Coberturas

La Mississippi en Salta: Juntos a la par

La banda debutó en nuestra ciudad inaugurando el ciclo «Cultura da la nota» y realizando un show histórico. Antes, Perro Ciego confirmó su gran momento con un concierto a la altura de las mejores bandas del género.

Fotos de Violeta Gil

La verdad, cuesta elegir entre tantos hilos posibles para empezar esta nota. Sobran. Agarro cualquiera: un mensaje de texto del amigo Eduardo Pece que me llega a las tres de la mañana: me sugiere el título de esta nota (el que usé), y me da una explicación filosófica del por qué. Comparto plenamente lo que me decía.

Muchos presagiábamos lo que pasó: un teatro lleno, shows excepcionales y muchas, muchas ganas de que el ciclo tenga el éxito que merece. Con la noticia de ENTRADAS AGOTADAS, largó el show de Perro Ciego, alrededor de las 22 hs. Recién entré en el tercer o cuarto tema («Lo peor») porque cuando arrancaron estuve afuera, queriendo vivir de cerca eso que casi nunca ocurre en Salta: la gente algo desesperada, viendo cómo zafar, cómo poder entrar. Algunos masticaron bronca, otros se iban… dormilones x 8.
 

perro ciego

El show de Perro Ciego fue de unos quince temas. No quiero caer en la repetición. Hay muchas cosas de Perro que ya son obvias, sacramentales. Por lo pronto debo destacar la versión de «El corcho de la botella» (la misma que hicieron acústica para el cierre del ciclo de la Cerveza Salta): es conmovedor oír ese tema, tan vinculado a los orígenes del grupo, en una versión primal y elaborada a la vez. También la versión de «Poker y Ruletas» (con dejos a «Johnny B. Good» y a Marty Mc Fly en la intro) estuvo muy buena.
 
Por supuesto que Salchi agradecería en nombre de la banda la oportunidad de tocar con La Mississippi, y claro, no faltaría el cantito intolerante de la hinchada ni tampoco el cantito que importa. Ése donde recuerdan al Pibe Acosta, que seguramente se dio el gusto de estar en el escenario, sólo una vez más. Finalmente, pasarían los temas de rigor y esa formación un tanto soñada, con formato ampliado a lo Funkadelic, con los vientos. Si, aguante el nuevo rock, aguante Pelafustán.
 

la mississippi en salta

Luego vendría el momento esperado durante muchos años, y no sólo por la patria rockera – blusera, sino por muchos amantes de la buena música. La llegada, con mucho tiempo de demora de esta banda que durante mucho tiempo, sobre a todo desde mediados de los 90, hasta mediados de la década de los 00 supo acompañarnos en muchas ocasiones.
 
Fue la hora de La Mississippi (hace rato sin ese «Blues Band» con el que supimos conocerla), en formato de quinteto (hace unos años los vientos quedaron al margen de la banda, y no perdamos de vista que el saxofonista de la banda, Edu Introcaso era compositor de varios clásicos de la primera época). Debo decir que, si bien ya había visto a la banda en el Cosquín Rock 2005, me sorprendió la contundencia con la que arrancaron: «Vamo´ y vamo´», «Blues del equipaje», «Matadero», «San Cayetano»… temas de su segundo y cuarto disco. Tras finalizar el primer tema, Ricardo Tapia agradeció al público y resumió un pensamiento presente en toda la sala: “Hace muchos años tendríamos que haber venido a Salta”. Pero justamente, ese cariz de primera vez hizo que fuera tan extensa la lista de temas: 24 canciones donde recorrieron su carrera y tributaron a influencias como Pappo («Tren de las 16»). Un set demoledor, prolijo, manejando muy bien los climas, y con un Negro Tapia muy comunicativo, pidiendo paciencia a un público ansioso, prometiendo que esta no sería la última vez de la banda en nuestra ciudad.
 

la mississippi en salta

Una de las cosas que se destaca en La Mississippi es el alto nivel musical de todos los músicos. Pero de todos. No es una banda para decir, “guau, el violero…”, e ignorar a los demás. Es un grupo donde cada uno de sus miembros destaca por ser grandes instrumentistas, claro está, con un Ricardo Tapia al frente que, desde sus casi dos metros de altura (¿vieron cuando estuvieron palmo a palmo con Salchi que, digamos, tiene una altura “normal”?), canta de la san mil puta madre que lo parió (perdón por los epítetos, pero no había otra forma de expresarlo). Pero bueno, cada cual desde lo suyo tiene una historia: el “Negro” Tordó (batería) fue miembro de Raíces, gran banda de candombe y rock donde en los 70 debutó un tal Andrés Calamaro; el violero, Gustavo Ginoi es uno de los docentes más renombrados de guitarra en el país, y así podríamos seguir con el bajista y el tecladista, dos fenómenos.
 
Párrafo aparte merece el final del show, donde antes de los bises de rigor, subieron los chicos de Perro Ciego (Salchi y Gamba), para hacer «Café Madrid» (muy simbólico, si comprendemos lo que representaba el Bar Madrid salteño para el Fede Acosta) y «Un trago para ver mejor».
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Me quedo con algunas instantáneas: se ve que mucha gente fue “por ir nomás”, o al menos en el palco de invitados hubo de todo un poco; no puedo olvidarme la instantánea de una parejita sacándose una foto facebookera en pleno “Tus amigos»; o la gente que se retiró (abajo y en los palcos) demasiado temprano. Pero tampoco puedo dejar de lado a la gente que se paró. De hecho, en «Ahora vengo», casi al final se armó la fiesta que ameritaba la banda.

Finalmente queda destacar la iniciativa. Suelo ser de los que reclaman al Estado (nacional y provincial) la intervención en políticas culturales para todos, no sólo folclore y cumbia. Y creo que el Ciclo “Cultura da la nota” es al menos una muy buena señal. Entradas a bajo costo (se entiende que subsidiada por nuestros impuestos), con una cartelera que tiene riesgo comercial para cualquier productor privado pero que gozó, al menos en esta ocasión de gran aceptación popular, demostrando que no sólo se trata de que la gente no quiera pagar, sino que a veces no tiene los sesenta pesos promedio que puede valer una entrada.

Ver un Teatro Provincial con el cartel de “NO HAY LOCALIDADES” para un show de rock fue extraño, y por qué no, soñado. Daban ganas de decir, citando otra vez al Edu Pece: “muy bueno, ¿a quien tengo que darle lo que le debo de la entrada?”. Porque para semejante espectáculo, diez pesos no fueron nada.