los gardelitos
Coberturas

Cine Teatro Los Gardelitos

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La banda de Eli Suárez presentó su primer trabajo audiovisual Cine Teatro Los Gardelitos, ante un importante marco de público. Como siempre, RS se hizo presente y te lo cuenta.

Ya estoy buscando escenario otra vez

federico anzardi Por Federico Anzardi – fanzardi@rocksalta.com

fotos Fotos: Damian Stigliano – saltafotosrock@hotmail.com

El calor, el calor como sensación inagotable, como una especie de sopor interminable que te abraza apenas entrás pero te va dejando fuera de combate de a poco, cada vez más encorvado, sediento y pidiendo a gritos salir. Hasta que lo que sale no sos vos, sino ellos con sus canciones refrescantes.
 
No era muy atractiva la cita, al principio. No por la banda, no por sus canciones; sino porque la del domingo 27 fue la tercera vez en un año que Los Gardelitos tocó en nuestra ciudad y como la décima en todo el NOA. Se sabe que el salteño es un público difícil, que puede reventar un local en una fecha y a la próxima, del mismo grupo, hace oídos sordos a la cita, dejando en pelotas a los músicos. Además, el recital de CalmaNiño a la misma hora en el Bar Madrid ayudaba a que las ganas de ver nuevamente a Eli Suárez y compañía no sean las mismas que en el mes de mayo, cuando dejaron gente afuera en Beel Zebul (esa noche también tocó Perro Ciego, ojo).
Entonces, el show de Express Arte fue una apuesta para seguir entrando en el público local y para mantener el piso de gente que la banda venía convocando. Para nosotros, este año fue la oportunidad de ver a una banda reformada entrar cada vez más en calor, aceitarse en cada concierto y volverse un verdadero grupo que reinterpreta las canciones de Korneta Suárez de manera espléndida.
Ante el cierre de BeelZe y la falta de un lugar más acorde a las necesidades rockero salteñas; Express Arte se volvió paso obligado para las bandas de mediana y gran convocatoria. De todos modos, sigue pareciendo quedarle grande al rock salteño semejante espacio. Es un buen recinto pero con la pobrísima cantidad de gente que va a los recitales en nuestra ciudad el lugar va a sobrar por todos lados casi siempre.
Esta no fue la excepción: unas 400 personas poblaron a medias el lugar, para beneficio del ambiente. Era mucho el calor y con una cantidad mayor de público, hubiera sido imposible estar dentro. Para la próxima, abran el techo (es corredizo).
 
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A las diez de la noche, “Calles calientes” abrió el juego. Se pudo notar que Gardelitos conserva su estructura de hace muchos años: show ensayado y largo. Así, pasaron alrededor de treinta temas en dos horas.
A favor: la lista varió siempre en todos los recitales que el grupo brindó en nuestra ciudad y la formación (ya no tan) nueva posee lo que le faltaba al trío que formaba Eli con Martín y Horacio Ale, disuelto en 2010: frescura y una interpretación que mantiene vivas a las canciones de Korneta.
En contra: es hora de más canciones. Los clásicos de siempre y los temas del disco de estudio más reciente (Oxígeno, de 2008) están pidiendo a gritos composiciones nuevas que acompañen, que den un nuevo atractivo al grupo.
“Qué bueno que no se hayan aburrido porque venimos muy seguido por acá. Gracias por la onda de siempre”, dijo Eli desde el escenario, después de las primeras canciones. Después, ante el agite del público, que colgó trapos, agitó remeras y cantó los temas, Eli dijo: “Nosotros venimos seguido porque así lo sentimos, porque es un placer”. Inmediatamente, la banda y la gente cerraron la comunión con el clásico “Es un sentimiento”, que se prolongó lo suficiente como para que se note que no fue forzado.
En el medio, pasaron los temas: “Nadie cree en mi canción”, “Y todavía quieren más!”, “Gardeliando”, un “Ji Ji Ji” a menor escala (comparen si no, lo que sucede en los solos de ambas canciones cuando suenan en vivo); “Volveré en tus ojos”, “El sobreviviente”, “No puedo parar mi moto”, “Monoblock”, “Anabel”, “Amando a mi guitarra” y “Los Querandíes” (de lo mejor de la noche) sonaron y quitaron del todo las pocas ganas iniciales. El que faltó, se perdió de escuchar quizás el grupo de temas más injustamente menospreciados del rock argentino de los noventa.
 
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A la medianoche, sobre el final, la banda se abrazó al borde del escenario. Se los notaba cansados, acalorados y felices. La gente los aplaudía y pedía una más sin parar. Eli, de tan buen tipo que es, en lugar de saludar e irse rápido, se quedó haciendo señas, incómodo y contento; intentando decir “no podemos, nos tenemos que ir”.
 
Abajo, la gente se empezaba a ir. Habían sorteado el calor, la estupidez de la seguridad que no dejó subir a los hombros y revisó exhaustivamente a todos pero sobre el final abrió las puertas, arruinando todo el “operativo”; y se habían quedado otra vez con una banda que se entrega por completo y con buenas canciones. Parece mucho, y lo es.