Coberturas

Mírenlo

Ciro y Los Persas deleitaron a miles de salteños en la presentación de 27 en el Micro Delmi. Lleno total y la promesa de volver en el corto plazo.

Estaba escrito: Ciro y Los Persas retomarían aquella invasión que habían iniciado hace casi exactamente dos años en nuestra ciudad. En realidad, en todo el país. Aunque ya no como meros invasores sino más bien como triunfadores que regresan al sitio de la victoria para reafirmarse como héroes de una conquista. Claro, al empezar “de cero” un nuevo proyecto musical la actitud de la primera gira fue justamente la de invasores, la de “venimos a hacernos conocer porque tenemos un disco con quince canciones nuevas y ojalá te gusten”.

Hoy, en el presente, regresaron con otro disco con otras quince canciones nuevas pero con la clara diferencia de que son más reconocidos y aceptados hasta por aquél acérrimo al que no se le terminaba de cerrar la idea de que el sueño piojoso verdaderamente murió: el placer de verlo de nuevo a él, el que supo ser el jetón al frente de Los Piojos, el tipo que optó por poner su marca como D.N.I. visible de su nueva banda (¿por qué no llamarse simplemente “Los Persas”?), el que te recrea escenografías decoradas de obra de teatro monumentales en sus presentaciones más masivas como en la seguidilla de shows del Luna Park y que en un futuro se anima a pisar firme en el pasto de los grandes. “Nos veremos quizás en un estadio” les dijo a sus seguidores, rendidos, en el final del último show lunar.

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De aquél amor de música consumida en varias dosis con su antigua banda piojosa hoy sólo quedan grandes pedazos de nostalgia para el que los llegó a ver en vivo y para los que no también: con un segundo disco editado es más probable que ya no se invoquen tantas canciones de épocas pasadas, pero el intento está y las emociones vuelven a crecer. 

Los Persas de Ciro retomaron la maratónica labor de girar por todos lados presentando 27, sucesor del todavía nuevo Espejos, una treintena de canciones after Piojos que se acercan demasiado al gusto de todos y para todos: blues bien logrados, temas que invocan al rocanrol clásico, esa armónica de doble filo que retumba entre los tracks de ambos discos, homenajes sinceros positivos empalagados de orgullo y una máquina de hits al mando de las canciones pegadizas que se repiten todos los días por las radios.

Para el show de Salta la cita fue el mismo escenario que el de hace dos años, en el Microestadio Delmi, quizás la única alternativa posible para la realización de shows de estas características. Aunque, después de lo vivido durante la noche de miércoles, es un buen momento para comenzar a gestionar otro lugar para el mismo fin. Como era de esperarse, ya no en el rol de invasores sino en el de consagrados héroes, el hermano menor del Delmi quedó chico para una banda como esta.

Por la mañana del día del show se hizo público un anuncio por parte de la producción que aseguraba que las entradas estaban agotadas. La respuesta de la gente, entonces, fue positiva ya que no había ocurrido lo mismo la primera vez. Y el malestar por los que no llegaron a tiempo para la adquisición del pase estuvo prendido al acercarse, pese a la notificación de producción, y toparse con el letrero de “show agotado” en la puerta u ofertas de reventa de hasta $250 por una entrada.

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Cerca de las 20 un corte de luz generalizado en varias partes de la zona oeste de la ciudad provocó un retraso considerable en la organización de todo lo relacionado al pre show: el estadio se quedó sin luz y se complicó ultimar pequeños detalles de escenario, iluminación, sonido y el control en el único acceso del público entre otras cosas. Cerca de las 21 la luz regresó y por un instante todo pareció volver a la normalidad. Afuera del estadio la cola de gente lucía eterna y se confundía entre la helada nocturna y las columnas de humo de los carros choripaneros. Cuando un repentino corte de luz sentenció al estadio y sus alrededores en una nueva oscuridad la tensión de los muchos que seguían siendo parte de la cola de acceso acrecentó y el malestar ganaba terreno de nuevo.

Sería interesante que para la realización de próximos recitales masivos en el Micro Delmi se diseñen nuevos puntos de acceso para una descongestión fluida en el ingreso del público. El resultado de esto fue un show que debió arrancar a las 21.30 y que terminó dando inicio una hora después con la iluminación de un estadio funcionando en un 80%: los baños, ubicados debajo de la tribuna que enfrenta al escenario, estaban a oscuras.

El show arrancó con “Antes y después”, uno de los hits del disco anterior junto a “Insisto” y “Vas a bailar” que también sonaron, con todos mirando el paso a paso de Ciro devenido en un maestro de ceremonias mientras el resto de unos renovados persas, Rodrigo Pérez en guitarra y Nicolás Raffetta en el teclado se incorporaron hace poco al grupo que se completa con el brasilero João Bastos en el bajo, Lulo Isod en la batería y Juan Ávalos en la primer guitarra. Si bien la fecha rezaba ser “presentación de 27” solamente hicieron nueve canciones del nombrado disco: “Barón rojo”, “Fácil”, “Ciudad animal”, “Me gusta”, “Caminando”, ”L.V.R”, y “Héroes de Malvinas”, (“una canción que quiero hacer desde hace mucho y recién pude hacer ahora en 27”) con la participación simbólica sobre el escenario de un grupo de veteranos salteños de guerra que aprovecharon para regalar una remera a Ciro y repartir unas cuantas al público. “Gracias por haber ido a defender los colores de nuestra Patria”, los despidió Martínez.

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“A ver si la conocen a esta” anunció Ciro para presentar los últimos nuevos hits en su momento especial primero con “Mírenla” y más tarde con “Astros”. Volvieron a sonar, como en el 2010, “Banda de garage”, “Servidor”, “Chucu-Chu” y “Noche de hoy” y Pérez, el nuevo guitarrista, tuvo su momento de presentación oficial cuando se adueñó del micrófono para hacer “Otra vez”, canción perteneciente a su banda llamada La Yumba. Los segmentos dedicados a Los Piojos se repitieron al igual que en la primer gira, así sonaron “Todo pasa”, “Tan solo”, “Verano del 92”, “El balneario de los doctores crotos” y “Manjar” con una reversión acoplada de “Debedé”, de Sumo.

La excepción que se va a repetir durante esta gira es la reversión de “Canción de cuna” con Ávalos en el piano, el guitarrista se mostró más firme que desde la última sobre el escenario. También tuvo su momento haciendo juegos con la guitarra, loops, superponiendo sonidos y punteos tal como lo hacía después de “Malambo para Luca” en la gira anterior. La versión extendida de “Servidor” sirvió para los aplausos hacia Bastos que se animó al solo de bajo.

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El final estuvo a cargo de nuevo con el orgullo patriótico como bandera visible sobre la escena. Un rato antes Ciro cumplió con su tradición de saludar a todos los presentes leyendo las banderas, trapos presentes. El himno versión armónica que tantas veces repitieron en la televisión enfocando al ex líder piojo parado solo en el campo de River mientras todas las miradas seguían su sentimiento con el instrumento. El coro de todo el público hace emocionar a varios y el show termina para que el frío vuelva a ganar terreno en un lugar donde por dos horas se vivió un extenso show.

Sólo restaría ver cómo se concretaría el regreso para un futuro, quizás apostando al doble de lo que vimos por la noche del miércoles.

Galería de fotos de Martín Azcárate.