkeado el concepto de búsqueda de Ahyre con el World Music, por lo que hablamos hace rato. Nos dimos cuenta que a la hora de hacer un tema que tiene características andinas nos encontramos cosas celtas, árabes y decimos bueno, vamos y juguemos. Porque en definitiva el plan siempre fue es: jugar con la música, divertirnos. Vivimos en el mundo del copypaste, y entonces intentar al menos poner un colorcito ahí, era el desafío.
Y en este tiempo que vienen presentando Eco, ¿qué onda las repercusiones en el público? ¿Siguen siendo las de siempre, un público que va saquen lo que saquen, o hay algo nuevo que estén notando ahí en la gente?
Las dos cosas, creo. Creo que hay un público que nos acompaña desde siempre, que creo es el público que se ha conectado con la veta, la corriente compositiva que tiene Ahyre, que es la misma que en su momento tenían Los Huayra, porque el ADN, la genética, la artística es la misma. Somos los mismos los que componemos las canciones, los que arreglamos, los que producimos. Los elementos eran diferentes, y con eso me refiero a los recursos vocales e instrumentales. Ahyre tiene, entre comillas, otro color y digo entre comillas porque también tiene mucho de lo anterior, a lo mejor con una perspectiva más licenciosa.
Pero también hay gente nueva que se acerca porque Ahyre ha profundizado estas dos ramas principales que tiene, sonoramente y a nivel mensaje también. Digo dos ramas porque una es la rama de la raíz folclórica. Creo que compositivamente estamos más cerca que nunca de la canción folclórica. Y en la otra rama, la producción y el contexto y las vestiduras que esas canciones folclóricas tienen están mucho más universales también que en la etapa anterior. Creo que ambas se potenciaron. La licencia de empezar desde cero te da la posibilidad de dejar volar la imaginación sin tener que seguir una línea que te marca algún vector previo. En Los Huayra, si seguías el vector, más o menos podías saber hacia dónde iba a ir la música. Nos agarró en una edad en donde nos cuestionamos muchas otras cosas que cuando tenés veinte años. El crecimiento tiene mucho que ver con que Ahyre coquetea de una manera mucho más explícita con otros géneros. Estamos dejando salir y dejando ver de manera muy explícita cuáles son todos nuestros gustos musicales, y cuál es la universalidad de la mirada que tenemos acerca de la música.
La canción, como algo mínimo, algo que luego se viste en la fase de producción. Como la zamba “Silencio”, penúltima canción de Eco, y el deseo de escucharla desprovista de ese dramatismo de réquiem que tiene en la grabación. En un ejercicio casi lúdico, el Colo toma la criolla y muestra porqué está basada en una vuelta de “Piedra y camino”, de Yupanqui. Cuenta que la búsqueda tiene que ver con el registro de lo fúnebre, en clave El Padrino I, pero situada en un pueblito nuestro, como Iruya. Y ya en el ProTools va mostrando los diferentes canales, cómo se arma la orquestacion: la pared de trombones, que son la clave para dar la intención, las guitarras de nylon y eléctricas con su pasaje por filtros y efectos, el moog que reemplaza al bajo, y varios canales de sintetizadores, muy en plan sonido británico, que si bien en una escucha poco atenta pasan desapercibidos, son claves en la orquestación. El ida y vuelta, una canción sencilla que rinde por sí misma, y que vestida luce hermosa.
Esta zamba, surgida en contexto del COVID, da pie para conversar sobre la composición en Ahyre, reconociendo que más allá de experiencias puntuales, pareciera ser que no aparece una corriente renovadora del cancionero salteño, más allá de lo hecho por Yuyo Montes en los primeros 90, o los Teruel, la Moro Laspiur y Jorge Rojas y poco más acá en el tiempo.
Ustedes son quizá, por volumen y presencia, quienes más aportan desde Salta al cancionero. ¿Dónde están encontrando hoy el motivo de escribir? ¿Qué es lo que quieren decir? ¿Por dónde pasa la poética?
Yo pienso que hoy la motivación nuestra tiene mucho que ver también con la etapa que estamos transitando. Han habido viajes personales, en lo concreto y en lo interior que han determinado muchísimo la línea editorial que hoy tiene la banda en el disco Eco. Yo tuve, tengo, la posibilidad, y desde hace más de cinco años que viajo frecuentemente al Valle Sagrado de los Incas, en Perú, y ahí encontré no solamente una fuente inagotable de inspiración a la hora de la composición, sino también una fuente de aprendizaje muy grande para con mi vida personal.
Yo creo que ahí hay un punto de partida que está muy vinculado con un montón de de sonidos que estaban adentro de mis recuerdos, de mi memoria, la niñez. En mi casa materna/paterna iba muy frecuentemente Lito Nieva, uno de los de los cerebros más grande que que ha dado la música de Salta y la música folclórica argentina. Yo siempre digo que es como el Quincy Jones nuestro, un tipo que pudo ver el poder de nuestra música y la llevó más allá en el plano de lo armónico, de la producción, y sin más más recursos que una guitarra en la mano, porque ellos no tenían Abbey Road en Salta ni en los alrededores como para poder potenciar esos recursos. Simplemente una viola y la cabezota gigante de este hombre, que a la par del Cuchi, que a la par de Falú, provocaron un movimiento muy grande. Lito tiene una conexión enorme con la música andina, y que supo desarrollar como casi nadie, y a partir de ahí esos recuerdos y esas escalas pentatónicas que que sonaban en mi niñez, en algún lado quedaron. Y mirá a esta altura del partido donde vuelven a encontrarse.
