Coberturas

Kuryakistan cordobés

En el marco de presentación del DVD Aplaudan en la Luna, IKV dio un show extenso de dos horas y media en la Plaza de la Música de la ciudad de Córdoba.

Foto de Candelaria Sarría (Facebook Plaza de la Música)

Con una escenografía imponente, donde la pantalla sumergía al público en un sinfín de imágenes proyectadas (responsabilidad absoluta de Ivan Pierotti y su estudio Elefante Diamante) para dar cuerpo y volver, un poco más, tangibles a las canciones, la banda de Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur demostró que está pasando por un momento impecable, con mucha soltura escénica y un gran respaldo instrumental.

Además de la formación (medianamente) estable que lograron en el último tiempo, con Rafael Arcaute en teclados, Matías Rada en guitarra, Pablo González en batería, Francisco Fattoruso en bajo y Carlos Salas en percusión, para esta ocasión sumaron una línea de vientos muy interesante conformada por cuatro músicos cordobeses que aportaron dos trompetas, un saxo y un trombón.

La noche empezó muy temprano con shows de Man, Hipnótica y De La Rivera, quienes desde propuestas diversas entre sí, cautivaron a la gente que comenzaba a colmar la franja más cercana al escenario y se entregaba sin prejuicios al baile de lo desconocido.

El recorrido por la discografía de los Kuryaki fue bastante meticuloso, y se permitió reflotar clásicos de los noventa, como «No way, José» y «Es tuya Juan», con especial hincapié en la enorme cosecha de hits que les legaron los discos Leche y Versus («Jugo», «Expedición al Klama Hama», «Coolo», «Jaguar House», entre otros), pero correctamente mechados con los nuevos, e infaltables, caballitos de batalla de Chances («Ula Ula», «Adelante», «Funky Futurista», «Celebración»).

Del funk al hip hop, pasando por grandes momentos de soul princeano, y recogiendo muchos matices alternos, la performance fue sólida y mostró a un Dante muy maduro, capaz de hacer convivir en escena a un virtuoso guitarrista (enamorado de su PRS Turquoise) con un cantante que puede abarcar un rango amplio de tonos. El lugar más cómodo donde lucirlos probablemente se dieron en canciones como «Amor» o «Ruégame». Por su parte, Horvilleur también tuvo un momento para cantar en solitario, sobre el encore, pero lo compartió con el público (y su gran respuesta) en una versión poco modesta de «Abismo». Este gancho puede encontrarse de manera idéntica en el DVD.

Con «Águila amarilla» llegó el homenaje al Flaco, y su inmensa figura se proyectó a lo largo de un breve recorrido por viejas fotos de su niñez y sus diversas etapas como músico, con el punch necesario para emocionar hasta al público adolescente y preadolescente que comienza, de a poco, a ser el mayoritario. El cierre, para coronar una noche muy candente, incluso para ellos que no paraban de jugar y realimentarse con la energía del lugar, fue a toda máquina con «Remisero» y «Abarajame».