Coberturas

Rescatando náufragos

Anguila Macabra volvió a tocar en vivo. El público y los músicos se dieron el gusto de recordar la época en la que la banda salteña era el punto fuerte del rock local.

Grata fue la sorpresa cuando se supo que volvía a tocar Anguila Macabra, la gran banda salteña de fines de los noventa. Esa que pintaba para jugar en primera y ser grande en serio, pero se diluyó a comienzos de siglo. A pesar del tiempo transcurrido, las canciones de Anguila sobreviven, y en estos últimos años el grupo dio uno que otro show e hizo el amague de volver, aunque los problemas personales de los músicos siempre terminaban arruinando la continuidad.

La noticia se corrió y el sábado 23 de junio mediante el esfuerzo de los organizadores, la constante insistencia de parte de algunos allegados, y sobre todo las ganas de los músicos; Anguila volvió a sonar en vivo. “Morimos y nacemos de repente. Qué bueno volvernos a ver, aunque no nos veamos nunca”, fueron algunas de las palabras que dijo Pablo Conti. El cantante fue el hombre más abrazado y saludado de la noche. En un súper emotivo show de casi dos horas el grupo demostró que ninguna de las bandas que vinieron después logro generar lo mismo que ellos: esa fiesta barrial, esas (duras) historias hechas canciones de rock.

Cerca de las 2.30, en una fría noche invernal, alrededor de 100 personas entonaban el clásico cantito de intro para los shows de Anguila, “Che bolú” arrancó la lista de temas y sirvió para recordar el lado reggae de la banda, algo que no muchos tienen en cuenta. En la pequeña tarima estaban guitarristas, bajista, baterista y cantante pero el tecladista no entró y debió tocar desde abajo. Faltó el saxo, ese instrumento que Los Redondos y La Renga supieron legar al rock argentino y que Anguila (al ser de esa escuela) también supo implementar.

Como segundo tema sonó el clásico “Barcos de papel”, y comenzó el hecho curioso de la noche: dado que el piso del local es de cerámico esmaltado, y como el público de Anguila es de buen tomar pero de mal pulso, todo estaba resbaloso. Entonces en cada pogo siempre se caían varios, y como el local es chico todo el piso estaba igual. A esto hay que sumarle muchos brazos en el aire y la gente cantando y silbando más fuerte que el sonido de los equipos, escena que se repetiría con cada canción rabiosa y clásica.

Si bien la banda no tiene disco oficial editado, si tiene un par de grabaciones de shows que se distribuyeron de mano en mano y alimentaron el mito en estos años de ausencia. En la primitiva web que armó un seguidor todavía se pueden repasar las letras que atrapan a los Náufragos, esos que con la desaparición de Anguila no van a ver ningún otro grupo.

“Ni un cobre en los bolsillos, nada que fumar” decía la letra de “No Money No Play (Lacrimógeno)”, pero la imagen era justamente la contraria porque la cerveza seguía corriendo y desde hace tiempo que no se veía tanto humo en un show.

La lista continuó con los psicológicos e introspectivos “Clarososcuros” y “Vuelo al vacío”. Con cada tema que pasaba, tanto a los hermanos Conti como al resto de la banda se los fue sintiendo más relajados. “Esto es para las bandas: ningún bar les va a dar de comer” y “Con el rock se educa” fueron algunas de las reflexiones de Pablo Conti, que como vocalista transmite más sentimiento que destreza. “Ósea”, sin duda en el Top 5 de las mejores canciones del rock local, volvió a desatar un pogo que terminó con la mitad de la gente en el suelo.

Con casi dos horas de show y cerca de las 5 de la mañana, la genial lista de clásicos se cerró con “Cerveza y 22”. Luego, solamente los hermanos Conti se quedaron en la tarima. Ambos intentaron tocar un tema del vocalista en solitario, pero la cosa no llegó a buen puerto, y el final fue raro, como todo en la historia de Anguila: “Esto ya terminó, no sé si se dieron cuenta”, dijeron como despedida.

wifi

La fecha fue un mini festival, ya que antes del regreso tocaron Mar De Ojos, mostrando mucha densidad y un rock de marcada influencia macabrera; con cosas de OConnor y Héroes del Silencio, aunque les faltan muchos equipos para emparentar el sonido. La sorpresa la dieron las Wi-Fi, un nuevo grupo de chicas, que siguiendo la tradición y con integrantes de Cassandra y Santa Gertrudis y sus Dinamitas hacen punk fusionado con post punk y algo de cumbia. Al principio, El Shaman rapeó sobre pistas con un sonido curioso mezcla del puertorriqueño Tego Calderon y Rammstein. Victor Conti en electroacústica fue el que arrancó todo, cerca de las 23.40. Con 40 personas en el local tocó acompañado de El Shaman en cajón peruano y Cele, de las Wi, en guitarra.

El lugar, a pesar de sus limitaciones, demostró otra vez ser una buena opción en estos tiempos de crisis de espacios para tocar, pero hay que lograr una mayor elevación en la tarima, sino los que vayan van a ver sólo cabezas.

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