Discos

Antología, un recorrido por la obra de Daniel Toro

Repasamos este compilado a cargo del INAMU, editada como parte de la recuperación del catálogo del sello Music Hall.

La historia de la música de Salta tiene un gran panteón de próceres, figuras -casi todas masculinas- que lograron encarnarse en el gusto popular. La mayoría provienen de eso que vamos a seguir llamando folclore, más allá de la recuperación que desde distintos lugares hacemos, como fue nuestro disco El Canto Hereje de 2012, homenajeando al Cuchi Leguizamón.

Traer este disco es una excusa para hablar de Daniel Toro, gran músico y poeta salteño que hoy tiene 79 años y vive desde hace otros tantos en su retiro vaquereño. También para hablar de su obra, de un calibre único, y traer a otros músicos, autores y compositores que deberían estar en nuestros oídos.

Daniel Cancio Toro nació en 1941. Al igual que algunos referentes del rock argentino, también tuvo una carrera marcada por la precocidad y lo prolífico de la misma. Tras un paso por grupos no tan conocidos como Los Viñateros, Los Forasteros y Los Tabacaleros, será a los 21 años que se integra a Los Nombradores, con quienes compartió escenarios entre 1962 y 1966. Si cabe un adjetivo a esta última formación es “poderosa”. El nivel musical y la ostentación en los arreglos vocales marcaron una vara muy alta de superar de ahí en adelante. Junto a Toro, podemos mencionar en esa agrupación a Enrique Ibarra (también miembro fundador de otro tanque, como Los de Salta) y al gran Lito Nieva, acaso el mayor armonizador vocal en la historia de la música local.

A partir de ahí, vendrá una etapa solista que prácticamente se desarrolló -y a pesar de eso- en los momentos de mayor violencia y conflictividad política de la Argentina. Una etapa que lo llevó al pedestal de ídolo de multitudes y que se cortó abruptamente por un cáncer de garganta por el cual fue intervenido en 1979. Una situación que resulta angustiante porque Daniel Toro, perseguido y amenazado por la dictadura, no cedió a la presión verde oliva. A pesar de todo esto, no paró de escribir, retomar escenarios e incluso desarrollar la docencia.

Esta antología permite conocer todas las facetas de Daniel Toro: el gran guitarrista formado con influencias de Eduardo Falú y la escuela española de Narciso Yepes y Andrés Segovia; el autor/compositor de canciones inolvidables, a veces sólo y a veces con socios como Julio Fontana o Ariel Petrocelli (otro peso pesado); y el intérprete que supo navegar en canciones de alto vuelo sinfónico, muy en la onda de las orquestaciones melódicas con mucha cuerda y teclados de época que encontramos en un abanico que va desde Sandro, Nino Bravo hasta Almendra. De hecho, el disco aborda los distintos momentos de la carrera, con sus particularidades estéticas, de repertorio y del paso del tiempo en su voz.

Intentar elegir un par de canciones, en un disco así, es inútil. Pero si voy a señalar dos grandes temáticas, aunque no las únicas: el amor y la revolución.

En el team amor podemos situar “Para ir a buscarte”, “Vamos a andar la noche”, “Mi principito”. Del otro lado, “El Mensú” de Ramón Ayala, “El Antigal”, y quizá una de las piezas más emblemáticas de la canción latinoamericana, “Cuando tenga la tierra”, que lo pone a la altura de Victor Jara, o Bob Marley.

Algo muy interesante -que vale considerar en esta compilación- son las ausencias: joyas como “Cristo Americano”, “Zamba para olvidarte” o “Mi mariposa triste”. Con lo que quedó afuera, podríamos hacer dos o tres antologías densas como la que se reseña.

Sirva este disco como celebración de una obra pero, sobre todo, de un ser humano que deja un gran legado al canto popular. Al igual que con el Cuchi, uno puede ver en los celebrantes de turno esos gestos que pretenden celebrar a la figura, lavada de contenido, sin hacerse cargo de la obra. Y probablemente, ningún gran teatro en esta provincia lleve su nombre.

Quizá sea el momento de desempolvar, tomar la posta y a casi 10 años del primero, plantear un nuevo homenaje al Canto Hereje de Salta.