Aún no caemos de la dimensión de esta perdida.
Ayer fue un día de mierda, hace tiempo que no me sentía tan mal, la muerte tiene ese poder. En Salta, mi ciudad, llovió desde las cuatro o cinco de la tarde y mientras escribo esto son las nueve de la mañana y sigue sin parar, de alguna forma me hace sentir acompañado. Agradezco a todo lo humanamente posible, el haber estado ese 4 de diciembre de 2009 en Vélez. Por ahora no quiero prender la tele, ni leer nada mas, no estaría a la altura. Intentar explicar lo triste que me siento, o el por qué lloro por alguien que nunca conocí es algo que no voy hacer. Abrázame, madre del dolor.
Mi felicidad en mi tristeza es que no estoy mal porque se fue un político (o algo peor si es que existe), sino un ser de luz e infinita belleza. Por último, un pensamiento que me hace sonreír, a pesar de que pasen los años alguien va a escuchar «Cantata de puentes amarillos» por primera vez.