Por un lado eso, y por otro lado también esto que vos decías, de no solamente direccionar la canción de amor hacia el cortejo, de una persona a otra, sino también entender que la canción de amor es a tus paisajes, al medioambiente, a tus ideas, a tu ideología, a tu hijo, a tu padre, a tu madre y a cuanta entidad que provoque amor e inspiración y todo eso. Te diría que desde que hemos empuñado una viola siempre hemos tenido presentes que la música y el concepto del amor tiene tantas miradas como seres humanos hay en en el mundo.
Ahora bien, el cancionero popular tiene en su historia muchos referentes que, además de cantar cosas profundas, tuvieron posiciones políticas ante la vida y hoy, quizá entendiendo que la sociedad no es tan receptiva a las diferencias, no se ve tanto eso. ¿Cómo se ven ustedes en relación a esa cuestión?
Por supuesto que nosotros tenemos posiciones ideológicas, posiciones políticas y también la idea es hacer que puedan coexistir y convivir, esta intención de mensaje con la belleza artística, y eso lo hemos tenido desde el primer momento, desde el primer disco de Los Huayra que yo vengo proponiendo “Ojalá” (Silvio Rodríguez), “Yo vengo a ofrecer mi corazón” (Fito Páez), y durante toda la discografía y durante todos los repertorios que fueron pasando por nuestra historia la necesidad de poder reflejar una mirada ha estado presente.
Sí me parece importante destacar que en toda nuestra línea histórica compositiva a nivel país han habido artistas como Charly, que cuando cantaban y escribían “Los dinosaurios” no estaba precisamente hablando de animales prehistóricos, sino que estaba encriptando un mensaje que tenía política, que tenía ideología, que tenía mucha carga de amor hacia los potenciales seres queridos que podían desaparecer, en tiempos donde la gente desaparecía. O “Vamos a la zafra”, en la letra de Jaime Dávalos y en la música de Eduardo Falú, que nunca ha dejado de ser un llamado de atención sobre la mirada del trabajador que sentía que dejaba el cuero en la zafra y aún así no le alcanzaba. Hay una parte que dice “Quiero tengas un chango / Para yapar el jornal/ Porque pelando maloja / Se come mis brazos el cañaveral”, porque no le alcanza. Quiero que tengas un hijo varón para que me ayude a trabajar. El grado de explotación llegaba a tal punto, y que mejor graficado que con la belleza artística y poética que tenía Jaime. Y así podemos hablar de Armando Tejada Gómez, podemos hablar en tiempos más cercanos de Jorge Fandermole, Fito, muchos artistas. Y hoy, en las nuevas generaciones, encontrás a Wos, a Trueno, un poquito antes a Residente, y son artistas que que en ningún momento perdieron de vista la belleza estética de su arte, pero a la vez también apostaron a dejar un mensaje y no quedarse ahí como al medio.
Creo que la mirada nuestra también pretende ir hacia hacia un rumbo que vaya a dejar algo también en nuestra línea histórica, y sin perder esa esa inquietud de la elegancia que caracteriza al arte. Me parece como súper precisa la expresión de no convertirnos en un evidente panfleto, como dice Silvio en “Playa Girón”.
Y ya que hablamos de composición, y volviendo a Eco, ¿cómo se da la convocatoria de Emi Livelli a escribir dos canciones en coautoría? ¿Cómo es esto de invitar a alguien que proviene del campo del rock?
Creo que para poder entender la convocatoria primero hay que tener en cuenta que la música de Ahyre es gestada ya con una perspectiva de que la música es universal. La música es como un solo universo donde posteriormente empiezan a ocurrir las regiones que delimitan los géneros. La música es música y chau. Después podemos hablar si es un blues o una chacarera, o si es música electrónica. Pero la música pertenece a la naturaleza del ser humano, por eso nosotros no tenemos historia y entendemos que vamos a crecer si nos linkeamos con artistas de otros palos.
Y en segundo lugar, la vivencia. Emi un día cayó con Feli Colina a mi casa con la intención de producir un disco de folclore y pudimos encontrarnos después de mucho tiempo, porque yo también estuve atento a la carrera de Emi desde hace muchos años atrás, desde que tenía la banda Teddy Krueger, donde estaban con Balta Oliver y eran dos pibes llenos de inquietudes artisticas, llenos de ideas y llenos de creatividad. Y a esa madera yo la vi temprana en Emi y el camino nos encontró por eso.
¿Cero estrategia de especular con otras audiencias?
Para nada, yo creo que eso se ha dado de una manera natural, y creo que nosotros no estamos en esa intención, en esa estrategia, porque si no ya hubiéramos derrapado de otras formas. Todavía no lo hemos pasado, todavía no hace falta (risas).
