Reflexiones en la Chevy

Dos minutos con el Cuchi

El olor de las huestes se hacía cada vez más insoportable. La Ruta 40 intransitable, mis antenas detectoras de bebidas sin alcohol me llevaron a una parada obligada en un pequeño pueblo de Salta llamado La Poma, donde el viento y la arena parecían entenderse muy bien.

Queso de cabra, vino y coplas acompañaron mi apiadero argentino, y la verdad me gustó. Hasta me quedé silbando una canción. Fue entonces cuando un señor paró para preguntarme “¿Qué es lo que silba?”, “No sé, me gustó y por eso silbo”, le contesté, bien heavy. Y éste les dijo a todos los presentes “ésa es la función social de la música”.

Más adelante entendería que estaba silbando la “Zamba del pañuelo”, y que el que me preguntó fue el mismo Cuchi Leguizamón, ése que los días lunes de Colegio Nacional usaba una media de un color y otra de otro. Ése que a las chicas decía “señoritas” y a los changos “badulaques”. El mismo que fuera profesor de Historia de mi madre.

Me acuerdo de que ese día el Cuchi también me hablaba de la fusión entre la zamba y el jazz, pero eso es para otra historia. Así nos cruzamos alguna vez con éste personaje tan querido de nuestra cultura. De nuevo a la ruta, me alejé de toda discordia humana y me fui a alegrar el alma con buena música.

Recuerda que si te va mal en la vida “algo habrás hecho”. Y si tu realidad no te gusta pensá que “siempre se puede estar peor”.

Publicado en la revista Rock Salta Nº16, en el mes de agosto de 2013