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Guitarra de Sol

Esta mañana murió en un accidente el Negro García López, uno de los mejores guitarristas de nuestro país. Una noticia que nos deja a todos muy tristes.

Si repasamos toda la discografía del rock argentino, hay momentos sonoros que quedaran atornillados para siempre en nuestras cabezas y nuestros corazones. Detrás de ellos quedaran disueltos en el anonimato esos arquitectos sonoros que son prácticamente imprescindibles. ¿Acaso alguien sabe quién programó la base de El amor después del amor? o ¿Cuántos conocen y reconocen el aporte de Tito Fargo al universo sonoro ricotero que todos podemos tararear?

Hoy se fue de la faz terrenal uno de estos personajes, uno de los socios musicales de Charly García, el Negro García López, uno de los que más tiempo tuvo el temple para soportar los vaivenes del maestro de bigote bicolor, acompañándolo al menos durante dos grandes temporadas (la primera de casi una década desde 1988 hasta mediados de los 90, y la segunda desde 2009 hasta la actualidad). ¿Acaso alguien puede negar que la intro de Fanky ocupa uno de esos instantes sonoros que nuestra memoria colectiva nunca olvidará?

La historia en su versión fría nos contará que Guillermo García López empezó a hacerse de un nombre propio a principios de los ’80, integrando La Torre, pasando a formar parte de la banda de Fabiana Cantilo en el disco Detectives; pasando por Miguel Mateos & ZAS en el disco Solos en América (¡¿cómo olvidar la intro de Cuándo seas grande?!), que sirvió de trampolín para tocar con Charly García, con quien grabó los discos Cómo conseguir chicas, Filosofía barata y zapatos de goma, Say no more y tocó en innumerables recitales, algunos de ellos registrados en disco como el triple 60×60.

También tuvo su etapa solista, con 4 discos, siendo el penúltimo de ellos, Esta vez invita el Negro (2011), un verdadero homenaje en vida donde artistas como David Lebón, Juanse y Pity Álvarez, entre otros, lo acompañaron en el registro.

La historia más vinculada a las emociones que dispara la música hará que lo recordemos como un guitarrista finísimo, versátil, con una puesta en escena única desbordante en su corporalidad. Quién haya tenido la dicha de verlo en vivo, sabrá de que se habla: un auténtico guitar hero. Con tan sólo repasar alguno de los discos enumerados, bastará para darnos cuenta cuánto ha musicalizado nuestras vidas, aún sin que hayamos tenido conciencia de ello. Ahí radicaba, según Atahualpa Yupanqui, la virtud del artista popular: que su arte sea conocido, y en parte, anónimo. Saber “qué”, aunque no sepamos “quién” lo hizo.

Tan sólo nos resta decirle lo mismo que pudimos decirle allá por 2012, cuando desde RockSalta pudimos entrevistarlo en Cosquín Rock: “Negrito, gracias por tu música”.