Y así como referís a Emi Livelli, y su aporte en la composición en dos canciones de Eco, ¿estás atento a la escena local?
Sí, si. Hay dos o tres proyectos que me llaman la atención, uno de ellos es el de Feli Colina. Me parece que en el proyecto de Feli hay una hay una intención disruptiva, hay una intención de incomodar en el sentido positivo de la palabra. La Feli tiene ese espíritu y tiene esa cosa artística teatral que me parece que complementa al universo de lo musical, que de por sí ya es muy interesante, teniendo en cuenta que también interviene Balta Oliver, que es uno de los grandes músicos que tenemos en Salta. Si bien el proyecto de Feli tiene su punto de partida en el universo del indie, del rock o del pop, más que en el universo del folclore, posteriormente empieza a coquetear con el folclore y lo hace de una manera muy muy genuina.
Claro, pero de ahí a, por ejemplo, estar en un escenario como Cosquín o Jesús María, con toda su impronta estética…
Sí, entiendo. No sé si hoy me lo imagino, pero sí creo que le vendría bien. Creo que le haría muy bien porque es como darle otra vuelta de rosca al género.
¿Y otro proyecto que te llame la atención?
El de la Chochi, con el que tomé contacto siendo jurado en un concurso organizado por la Municipalidad, donde ella gana. De Chochi veo que sus letras tienen, en su impronta, la necesidad de decir algo, la necesidad de escribir canciones que tengan un contenido y un mensaje de una profundidad que a mí me parece sorprendente, teniendo en cuenta la edad de ella. Eso está buenísimo y me parece que son proyectos que está bueno hacerles el aguante.
Quiero tirarte como disparador, y para cerrar la nota, un pedazo de “Las ideas”, que va en clave recitado o hip hop y que dice: “Resiste, no pares tu movimiento / Por más que la lucha se vuelva dura / Tu abrazo, tu risa serán el encuentro / No olvides que a todo tu amor lo cura”. Me gustó y lo veo como algo representativo de lo que están cantando.
Es que básicamente vivimos a la música como un puente para acercar las diferencias, para aprender de las diferencias. El hecho de pensar distinto no nos convierte en enemigos. Si yo miro de frente a una persona que está pensando distinto procuro entenderla, procuro empatizar y tratar de ver por dónde me puedo acercar. En ese por dónde me puedo acercar existe la música para nosotros, existen las canciones. Está buenísimo que hayas citado “Las ideas”, porque convoca a eso. No pasa nada si nos movemos un poquito, sobre todo en estos tiempos tan caóticos, donde por detrás de las campañas de marketing que los políticos vienen proponiendo, sos de un bando o sos del otro. Yo pienso que la música es uno de los salvavidas que más vigencia tiene a lo largo del tiempo y creo que las canciones nuestras tienen un poco esa intención. Las canciones sirven de canales conectores, no solamente a través de lo político y de lo ideológico. Muchas veces nos han pasado que viene alguien de otro palo y me dice “no, el folclore no va”, o incluso gente de adentro del género que viene y te dice “esto no es folclore, están haciendo rock”. Te habla a las claras que no conocen el rock como para terminar diciendo eso, y en segundo lugar entender que las diferencias no son puntos de enemistad.
Por eso en “Las ideas” dice en algún momento “Son hermosas las miradas que muestran otros caminos”. Porque me encontré en la vida con personas que con dos palabras me hicieron ver la misma realidad y el mismo objetivo con otros colores, y poder entender, cuando alguien está en desacuerdo conmigo, por qué está en desacuerdo.
Pienso en un viejo ejercicio que proponen los filósofos alemanes, que es la dialéctica. En Hegel, Marx y otros filósofos hay dos ideas: la tesis, la antítesis, y la idea de la síntesis como instancia superadora, como un movimiento de crecimiento.
Totalmente. Y si te remontas a la historia de la humanidad, de cuántas cosas nos fuimos perdiendo justamente por prevalecer desde la violencia, desde la fuerza. Sin ir más lejos, las culturas de los pueblos latinoamericanos ¿Cuánto se ha perdido, boludo? ¿Cuánto ha quedado ahí en el olvido que no lo pudo salvar ni siquiera la memoria de los mismos pueblos, producto de una imposición y de vení que te piso la cabeza para traer yo mi cultura? ¿Me entendés? Eso lo podés ver en cada plaza de Latinoamérica.
Claro, y si recorriste Sudamérica ves al punto de desarrollo que han llegado las antiguas civilizaciones. Y si bien no se ha perdido del todo, durante mucho tiempo no se escuchó lo que tenían para aportar al mundo.
Hemos perdido siglos de cosas, de cultura, de tantas cosas que hoy harían de este lugar un mundo mejor. Y simplemente por el hecho de ser diferentes se cerró todo eso, entonces es muy terrible. Entonces, la idea de Ahyre es que el aporte, el granito de arena en este océano de bandas que semana a semana sale por las redes, sea una propuesta que en algún lado pueda hacer eco.